La mujer, quien perdió y reencontró a su hermano recién nacido en ‘La Juía’, nunca volvió a ver a su padre tras cruzar los Pirineos. Hace una semana PP y Vox rechazaron hacerle un reconocimiento en vida
Málaga-Almería, febrero del 37: ‘La desbandá’, el infierno en el camino
Este miércoles por la noche, al filo de las 23:00, falleció en Pasionaria León Díaz (Jimena de la Frontera, 31 de diciembre de 1928 – San Pedro Alcántara), memoria de las huidas de la Guerra Civil. Aterrorizados y perseguidos por las tropas golpistas, ella y otros miles hicieron las Huías o Juías, como se conoce a las marchas de civiles desde el interior de Cádiz y Málaga a la costa; luego la Desbandá, la marcha por la carretera de Almería bajo el fuego mortal de la aviación italiana y alemana y tres cruceros sublevados; y finalmente la Retirada, el triste paso a Francia por Portbou cuando todo estuvo perdido. Regresó a España junto con su madre Milagros y sus hermanos Servet y Liberto (nacido en plena Desbandá), pero nunca volvió a ver a su padre, maestro albañil, sindicalista de la CNT, demasiado señalado para volver a un país gobernado por la dictadura fascista.
Horas antes de que ella falleciera, su hijo Fermín relataba a elDiario.es Andalucía, que preparaba una entrevista con ella, cómo ahondó en la historia de todas sus huidas: un día, rebuscando, halló en una caja las cartas que su padre le dirigió desde Francia. Fue así como se enteró de su pena por no poder asistir a su boda con un trabajador del corcho de los alcornocales, “de clase obrera como nosotros”, le escribió ella.
Cuando la madre, Pasionaria y sus dos hermanos regresaron a Jimena les habían arrebatado la casa, dos de sus tíos habían muerto (uno en la batalla de Teruel, el otro fusilado por “rojo y maricón”) y los niños fueron obligados por la Iglesia a recibir un nuevo nombre del santoral (Servet, Liberto y Pasionaria pasaron a ser Pedro, Alberto e Isabel). Firmó el conforme como Pasionaria. “Se lo pusieron por la flor y en la familia la llamaban Pasión. Nadie la conocía como Isabel”, cuenta su hijo.
Era Pasionita en Gran Canaria, adonde se marchó años más tarde con su marido y sus hijos en busca de prosperidad. La halló primero vendiendo santos de escayola, una paradoja en una familia anarquista, luego con negocios varios (de la fotografía a la caseta del tiro pichón o un taller de ropa), hasta volver a la Península, a San Pedro Alcántara, donde tuvo el ojo suficiente para invertir en el negocio inmobiliario y vivir lo que le quedó de intensa vida hasta este miércoles. “Era muy luchadora y muy trabajadora”, resume Fermín.
Aunque su historia era conocida en círculos memorialistas a raíz de una investigación de Ignacio Trillo, el nombre de Pasionaria saltó la palestra hace una semana cuando PP y Vox dieron un portazo a que Marbella dedique un espacio a su vida de película. El Pleno rechazó dedicar un espacio para colocar una pequeña escultura en homenaje a ella y a quienes tuvieron que tomar la carretera de Almería para huir de los golpistas que avanzaban desde el oeste, o a quienes fueron represaliados después. El Consistorio rechazó reconocer el sufrimiento de quienes “sufrieron la represión franquista” en la ciudad, tal y como solicitaba la moción presentada por el PSOE.
Durante el Pleno, el concejal José Bernal (PSOE) trató de colocar a los ediles del PP en una disyuntiva: “O votáis a favor de la democracia o a favor del fascismo. Al lado de las víctimas o al lado de los opresores. O apoyáis a la niña Pasionaria o jaleáis a los escopeteros que asesinaban a los que abandonaban sus casas con miedo”. Pero sin tomar la palabra ni explicar los motivos del voto, PP y Vox votaron en contra y la moción fue rechazada. Opción Sampedreña sí sumó los votos de sus dos concejales a los socialistas, insuficientes en todo caso para aprobar el reconocimiento.
Una huida desde Jimena de la Frontera a París
La historia de Pasionaria León fue exhaustivamente documentada por Ignacio Trillo hace un par de años para el libro Memorialistas campogibraltareñas del convulso siglo XX, editado por la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar y la Diputación Provincial de Cádiz.
A través de cartas, documentos, un viaje al sur de Francia y entrevistas orales, Trillo trazó el periplo de la mujer: la huida de las bombas a lo largo de la carretera que bordea la costa mediterránea; cómo la familia perdió y recuperó al pequeño Liberto en medio del ruido y la sangre, alimentado gracias a una cabra que un vecino de Jimena consiguió; cómo cruzaron los Pirineos; cómo su padre acabó en el campo de refugiados de Saint-Cyprien y exiliado por su pasado sindicalista, y ella retornó a la Península, antes de zarpar a Canarias y regresar de nuevo frente al Mediterráneo.
