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¿Qué tal? Creo que no necesito explicaros por qué ayer no hubo boletín. Vamos a tratar de recuperar lo perdido con una edición más breve camino del festivo de mañana.
¿Cómo pasaste el extraño día de ayer? A mí el apagón me pilló en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense mientras cubría el pasacampus que calentaba la jornada huelga general que se celebró en la Comunidad de Madrid, donde todo el mundo, desde infantil hasta la universidad, tiene motivos para protestar contra Ayuso. La crónica, como la huelga, se quedó a medias.
Ahora hablamos un poco del paro, aunque quedó totalmente opacado por el apagón. Cuando saltó el suministro eléctrico y ya quedó claro que iba para largo, madres (sobre todo) y padres por todo el país se preguntaron cómo estarían sus hijos y si debían ir a buscarlos al colegio, una decisión que la mayoría tomó de manera autónoma ante la imposibilidad de contactar con los centros.
Por la tarde las dudas empezaron a extenderse. ¿Habría clase hoy martes? El Ministerio del Interior, que tomó el mando en ocho comunidades autónomas, dijo que había que abrir, al menos a modo de elemento para la conciliación de las familias.
Este es un melón que habrá que abrir en algún momento, porque es reiterativo. Cuando sucede algo, enseguida se piensa en los colegios como aparcaniños (o adolescentes) para que los progenitores puedan irse a trabajar. Este tipo de decisiones irritan profundamente a profesorado y direcciones de los centros, que siempre recuerdan que son educadores, no cuidadores, y que su trabajo no es vigilar a nadie. “¿Para qué va a venir un alumno de 17 años a mi instituto siete horas no lectivas?”, se preguntaba un docente. “¿A matar el rato? ¿Nos dedicamos a montar pachangas de fútbol?”. El enfado era notable y extendido en redes.
Los adultos se defienden… pero dan la razón al profesorado con que ejercen de cuidadores. “Al principio no iba a traerlos porque yo teletrabajo, pero es una gran ayuda. No tengo todavía Internet en casa y tengo que ver qué hago”, nos contaba Arancha a la puerta de un centro madrileño. “Vamos a ver cuántos somos, les dividiremos en dos grupos y veremos qué hacemos”, explica la directora con cierta sensación de lamento de ser “tratados como guarderías”.
Más allá de la queja, en la mayoría de las comunidades la situación fue de al menos relativa normalidad ayer. Casi todas abrieron sus aulas y en muchas se impartieron las clases como cualquier otro día, aunque Aragón, la Comunitat Valenciana, Extremadura, La Rioja y Madrid lo hicieron sin actividad docente. El caos llegó en Castilla-La Mancha y Galicia.
En estas dos comunidades los respectivos gobiernos regionales anunciaron el lunes que no abrirían sus centros. Pero luego llegó la orden de Interior de al menos ofrecer un espacio de acogida, mensaje que no llegó a las familias. En Galicia, la Xunta admite que hubo “información contradictoria”. Una madre explicó a este periódico que no le encontraba sentido alguno al cierre generalizado cuando el lunes los pequeños pasaron el día en el centro sin problema alguno pese a la falta de electricidad.
Algo parecido sucedió en Castilla-La Mancha. Allí, la Junta explicó ya el lunes que “era necesaria una evaluación de los centros educativos” y que no habría actividad por la mañana. Finalmente, se decidió abrir por la tarde.
En este tipo de situaciones, uno se pregunta siempre qué diferencia a unas comunidades de otras. ¿Castilla-La Mancha necesitaba comprobar sus centros, pero el resto de regiones no? ¿Sabían ya el lunes que iban a estar bien? ¿Consideraron que no era necesario? Hacen falta explicaciones aquí.
Esta semana hemos hablado de…
El pasacampus de la Complutense, el lunes.
Como os comentaba, en Madrid había una huelga programada el lunes. Era la primera huelga general educativa en más de una década y fue a toparse con una situación inédita. Ya es mala suerte porque pasó totalmente desapercibida.
Si se piensa, tiene su mérito lo de Ayuso. Desde que ejerce como presidenta ha ido enfadando uno a uno a todos los sectores educativos de Madrid, desde las patronales infantiles hasta las concertadas, pasando por supuesto por todo el sistema público, que hoy se levanta ya cansado.
La crónica de la mañana, os decía, quedó interruptus, como la huelga (con mi dosis de mala suerte también, me faltaban cinco minutos para enviar el texto). El día había arrancado algo frío en cuanto a movilización, quizás, aunque la convocatoria había conseguido paralizar los campus de la Complutense y la Autónoma, las dos universidades más combativas. Pero poca incidencia en el resto.
En las etapas obligatorias el seguimiento fue desigual, según Menos Lectivas, pero rondando el 20%. Sin los sindicatos principales respaldando la protesta todo es más difícil, aunque los docentes de base y los sindicatos minoritarios están creciendo en apoyo y presencia.
Por la tarde, la gran manifestación quedó anulada. A las seis de la tarde, hora prevista de inicio, Atocha estaba colapsada por miles de personas tratando de volver a sus casas o cruzar la ciudad. Añadir una manifestación a ese caos no le habría generado muchas simpatías a la causa. Pero, problema-solución, ya hay nueva fecha: el 13 de mayo se recuperará esta asignatura pendiente.
Como os decía, hoy tocaba edición abreviada.
Así que lo dejamos aquí y nos leemos la semana que viene, de vuelta al horario habitual del martes si no se cae el mundo otra vez.
¡Feliz semana!