¿Ordenó usted el código rojo?

Vivimos un momento de cambio geoestratégico de tal calado que no vale despachar así el aumento del gasto militar, a ver si cuela. Vótese en el Congreso y que cada cual asuma su responsabilidad.

Sánchez anuncia un aumento de 10.500 millones de gasto en Defensa

A Pedro Sánchez se le va poniendo cara de Jack Nicholson en la gran ‘Algunos hombres buenos“ con el asunto del gasto militar y los contratos de las balas. En cualquier momento Yolanda Díaz le exigirá la verdad porque se creerá con derecho a ella y le contestará como hace el coronel Nathan R. Jessup a Tom Cruise: ”Usted no puede aguantar la verdad“.

Luego le explicará que vivimos en un mundo con muros vigilados por hombres armados que cumplen órdenes porque, si no, la gente muere y como nosotros no vamos a guardar esos muros, aunque no nos guste y su existencia nos parezca grotesca y ridícula, tienen una responsabilidad que nunca podremos calibrar porque podemos permitirnos el lujo de no saber lo que él sabe; por eso le necesitamos y le queremos en ese muro; por eso no tiene ni tiempo ni ganas de explicarse ante quien disfruta de la libertad que nos proporciona y luego cuestiona cómo la proporciona en lugar de limitarse a darle las gracias.

Después, Núñez Feijóo o Gabriel Rufián, o ambos a la vez, le preguntarán si ordenó el código rojo a Grande Marlaska y acabará admitiendo que sí harto de tanto manierismo.

Sánchez parece haber preferido convertirse en el malo de la película del gasto militar antes que exponerse a otra derrota parlamentaria. Convencido de que no puede permitirse ese lujo y le necesitamos en ese muro, carga con la forma y el fondo de una decisión que responde a un compromiso común adquirido por los socios de la Unión Europea. Mientras, la derecha puede acusarle de hacer lo que la derecha dice que hay que hacer de manera inmediata y haría sin dudar si gobernase y a su izquierda presumen de elegir hospitales en vez de cañones y desear muy fuerte y con muchas ganas la paz en el mundo, pues todos los demás anhelamos la guerra.

Si lo hace por nosotros, presidente, de verdad, ahórrese el trago. Vivimos un momento de cambio geoestratégico de tal calado que no vale despacharlo así, a ver si cuela. Vótese y que cada cual asuma su responsabilidad.

Los votantes tenemos derecho a saber hasta dónde alcanza el antieuropeísmo y la lealtad de Vox hacia la Administración Trump; o hasta dónde estaría dispuesto a llegar el PP en un asunto que afecta a nuestros compromisos con los socios europeos con tal de apuntarse otra derrota parlamentaria del Gobierno; o que los partidos a la izquierda del PSOE, desde Sumar en el Gobierno a Podemos en la oposición, nos expliquen si la solidaridad comunitaria solo funciona en una dirección: mutualizamos la deuda pero no la defensa, o cómo se construye un espacio común de seguridad autónomo para Europa sin aumentar el gasto si los EEUU ya han dicho que van a dejar de pagar su parte.

Tenemos derecho a saber dónde, cómo y cuánto se sitúa cada uno en un asunto que va a marcar nuestra política internacional en la siguiente década. Igual que el teniente Daniel Kaffee, tenemos derecho a saber la verdad, aunque ellos no sepan manejarla; la verdad sobre el modelo de defensa y seguridad que propone y defiende cada uno de esos actores en un mundo donde las amenazas existen y son reales.

Hace unos pocos años, en 2018, la izquierda que hoy denuncia indignada al “gobierno de la guerra” entendía el dilema imposible que afrontaban en Cádiz entre firmar las fragatas de guerra para esa gran democracia que es Arabia Saudí o perder los puestos de trabajo en los astilleros, entre defender el pan o la paz, como decía José María González “Kichi”, el entonces alcalde de Cádiz, mientras Pablo Iglesias entendía que pusiera por delante los contratos de los trabajadores. España ha aumentado su venta de armas en un 30% en lo que llevamos de década. No han sido muchas las voces que se han quejado. No será porque nuestras armas matan menos, o más suavemente, o disparan flores y camas de hospital.