¿Cambió el papa Francisco la estructura patriarcal de la Iglesia?

Bergoglio afirmó sentir un profundo sufrimiento al ver cómo en algunas organizaciones eclesiales el servicio de las mujeres desembocaba en servidumbre y defendió su incorporación a los ámbitos de responsabilidad eclesial, pero apenas dio pasos en esa dirección

La Iglesia católica, una patriarquía

El 13 de marzo de 2013 los cardenales eligieron Papa al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, que fue el primer pontífice latinoamericano. Falleció el 21 de abril de 2025 a los 88 años. Al llegar al Vaticano se encontró con una Iglesia asentada sobre una sólida estructura jerárquica, patriarcal y clerical. ¿Mutó durante sus doce años de pontificado la lógica excluyente de las mujeres en la Iglesia católica por otra inclusiva que las incorporara en los ámbitos directivos y ministeriales en igualdad con los hombres o mantuvo la estructura discriminatoria que heredó de sus predecesores? 

Planteo esta pregunta porque su actitud hacia las mujeres era uno de los ámbitos donde el papa argentino se jugaba tanto su credibilidad como la autenticidad de su reforma. En ese terreno creo que ha llevado a cabo pocos cambios y sus palabras apenas se han compaginado con los hechos. Afirmó que “un mundo donde las mujeres sean excluidas es un mundo estéril”, pero la Iglesia católica es el mejor ejemplo de esa exclusión y, por tanto, de su esterilidad. Dijo que le producía un profundo sufrimiento ver cómo en algunas organizaciones eclesiales el servicio de las mujeres desembocaba en servidumbre y defendió su incorporación a los ámbitos de responsabilidad eclesial. Pero apenas dio pasos en esa dirección.

Sacerdocio, no

Desde el principio dejó clara la negativa del acceso de las mujeres al sacerdocio con los mismos argumentos y la misma contundencia que los papas anteriores, apelando, a mi juicio equivocadamente, a la voluntad excluyente de Cristo, lo que es contrario a las investigaciones bíblicas, históricas, arqueológicas, teológicas, pastorales y feministas, que avalan el ejercicio de todas las funciones ministeriales por parte de las mujeres en distintos momentos de la historia del cristianismo. Las propias cartas de Pablo de Tarso reconocen el protagonismo de las mujeres en las comunidades cristianas que él fundó a lo largo de la cuenca mediterránea. ¿Qué decir, entonces, de los textos en los que el apóstol discrimina a las mujeres? Que no son de su autoría, sino interpolaciones posteriores.

La hermenéutica bíblica y la teología feminista muestran que Jesús de Nazaret no puso en marcha una organización patriarcal y clerical, como la actual, sino una comunidad de hermanos y hermanas, un movimiento igualitario de hombres y mujeres sin las discriminaciones de género reinantes en el judaísmo. Mientras que los discípulos le abandonaron en los momentos más cruciales en los que más los necesitaba, las mujeres lo acompañaron has la cruz. Mientras que los discípulos se resistieron a aceptar que Jesús hubiera resucitado, las mujeres fueron las primeras testigos de la Resurrección. Y es precisamente en el encuentro de María Magdalena y de sus compañeras con él cuando comienza la Iglesia. La figura de María Magdalena tuvo en varias iglesias mayor autoridad que Pedro.

“Teología de la mujer” 

Al comienzo de su pontificado Francisco propuso, sin duda con la mejor intención pero también con desconocimiento, la elaboración de una “teología de la mujer”, como si se tratara de un avance en relación con la exclusión de las mujeres de la etapa anterior. Sin embargo, dicha teología mantiene los estereotipos de lo masculino y lo femenino, y legitima las funciones y los roles diferenciados -y discriminatorios- en función del sexo. Con el objetivo de justificar la negativa del acceso de las mujeres al sacerdocio, hizo una peligrosa distinción entre identidad y función utilizando el recurrente discurso de la excelencia, conforme a la encíclica de Juan Pablo II Mulieris dignitatem, que Francisco considera un “documento histórico”, pero que para mí reforzaba el patriarcado. Reconocía la identidad de las mujeres, e inclusos su superioridad sobre los hombres, pero las dejaba sin funciones, que es como reducirlas a simple escaparte. 

“La Iglesia es mujer”, afirmó Francisco al comienzo de su pontificado, pero los hechos desmienten dicha afirmación: las mujeres no pueden ser papisas, ni obispas, ni sacerdotisas, ni siquiera diaconisas, no pueden acceder al altar, ni representar a Dios ni a Jesús de Nazaret, ni pueden administrar los sacramentos, solo recibirlos, no pueden predicar en la Iglesia, solo escuchar. Son mayoría, cierto, pero silenciada, sin voz ni voto.