León nació en Jimena de la Frontera, un pueblito en la falda oriental del parque de Los Alcornocales, en los límites de la provincia de Cádiz con la de Málaga, pero pronto se marchó con su familia a La Línea de la Concepción. Su padre, maestro albañil, había sido contratado para levantar allí una escuela, dentro del Plan de Escuelas de la República. Militaba también en la CNT, el sindicato de inspiración anarquista.
Su afiliación le ponía en la diana. Así que en cuanto las tropas sublevadas llegadas de Melilla pusieron pie en su barrio, la familia emprendió la huida. Primero, a unas cabrerizas donde pudieron alimentarse y también cogieron piojos, según recordaba Pasionaria. Luego, de vuelta a Jimena. Después, cuando el Ejército del Sur comandado por Queipo de Llano llegó al pueblo, hacia Estepona, y luego a Málaga. Y después, mientras Queipo empujaba desde el oeste y los ‘camisas negras’ enviados por Mussolini apretaban desde el norte, hacia Almería, única vía de salida para decenas de miles de familias aterrorizadas por las noticias de la masacre de Badajoz, las soflamas de Queipo y lo que ya habían podido ver. “Nueve días”, parte andando y parte en burro, cuenta ella en un vídeo que grabó su hijo hace algunos meses y que facilitó a este medio pocas horas antes de perderla.
Aquel éxodo caótico de los primeros días de febrero de 1937 se convirtió en una de las peores masacres de la Guerra Civil cuando los cruceros Canarias, Baleares y Almirante Cervera cañonearon sin piedad la columna de civiles, tiroteada desde el aire por los bombarderos Heinkel: entre 3.000 y 5.000 muertos y de 200.000 a 300.000 huidos, según las investigaciones más recientes.
Entre ellos marchaba Pasionaria León junto a su hermano Servet y su madre Milagros, que emprendió la marcha a punto de salir de cuentas. A la altura del Faro de Calaburras, en Mijas, nació Liberto. Pero en la confusión, el bebé se perdió. “A la altura de Torrox la madre le dijo a un muchacho de Jimena que no puede seguir con la carga y que se lo sujete, pero irrumpe la aviación alemana (desde Melilla) e italiana (desde Tablada), que empieza a ametrallar”, cuenta Trillo.
Se reencontraron en Almería, desde donde la familia partió hacia Alicante, y desde allí, a Serrat (Girona). Tras la Batalla del Ebro la familia buscó refugio en Francia, pero el padre fue trasladado a un campo de concentración y el resto enviado al norte, cerca de París, donde recogían guisantes para enviar dinero a su padre, que seguía en Saint-Cyprien. Nunca volverán a encontrarse: el hombre morirá en el exilio a comienzos de los años 50, mientras ella inicia su vida de empresaria, primero trasegando con mercancías entre Gibraltar y Jimena, luego en Canarias y, finalmente, en San Pedro Alcántara.
Pasionaria, junto a su familia, en Gran Canaria | Cedida
La Desbandá, Lugar de Memoria Democrática
Tras más de medio siglo de silencio forzado o autoimpuesto y una década, la más reciente, de progresivo reconocimiento público, la Desbandá fue distinguida el pasado febrero como “Lugar de Memoria Democrática” por el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática. La resolución oficial la denomina “éxodo, persecución y masacre de la población civil entre Málaga y Almería en febrero de 1937”, calificándola como “uno de los episodios más sangrientos de la Guerra Civil Española”.
Aquellos días, la población civil se convirtió en objetivo sistemático de los bombardeos de los tres cruceros que cañoneaban la huida desde el mar, como atestiguan los cuadernos de bitácora del Canarias y el Baleares así como decenas de testimonios, y de los aviones alemanes e italianos que ametrallaban desde el aire. Quedó referencia escrita en La Esperanza, la novela en la que André Malraux relata su experiencia como piloto de la República, o en las fotos que tomaron el médico canadiense Norman Bethune y su ayudante Hazen Sise.
El PSOE aspiraba a que la ciudad de Marbella reconociera la vida de León, haciendo extensible el reconocimiento a “aquellos ciudadanos de nuestro municipio que vivieron esta tragedia en carne propia” y de las víctimas de la represión “cuyas voces han sido silenciadas por la historia”. Isabel Pérez, portavoz socialista, pidió el reconocimiento “no como símbolo de victimismo, sino como faro de resistencia”.
‘La desbandá’. /©Norman Bethune.La huella solidaria
En alguna ocasión, Pasionaria volvía a recitar lo que cantaban al cruzar los Pirineos, camino del campo de refugiados donde vio por última vez a su padre: “Somos los tristes refugiados que al fin hemos llegado. Después de mucho andar, hemos pasado la frontera siempre a pie por La Junquera con nuestro ajuar: mantas, macutos y maletas, dos latas de conserva es lo que hemos podido salvar después de tanto luchar contra el fascio invasor. Y a este campo de Saint-Cyprien venimos a encerrar para no comer”. La canción de quien vivió todas las huidas de la guerra.