Mujeres que se convirtieron en madres rozando la treintena relatan cómo ha sido su experiencia: “A veces también nos sentimos muy niñas porque en nuestra generación hemos empezado a acceder al mercado laboral y a independizarnos mucho más tarde”
En primera persona – Mi experiencia criando a una niña con un hombre 14 años mayor que yo: recae todo sobre mí, estoy agotada
Concertar las entrevistas para este reportaje ha sido difícil. La que no está haciendo malabares para conciliar trabajo y cuidados está literalmente intentando dormir a su bebé –sin éxito– para quedarse unos minutos ‘libre’. Todas las mujeres que aquí aparecen tienen algo en común: son madres, tuvieron a su primer bebé en torno a los 30 y, en este periplo, se han visto solas en muchas ocasiones; por la manera en que el sistema se organiza dejando a un lado las necesidades de las madres y los bebés, sin duda, pero también por la falta de otras amigas ‘comadres’.
“Es que la maternidad es muy solitaria”, razona Irati, médica de 32 años, que tuvo a su hija con 28. Ella fue la primera de sus amigas en convertirse en madre, y de momento es la única. “Unai [su pareja] y yo siempre quisimos ser padres jóvenes, y justo en ese momento yo tenía un contrato más estable y me acababa de comprar una casa. Pero en mi entorno fliparon cuando lo contamos”, recuerda esta mujer de Portugalete (Bizkaia).
A Irati le ‘salvó’ el hecho de que su hermana, cuatro años mayor que ella, se quedó embarazada casi a la vez, y desde entonces se han acompañado mucho. “Ahora nos vemos todos los días, antes cada una iba a su bola”, dice. Pero en su círculo de amistades la dinámica ha sido justo la contraria: “Me he caído de muchos planes. Si quedan a las ocho de la tarde para tomar algo, a esa hora es cuando me tengo que ir a casa”. “Sigo teniendo los mismos amigos, pero quizás con menos confianza, porque los veo menos. Y los que antes no eran muy amigos pues ya directamente no lo son”, resume Irati sobre su situación.
Si Irati vivió ese cambio en sus relaciones tras ser madre con cierta resignación, a Esther Kiras (Ciudad Real, 37 años) le “enfadó mucho”. “Fue un choque de realidad que no me esperaba. Me sentía desubicada, no tenía referencias, no tenía un círculo con quien compartir por lo que estaba pasando en ese momento. En el embarazo la gente está muy pendiente de preguntarte cómo estás y tal, pero cuando nació mi hija fue bastante batacazo”, cuenta Esther, profesora y fotógrafa que tuvo a su primera hija con 30.
Fue un choque de realidad que no me esperaba. Me sentía desubicada, no tenía referencias, no tenía un círculo con quien compartir por lo que estaba pasando en ese momento
Ese “choque” le hizo reflexionar mucho y escribir sobre el tema. “Vi, lo primero, que no estamos preparadas para sostener a las madres. Vivimos en un entorno muy adultocentrista. Y me enfadaba mucho ver que muchas de mis amistades se habían basado en el ocio nocturno; entonces, como yo no podía entrar en esas dinámicas de ocio, parecía que mis relaciones ya no tenían mucho sentido, dejaron de contar conmigo para planes… Sentí que la sociedad no estaba preparada para hacer planes alternativos o más niño-friendly”, recuerda Esther. “Sentí que en ese momento mis amigas no estuvieron como las necesitaba”.
Ser madre a los 30, casi una rareza en España
Ni Irati ni Esther se consideran madres especialmente jóvenes, pero la sociedad sí las ve a veces como tal. En España, la edad media a la que se llega a la maternidad se sitúa en los 32,6 años, según los últimos datos del INE. En el caso de madres españolas, esta edad sube hasta los 33,1 años, mientras que en las mujeres extranjeras está en los 30,5 años. Pero hay más: en 2023, más de uno de cada diez nacimientos (10,8%) que hubo en España fueron de madres mayores de 40, unas cifras que han crecido casi un 20% en los últimos diez años.