Es verdad que en el Sínodo de la sinodalidad las mujeres participaron por primera vez con voz y voto, lo que supuso un importante avance hasta ser calificado de cambio histórico. Y ciertamente lo fue, ya que hasta entonces solo los obispos podían votar el documento final de los Sínodos. Pero fue Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Estrasburgo y relator del Sínodo, quien relativizó la presencia de las mujeres con voz y voto al afirmar que tal cambio “no es una revolución, pues la asamblea sigue siendo una reunión de obispos, con una representación de no obispos”. Y así fue, porque el 75% de los participantes fueron obispos. Se garantizaba así la mayoría masculina, de la que no podía esperarse un giro feminista en favor de la igualdad. 

En un discurso dirigido a la Comisión Teológica Internacional, organismo de la Curia que asesora al Papa en cuestiones doctrinales, Francisco se refirió a la necesidad de desmasculinizar la Iglesia. Cuando lo escuché no pude menos que aplaudirlo porque me parecía un paso muy importante en la incorporación de las mujeres a la elaboración de la reflexión teológica, reservada durante siglos a los clérigos. Sin embargo, durante los doce años de pontificado no lo aplicó en el seno de la propia Comisión Teológica Internacional formada actualmente por 30 miembros, de los que 25 son varones y 5 mujeres. Una descompensación demasiado grande. 

En 2012, durante el pontificado de Benedicto XVI, se creó en L’ Osservatore Romano, órgano oficial del Vaticano, el suplemento mensual Mujer, Iglesia, Mundo, dirigido por un colectivo de mujeres bajo la coordinación de Lucetta Scaraffia, prestigiosa historiadora y periodista italiana. El suplemento destapó y denunció la esclavitud a la que vivían sometidas no pocas religiosas en sus Congregaciones, los abusos sexuales de que eran objeto por parte de sacerdotes y obispos e incluso los embarazos que terminaban en abortos pagados por los propios clérigos agresores. Tras no contar con el apoyo de los responsables de L’ Osservatore Romano, Lucetta presentó su dimisión junto con todo su equipo de mujeres.

Nombramientos

Francisco nombró a varias mujeres para cargos importantes en la Curia. Al frente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano puso a la religiosa Raffaella Petrini. Su cometido es continuar con la tarea iniciada por el papa de hacer transparente la economía del Vaticano y frenar los abusos en esta materia. Es sin duda el puesto de mayor responsabilidad en la gestión de las finanzas. Como prefecta del Dicasterio para los Institutos de la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica nombró a sor Simona Bambrilla, pero por encima de ella tiene a un pro-prefecto, el cardenal español salesiano Ángel Fernández Artime.

Tras el fallecimiento del papa Simona, Brambilla recibió una carta firmada por el decano del Colegio Cardenalicio, cardenal Giovanni Batistta Re, para invitarla a participar en las congregaciones de los cardenales anteriores al cónclave. El envío lo hizo al “Prefetto Simona Brambilla”. El masculino de la misiva demuestra que el femenino resulta ajeno a estos cargos. El cardenal pidió perdón, pero no por usar el masculino dirigido a una mujer, sino por el error de haberla invitado a las congregaciones reservadas a los varones. En 2022 nombró a tres mujeres en el Dicasterio para los obispos: Raffaella Petrini, Yvonne Reuugoat y Lia Zervino.

Me parecen pasos adelante muy importantes. Pero no podemos quedarnos ahí, hay que reclamar la igualdad y la paridad en los órganos representativos donde se toman las decisiones en cuestiones fundamentales para la vida de la Iglesia tanto a nivel local como universal.

La raíz de la actual discriminación de las mujeres en la Iglesia católica se encuentra, a mi juicio, en la masculinidad de Dios. La teóloga y filósofa estadounidense Mary Daly afirma en su libro Más allá de Dios Padre: “Si Dios es varón, el varón es Dios. Y tiene razón. La representación masculina de Dios lleva derechamente a la divinización de los varones y a la minusvaloración de las mujeres. La filósofa estadounidense Kate Millet, referente de la tercera ola del feminismo, escribe en su obra Política sexual: ”El patriarcado siempre tiene a Dios de su lado“. Con la historia y la teología en la mano Millet también tiene razón. Las religiones en general siguen siendo hoy uno de los principales y más eficaces bastiones en defensa del patriarcado.

Pero esa situación creo que es reversible. Decía Rafael Sánchez Ferlosio que si no cambian los dioses, nada cambiará. Creo que esta afirmación es aplicable al tema de la imagen patriarcal y masculina de Dios: mientras no se desmasculinice a Dios, se despatriarcalice a Jesús de Nazaret, se desjerarquice y declericalice la comunidad cristiana, nada habrá cambiado y las mujeres seguirán siendo cristianas subalternas en una Iglesia que debería ser espejo de igualdad y justicia de género.