Este Primero de Mayo tenemos que proteger lo conquistado para ganar futuro. “Ojo en camino y ojo en porvenir”, que concluía la canción de Silvio Rodríguez, para defender y profundizar en los derechos laborales y sociales
Escribió Silvio Rodríguez en su Fábula de los tres hermanos aquello de que “ojo que no mira más allá, no ayuda al pie”, para referirse al hermano mayor que solo miraba el paso siguiente que iba a dar, perdiendo cualquier perspectiva del entorno. Digo esto por la sorpresa que en algunos ámbitos ha creado que los sindicatos hayamos centrado buena parte de nuestro mensaje previo a este Primero de Mayo en señalar los riesgos que la irrupción de las nuevas extremas derechas acarrea para la clase trabajadora.
Pensar que hoy en día existe una nítida línea divisoria entre lo global y lo local, entre lo de allí y lo de aquí, es no comprender (o no querer comprender) el momento que vivimos. Este Primero de Mayo debe ser un clamor reivindicando una respuesta europea fuerte ante el desafío civilizatorio que pone encima de la mesa la Administración Trump.
Estamos ante mucho más que una disputa arancelaria y comercial. Es cierto que una guerra arancelaria no conviene a nadie, pero si alguien la lanza (y más si ese alguien es la primera potencia económica del mundo) no queda más remedio que asumir el desafío y responder. Para los sectores afectados puede tener consecuencias económicas y en el empleo, y por tanto hay que exigir medidas económicas que compensen esta situación y protección de esos empleos. También es cierto que si esta pugna arancelaria escala, hay un riesgo de recesión económica y de crecimiento de la inflación. No son temas nada menores, pero la cuestión va más allá.
Mediante el chantaje de encarecer las exportaciones que los países hacen a EEUU, se quiere condicionar la soberanía política de la UE, cuestionar nuestro sistema fiscal y por tanto nuestro modelo social, así como nuestra capacidad regulatoria en materias tan sensibles como la seguridad alimentaria. Las extremas derechas europeas, y singularmente la española, simpatizan con esta idea porque supone romper la espina dorsal del modelo social propio de los Estados democráticos y sociales de derecho. Una vía para cabalgar hacia modelos autoritarios en lo político, conservadores o reaccionarios en lo moral, y ultraliberales en lo económico.
Pero la ofensiva trumpista ha servido también para consolidar una idea. Necesitamos reforzar nuestra autonomía estratégica. Reducir la dependencia de los actores globales que se están disputando la hegemonía mundial, en los elementos críticos para la economía y, a la vez, diversificar las relaciones comerciales y económicas desde una posición de fuerza.
Esta idea ya se había abierto paso antes. Cuando en la pandemia comprobamos nuestras limitaciones para contar con productos sanitarios básicos, que había que buscar entre un mar de piratas, intermediarios y sinvergüenzas; cuando tras la pandemia y la recuperación del comercio mundial, la escasez de suministros, semiconductores, etc., provocó la primera escalada de precios; cuando tras la invasión rusa de Ucrania, las posteriores represalias económicas y la voladura de los gaseoductos del Nord Stream 2, comprobamos lo temerario que es la enorme dependencia que tenemos de las energías fósiles que proceden de zonas inestables del mundo.
Hoy vivimos un momento de época en el que la defensa de los derechos de la clase trabajadora pasa por fortalecer políticas de autonomía energética, desplegando las renovables que a España le pueden facilitar un proceso de reindustrialización que nos lleve al pleno empleo; políticas industriales donde los Estados no pueden limitarse al papel de subsidiantes de empresas privadas, sino que tienen que ser actores económicos que condicionen las decisiones de inversión privada en relaciones de reciprocidad entre lo público y lo privado. El poder público debe tomar posiciones en los sectores estratégicos, pese a lo que proteste el fracasado catecismo neoliberal.
Hoy no hay manera de concurrir en esta pugna global desde los espacios de confort de los Estados nación. O se fortalece la posición política de la Unión Europea, o estamos condenados a ser palmeros de la pugna entre EEUU y China. Esto lo saben bien quienes pretenden fragmentar Europa, desde fuera pero también desde dentro con apelaciones a los viejos nacionalismos vinculados a los Estados-nación.
Pero también decía Silvio Rodríguez que el segundo hermano solo iba atento al horizonte, y “no podía ver la piedra, el hoyo que vencía a su pie”. Y claro, se estampaba en el suelo.
Por eso en este Primero de Mayo también situamos la necesidad de recuperar una fuerte agenda social y laboral propia. Los buenos datos comparados en crecimiento económico, o el récord absoluto en empleo, no deben ocultar otra realidad. La de millones de personas que trabajan en condiciones de incertidumbre, la precariedad, o salarios que apenas dan para cubrir el coste de la vida.
Subir el SMI y reducir la brecha salarial, reducir la temporalidad a la mitad, intervenir el mercado laboral con recursos públicos para evitar la millonaria destrucción de empleos, recuperar equilibrios en la negociación colectiva, han sido políticas acertadas. Y además han servido para romper mantras neoliberales. Lejos de la hecatombe que muchos pronosticaban, hoy el empleo crece, la productividad por hora trabajada aumenta, la retribución media de los asalariados gana peso en el conjunto de la economía, y el saldo exterior de España se comporta bien. Lo que decían que era imposible es posible, y supone la base del crecimiento económico de nuestro país.
¿Pero de qué le sirve esto a quien ha visto su sueldo lastrado por el incremento de los precios en productos básicos? ¿A quién haya sufrido el encarecimiento de su hipoteca o sea incapaz de encontrar un alquiler asequible?
Los datos de empleo de España no pueden dar pie a la autocomplacencia sino a la exigencia. Rotos los dogmas neoliberales, hay que avanzar en un modelo laboral más justo. Reducir la jornada legal de trabajo dando respuesta parlamentaria al acuerdo que hemos acordado con el Gobierno, o cambiar el régimen de despido, son prioridades sindicales.
Las mayorías sociales buscan seguridad y certezas. Hoy los precios de la vivienda drenan las rentas salariales, impiden la emancipación de jóvenes, lastran las posibilidades laborales. Es necesaria una ofensiva institucional para reducir los precios de acceso a un bien básico como es poder tener un lugar donde vivir. Para ello se requiere contar con un gran parque de vivienda a precio accesible, fundamentalmente en régimen de alquiler. Movilizar vivienda vacía; limitar en determinados supuestos las rentas del alquiler ofreciendo también programas de seguridad en el pago o el estado del inmueble a los propietarios; restringir el uso mercantil de la vivienda en los pisos turísticos y otras prácticas inflacionistas; promover la construcción de vivienda sostenible y con precios de acceso acorde a los salarios; establecer palancas financieras como el Fondo de Inversión para la Vivienda Asequible que propuso CCOO que financie 50 mil viviendas al año.
Este Primero de Mayo tenemos que proteger lo conquistado para ganar futuro. “Ojo en camino y ojo en porvenir” que concluía la canción de Silvio, para defender y profundizar en los derechos laborales y sociales, reivindicar la dignidad de la clase trabajadora como motor del mundo, o la igualdad como sentido mismo del papel del Estado y del derecho. La convivencia y la paz ante quienes quieren volver al mundo cavernario, al canibalismo social y a la regresión de la democracia.