La historia de un barrio de Bilbao apagado: «Dejando atrás lo trágico, nos ha servido para quitar los ojos de las pantallas»

Así se ha vivido el apagón en el barrio bilbaíno de Bolueta, donde no han recuperado la luz en toda la tarde y en el centro de salud, supermercados y comercios han tenido que hacer frente a un día sin electricidad ni internet

En el barrio bilbaíno de Bolueta hay cuatro torres ya construidas -y otras dos más están en construcción- sobre lo que alguna vez fue la fábrica Santa Ana, una de las zonas más afectadas en las inundaciones que azotaron la ciudad y el territorio vizcaíno en 1983. El barrio ha sido renovado con la construcción de las torres, la más alta de 28 plantas. Esta crónica ha sido escrita en la azotea de una de esas torres, concretamente en el piso diez, donde en una esquina llegaba internet a los móviles durante el apagón de electricidad y red móvil que sigue en la zona pasadas ya las seis de la tarde.

En el barrio, vecinos y propietarios de comercios han salido a las calles cuando sus locales y viviendas han quedado a oscuras. Primero, entre risas; horas más tarde, ya con preocupación. Quienes tienen menores a su cargo han optado por pasar el rato hasta que vuelva la luz en el parque con ellos mientras la carretera que pasa delante, la que va desde Miribilla hasta Basauri, está repleta de coches y de personas que deciden hacer el trayecto a casa -o al trabajo- andando.

“Intento llamar a mi madre, pero no contesta. Seguro que estará preocupada, espero que no haya salido de casa”, comenta una de las vecinas que se queja de su línea de móvil. “Hay otros que están consiguiendo llamar, pero mis llamadas no entran”, lamenta. Muchos optan por aprovechar el soleado día en el parque del barrio, otros van corriendo a hacer la compra. En el barrio hay cuatro supermercados, pero todos han cerrado menos uno de ellos que cuenta con un generador de energía que permite mantener las cámaras frigoríficas y los congeladores activos. “Por ahora no está viniendo más gente de lo normal ni vemos que hagan compras extrañas. No sabemos cuánto aguantará el generador, pero por lo pronto funcionan las cajas registradoras y las cámaras frigoríficas que es lo más importante”, reconoce la supervisora del supermercado.

Sílvia y Raúl viven en el 22 de la torre más alta. Antes del apagón, ella, que está embarazada y sale de cuentas la semana que viene, planeaba dar un pequeño paseo con su perro mientras su marido trabajaba. Sin embargo, cuando se disponía a coger el ascensor ha visto que el portal no tenía luz. “No puedo subir andando 22 pisos embarazada, tengo que esperar a que mi marido vuelva y luego me tendré que ir con él a su trabajo”, lamenta la mujer. Su marido es conductor de autobús y este lunes le toca realizar la ruta escolar por Bilbao y Bizkaia.


Personal y pacientes fuera del centro de Salud de Bolueta, en Bilbao

La situación es más preocupante en en el centro de Salud de Bolueta, donde las enfermeras y pacientes esperan en la puerta a que la luz vuelva. Paola lleva un rato esperando sin saber si será atendida o no, la acompaña su hija y tiene una cita con su médico de cabecera a las 14.20. En otras partes del país la luz y la conexión a Internet y llamadas han vuelto tras apagarse sobre las 12.30, pero en el barrio bilbaíno las viviendas y locales siguen a oscuras. También dentro del centro de salud, donde los pasillos están vacíos y los pacientes son atendidos en una sala que tiene ventana a la calle. Algunos de los sanitarios entran y salen de esa sala, otros esperan sentados en la calle. Junto a Paola, una señora de avanzada edad entra preocupada. “Mi marido tiene una bomba de oxígeno y le quedan tres horas”, le dice a una sanitaria que espera en la entrada. “Pase dentro a ver si le pueden ayudar”, cuenta la sanitaria.


Área de Pediatría del Centro de Salud de Bolueta en Bilbao cerrada durante el apagón

Ruth, como se llama la trabajadora de Osakidetza, que no ha podido aportar más datos a este periódico s petición de la dirección del centro de Salud, cuenta que minutos antes ha llegado otra mujer a la que en su caso a su marido le quedaban solo 30 minutos de oxígeno, y esta se ha marchado con una bomba que tenían en el centro. Sin embargo, al quedarle tres horas, supone que preferirán mandar a la mujer a un centro de salud más grande, como el de Santutxu o el Casco Viejo. “Esperemos que no venga más gente con ese problema porque aquí no tenemos para todos”, confiesa.

Finalmente, la mujer ha salido sin bombona de oxígeno nueva. “No sé qué voy a hacer, vuelvo corriendo con él y tendré que ir a Santutxu”, sostiene sin querer dar más detalles a este periódico. Paola también ha tenido que regresar a casa sin ser atendida. “Volveré más tarde u otro día, me han dicho que me darán otra cita”, indica.

“Atención, por favor, la estación tiene que ser evacuada. Rogamos que la abandonen de manera ordenada. Sigan las indicaciones de nuestro personal de seguridad”, suena en el altavoz del metro de Bolueta mientras trabajadores indican a los pasajeros que salgan sin correr de los vagones. Uno de ellos habla de tres personas encerradas en el ascensor, información que no confirma un trabajador de seguridad al que han llamado tras el apagón. “Viniendo hacia aquí la gente me preguntaba si iba el metro, pero el apagón ha sido en todo el país y hasta en Europa. Nosotros estamos bien, no quiero imaginarme cómo estarán en otras ciudades. Eso sí, tengo 50 años y no he visto nada parecido”, confiesa mientras coloca una banda roja y blanca para impedir el paso de los viandantes.


Metro de Bolueta, en Bilbao, cerrado durante el apagón

Al terminar la crónica se ha vuelto a ir la conexión a internet. A las 18.15 Con un 8% de batería en el teléfono móvil y poco más del 60 en el ordenador las alternativas son seguir esperando o moverse en coche mientras la interminable fila de vehículos no cesa y la red no se restablece ni siquiera en la esquina de la azotea en la que horas antes se podía hablar por teléfono, aunque las llamadas se cortasen y la voz no se escuchase correctamente. Poco más tarde de las 19.30 ha vuelto la conexión a internet al barrio, con lo que esta crónica ha podido ser entregada, pero la luz no ha vuelto a las viviendas de Bolueta. Eso sí, el parque está más vivo que nunca y los niños del barrio han sacado un balón para jugar al fútbol. “Dejando atrás lo trágico, nos ha servido para quitar los ojos de las pantallas”, apunta una vecina de avanzada edad mientras pasea con su hijo.