Por eso, aunque Elena (32 años y un hijo de dos meses) reconoce que ha llegado a “forzar” los encuentros con otras madres desde que ella lo es, al final se ha sentido un poco extraña. “Están en torno a los 40. Y quizás hay temas con los que no te sientes igual con 30 que con 40”, dice. Para tratar de ahuyentar la temida soledad tras la maternidad, Elena se apuntó a las clases posparto de su centro de salud, en Vallecas (Madrid), y está en un grupo online que solo mira de vez en cuando porque le resulta caótico. “No estoy en otros grupos porque cuestan dinero. Y me parece terrible tener que pagar 50 euros por hacer amigas”, comenta.
Me siento como si tuviera que ligar con otras madres
Sería cómico si no fuera porque es real. Ester López, psicóloga perinatal y CEO de Desdelaraíz.es, ha escuchado en consulta a mujeres que le dicen: “Me siento como si tuviera que ligar con otras madres”. “Y es que es un poco así”, confirma la propia López. “En psicología perinatal siempre recomendamos apuntarse a un grupo de posparto, de lactancia, de yoga o de lo que sea para encontrar a otras madres con quien compartir”, explica. Pero no siempre es fácil.
“Joé, ¿te vas a meter en esto ahora?”
Para Sarah Azazene, que tuvo a su hija en 2021 con 30 recién cumplidos, la pandemia supuso su cara y su cruz. Sarah es directora comercial en una empresa de construcción y viaja mucho por trabajo. Al verse obligada a parar por las restricciones por el virus, decidió que era el momento de ser madre. Y se sintió “muy sola”, desde las ecografías del embarazo –a las que no dejaban entrar a su marido– hasta en el posparto, cuando su madre no pudo venir a verla porque vive en Argelia.
Si iba dejando la maternidad para más adelante a lo mejor después no iba a poder. A nivel físico sí sentí un poco esa presión
Ella, en todo caso, tuvo muy claro que ese era su “momento” para la maternidad, aunque sus amigos le dijeran: “Joé, ¿te vas a meter en esto ahora?”. “De algún modo, hasta entonces había priorizado que tenía que estudiar, trabajar y tal. Pero los 30 para mí era un límite. Al final, si iba dejando eso para más adelante a lo mejor después no iba a poder. A nivel físico sí sentí un poco esa presión”, confiesa Sarah.
Lena Dunham en ‘Girls’.
“Pero a dónde voy, si siento que tengo 15 años”
Decíamos que muchas de estas mujeres no se sentían especialmente jóvenes cuando se convirtieron en madres quizá porque estamos hartas de leer y escuchar que la reserva ovárica y la calidad de los óvulos empiezan a deteriorarse a partir de los 30. Tener el deseo de ser madre, una pareja y una mínima estabilidad –al mismo tiempo– a esa edad es casi como encontrar un trébol de cuatro hojas, como si se alinearan los astros. Pero entonces, si todo va bien, llega el embarazo, y posiblemente ves que a tu alrededor tus amigas no están en ese punto. Y a lo mejor tú te acabas sintiendo un ‘bicho raro’, y dudas de si eres lo suficientemente madura o si resulta que todavía eres un poco niña, como te sugiere la sociedad.
A Sara Plaza, que tuvo a su primer hijo hace cinco meses, con 31 años, le pasó. “Cuando me quedé embarazada dije: ‘Pero a dónde voy, si siento que tengo 15 años’. Me daba hasta vergüenza. Decía: ‘¿Cómo se lo voy a contar a mi madre?’. No me veía adulta, por decirlo así”, reconoce. “Con mi mejor amiga salía todos los fines de semana. Y ya en verano, con el embarazo, sentí que todo el mundo hacía su vida y yo no podía. A veces me enfadaba con mi pareja: le decía que a los hombres la vida no les cambia como a nosotras”, reflexiona.
