Durante las primeras horas del apagón eléctrico que ha afectado a casi toda la península, los autobuses de línea y turísticos madrileños han seguido funcionando entre atascos y largas colas de pasajeros intentando regresar a sus casas
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Cuando ha pasado algo más de hora y media desde que ha tenido lugar el gran apagón eléctrico que ha dejado sin luz a casi toda la península y, con el metro y trenes cerrados, los autobuses, taxis y coches son los únicos medios de transporte accesibles. Aunque recorrer en ellos apenas una manzana de la Gran Vía madrileña puede llevar más de 30 minutos.
En las paradas comienzan a formarse las primeras colas pero de momento los autobuses, aunque no tan abarrotados como se verán más tarde por otras zonas de la ciudad, ya se han llenado de viajeros que intentan regresar a sus casas con la incertidumbre de cuánto tiempo puede llevarles. “He cogido el bus pensando que llegaría antes pero creo que habría sido mejor ir andando, ahora ya no sé qué hacer, estoy perdida”, cuenta Carmen, una pasajera de la línea 46 que ha bajado andando desde su lugar de trabajo en Alonso Martínez y se dirige hacia Moncloa. “Aquí estoy aguantando porque al menos estoy fresca, pero muy agobiada por mis hijos”. De momento, según explica, no ha podido contactarlos: “Tengo a uno en Tres Cantos, en la Universidad, pero no hay tren y no sé si autobús”, con el coche, dice, no sabe “si va a ser posible llegar hasta allí”.
Pilar, a quien el apagón le ha pillado en mitad de una presentación para la ONG donde colabora, ha tenido más suerte. “He podido comunicarme con mi marido intermitentemente por WhatsApp y está yendo a recogerme a Principe Pío para ir en coche hasta Pozuelo”, cuenta. “Yo me he enterado cuando he llegado a la tienda, que no había luz”, explica otra pasajera, Carmen, que ha hecho el trayecto desde Guadarrama para llegar al trabajo y enseguida ha tenido que emprenderlo de vuelta. “Una compañera que sí tenía cobertura de Vodafone nos ha dejado llamar a nuestros familiares”. Su plan es llegar al intercambiador de Moncloa y allí intentar “coger el autobús, porque ni Renfe ni nada”.
He cogido el bus pensando que llegaría antes pero creo que habría sido mejor ir andando, ahora ya no sé qué hacer, estoy perdida
El conductor, que termina su turno a las 16:00, sigue trabajando también con dudas. Con la estimación en el momento de que el servicio eléctrico podría tardar en restablecerse entre seis y 10 horas, y habiendo recibido de la empresa de transportes un único aviso “a las 12:49, diciendo que había muchos semáforos que no funcionan”, espera que para entonces esté su compañero y pueda sustituirle. Si no es así, bromea, “tendré que parar el autobús”.
“En este tipo de eventos te das cuenta de lo importante que es conocer las líneas”, reflexiona Yasmin, una pasajera que ya ha activado el modo supervivencia. “Llevar agua, una lonchera… menos mal que en casa tengo enlatados”, repasa aliviada ante la jornada que ahora se presenta en blanco.
Apenas unos metros por detrás, en uno de esos autobuses turísticos que ya forman parte del paisaje habitual de la Gran Vía, el ambiente es más relajado, en parte porque se sabe con menos detalle qué está pasando y porque tampoco hay excesiva prisa por llegar a ningún sitio. En la planta de arriba, que va al descubierto, el guía continúa su explicación y los turistas, preparados con gorras y gafas para la subida de temperaturas prevista hoy en la ciudad, siguen su ritual fotográfico.
“Empezamos a ver que estaba todo el mundo en la calle haciendo nada y nos empezaron a saludar”, cuenta sobre cómo se han ido enterando de lo ocurrido Carmen Dobson, que ha venido desde Miami a pasar cinco días. “Les preguntamos qué pasaba y nos dijeron: ‘no tenemos electricidad’. Mi marido lo notó enseguidita, y este caballero aquí vio que estábamos sin Internet”. Otro de los pasajeros, “conectado a una red internacional de teléfono, ha podido leer lo que pasaba en las noticias”, explican.
“¿Pero esto entonces no es normal que pase?”, pregunta una joven que viaja en grupo desde Honduras, todos ataviados con camisetas del Real Madrid. Acaban de saber que su plan de ir al Berbanéu nada más bajarse de la ruta es poco viable; ni está abierto ni podrán llegar en metro. “No sabemos cómo movernos hasta allí”, dice Emma, otra de las integrantes del grupo. Tampoco cómo ir a su hotel: “Está en Oporto, creo”.
He viajado por todo el mundo pero nunca he visto nada así
Unos asientos por detrás, Giovanna, una turista italiana que va a estar aquí dos días, corre mejor suerte. Su condición de visitante en este caso la ha salvado: sin posibilidad de mirar el GPS en el móvil, airea orgullosa un mapa en papel que le indicará el camino de vuelta. “Cuando lleguemos iremos al hotel que allí quizás tienen más información”, confía. Aunque de momento no va a avisar a su familia en Italia “para no preocuparles”, ella empieza a estar inquieta: “He viajado por todo el mundo pero nunca he visto nada así”.
Durante el mediodía, y como ha podido comprobar este periódico cerca de la media tarde, el servicio de estos autobuses turísticos que hacen un recorrido sin paradas que comienza y acaba en las inmediaciones de la Fuente de Neptuno, ha seguido funcionando con varios puntos de venta de tiques en activo en el centro de la ciudad. “Con normalidad no estamos trabajando, no he podido hablar con nadie de la empresa”, dice el conductor, “pero tengo que seguir”.