Cuando Stella Adler terminó de responder a las preguntas, los interrogadores de Joseph McCarthy habían llegado a la interesante conclusión de que tenía muy pocas luces y ninguna conciencia de nada
Se dice mucho, y tiende a ser cierto; pero quien lo dijo aquella vez era Stella Adler, destacada alumna de Konstantín Stanislavski (con quien estuvo varias semanas en la Unión Soviética) y cofundadora junto a Harold Clurman, Lee Strasberg y Cheryl Crawford del Group Theater de Nueva York: “Nuestro teatro ha cambiado tanto que ya no le queda mucho de teatro. Somos un resto del cine y la televisión”. Adler, que algo sabía de interpretación (“ella me lo enseñó todo”, afirmaba Marlon Brando), consideraba que el cine se reduce fundamentalmente a “la acción”, al interés por “lo que va a pasar”, a si el protagonista va a “ganar o perder”, a “vivir o morir” (, 1983) y que, cuando el teatro pecaba de lo mismo, traicionaba su sentido: ser “el lugar donde la gente va a ver una radiografía social y espiritual de su época”, ser un espacio “donde se dice la verdad sobre la vida y la situación social”.
Actor vs. Interpreter