La gente pensaba que no era algo planificado, porque escapaba un poco de la estructura social actual. No era un embarazo adolescente ni mucho menos, pero sí se tenía un poco esa idea
Esther Kiras recuerda que a su madre le contó “llorando” la noticia de su primer embarazo. “Estaba nerviosa y no sabía cómo se lo iba a tomar, pero mi madre me respondió: ‘Bueno, si era algo que llevabas años queriendo. ¿Qué pensabas, que te iba a regañar?’”, reproduce. Aun así, fuera de su entorno más cercano, “la gente pensaba que no era algo planificado, porque escapaba un poco de la estructura social que tenemos ahora”. “Desde luego, no era un embarazo adolescente, ni mucho menos. Pero sí se tenía un poco esa idea”, cuenta Esther. A Irati también le suena mucho todo esto. “Alguna vez me han dicho, incluso en la carnicería, que si la niña era mía, que cuántos años tenía yo. O el típico comentario de preguntarme si fue queriendo”, recuerda.
Al reflexionar sobre todo ello, la psicóloga perinatal Ester López alude a varias cuestiones que se entrelazan en la experiencia de la maternidad en estas mujeres. Sostiene que en la sensación de una misma sobre la juventud o la madurez a la que se es madre influye inevitablemente “cómo es la media de las madres que vemos alrededor”, pero añade: “A veces también nos sentimos muy niñas porque en nuestra generación hemos empezado a acceder al mercado laboral y a independizarnos mucho más tarde”.
“No sabemos lo que es la maternidad hasta que nos atraviesa”
Sea como sea, la falta de otras madres ‘referentes’ cerca afecta a las mujeres al llegar a la maternidad. “Nos sentimos poco comprendidas, porque no sabemos lo que es la maternidad hasta que nos atraviesa”, asegura López, autora del libro Maternar consciente (Grijalbo).
“Es que todo lo que viene con el hecho de ser madre, por mucho que te lo cuenten, no lo entiendes hasta que no lo vives”, coincide Sarah Azazene. Y pone un ejemplo muy claro: “La lactancia para mí fue muy, muy costosa. En ese tiempo, justo una compañera de trabajo había dado a luz y nos hablábamos todo el día. Eso me ayudó bastante. Eran muchas horas las que estaba al pecho, intentando que el agarre fuera bien. Y decía: ¿con quién voy a compartirlo y que me pueda entender bien?”. “Con las que no son madres, al final no compartes tanto”, plantea.
Sara Plaza cuenta algo parecido. “A mi mejor amiga, que no es madre, tampoco le cuento ciertas cosas porque sé que no las va a entender. Quizás dices algo de la teta y te responden: ¿pero cuándo se la vas a quitar? Y casi prefieres no entrar a esos temas para que no te suelten tonterías”, dice.
A mi mejor amiga, que no es madre, tampoco le cuento ciertas cosas porque sé que no las va a entender
Esto puede dar lugar, de nuevo, a la ruptura –o deterioro– de relaciones. La psicóloga Ester López ha escrito mucho sobre el “duelo por las amistades” tras la maternidad, porque lo ha estudiado, pero en primer lugar porque lo vivió. “La mayoría de mis amistades se cayeron cuando fui madre a los 26”, cuenta. López explica que “no deja de ser un duelo esperar que tus amigas vayan a estar y que luego no sepan estar”, pero anima a buscar cauces para el entendimiento y la comunicación y, en todo caso, a no idealizar “las amistades que se crean en la más tierna infancia” simplemente porque sí; “no tienen por qué durar de por vida. Y no solo por la maternidad: los años y las experiencias nos transforman”, señala.
A Esther Kiras le ha pasado algo curioso al respecto. Ahora que tiene 37 años –y su primera hija, 8– es cuando sus amigas “están empezando a tener criaturas”. En su viaje por la maternidad, Esther ha perdido amistades e incorporado nuevas, pero, además, “algunas se han recuperado a raíz de que ellas han sido mamás”. “Ha habido amigas que me han dicho: ‘Mil perdones, Esther, pensaba que lo entendía pero no tenía ni idea de lo que significaba vivir esto, siento que no estuve a la altura como amiga’… Y a mí me han parecido gestos muy bonitos”, confiesa ella.