El español que vivió el secuestro de un avión por terroristas cachemires: “Estuvimos días amenazados de muerte”

De los cuatro españoles que viajaban de Nepal a India el 24 de diciembre de 1999, estaba Carlos Nelson Rodríguez Falcione. Más de 25 años más tarde ha superado su terror a volar tras casi una década sin poder hacerlo

El día que el GAL secuestró por ‘error’ a Segundo Marey en una cabaña de Matienzo

Carlos Nelson Rodríguez Falcione cumplía 30 años el día que aterrizó en el aeropuerto de Eivissa después de vivir la peor pesadilla de su historia: sobrevivir más de una semana dentro del airbus A320 de Indian Airlines secuestrado en 1999 por unos terroristas cachemires que pedían la liberación de varios líderes islamistas. La aeronave secuestrada peregrinó durante ocho días de negociaciones por distintos espacios aéreos, hasta que el 31 de diciembre los rehenes, entre ellos Carlos, fueron liberados en Kandahar (Afganistán). “Tuve más miedo posteriormente, cuando me fui enterando del peligro que habíamos corrido”, comenta el ibicenco más de dos décadas después. 

Año 1999. Carlos cruzaba junto a su expareja la última etapa de un viaje por la India que se había prolongado tres meses. Al principio, la hoja de ruta no incluía llegar hasta Nepal, pero la insistencia de muchos viajeros con los que se cruzaron por el camino terminó convenciéndoles. “Después de estar un mes en Goa dijimos ‘va’. Y fuimos buscando un poquito de acción”, relata Carlos a elDiario.es por teléfono. Nunca pensó que encontrarían tanta. Los problemas de la isla con la vivienda y la carestía de la vida en general han hecho que después de más de cuarenta años el argentino de nacimiento se haya mudado a La Rioja. 

Tras tomar la decisión de viajar hasta Nepal, Rodríguez y su expareja se trasladaron primero hasta el norte de la India para coger un avión de Nueva Delhi a Katmandú. Pasaron diez días recorriendo el país del Himalaya antes de volver a la capital india, desde donde volarían, ese mismo día, hacia Barcelona. Estaba todo perfectamente medido. Pero todo cambió cuando, nada más despegar, cinco terroristas se apoderaron del vuelo 814 de Indian Airlines en el que viajaban desde la capital nepalí. Ellos, junto con otra pareja catalana, oriunda de Girona, eran los únicos españoles a bordo de la aeronave. 

“Nos acababan de servir la comida cuando empecé a escuchar unos gritos en la parte delantera. Nosotros estábamos sentados por la zona intermedia y de esto que miras, vimos que había un poco de jaleo y ruido, pero no le dimos importancia”, recuerda el pasajero. Cuando volvió a mirar hacia delante, ya no pudo omitir que algo grave estaba sucediendo: vio a uno de los secuestradores con el rostro cubierto por un pasamontañas y empuñando una pistola. En apenas dos minutos, los terroristas controlaron a los 176 pasajeros que iban en la aeronave. Empezaban a intuir ya que las próximas jornadas serían una tortura.

Nada más despegar, cinco terroristas se apoderaron del vuelo 814 de Indian Airlines en el que viajaban desde la capital nepalí. Cuando Carlos miró hacia delante, vio a uno de los secuestradores con el rostro cubierto por un pasamontañas y empuñando una pistola

“El miedo y el desconocimiento de lo que estaba pasando era lo peor”, apunta el ibicenco. Se dieron cuenta de que la situación se complicaba cuando los secuestradores sacaron granadas y pistolas y les exigieron que mantuvieran la cabeza gacha entre las piernas. Así tuvieron que permanecer -aunque en ese instante aún no lo sabían- más de una semana durante la que Carlos se llegó a exasperar, lo que le mereció un golpe con la culata de un arma en el rostro.


El Diario La Calle, de Argentina, informa sobre la interrupción de la electricidad en el avión secuestrado por los cinco terroristas.

Entonces empezó el periplo de vuelo: primero se dirigieron hacia Amritsar, al norte de la India, y después a Lahore, en Pakistán, antes de hacer una escala en Dubai. En cada una de estas paradas el avión iba aterrizando para repostar. Luego supieron que el capitán, el indio Devi Sharan, había sido obligado a volar en todo momento con muy poco combustible. Según publicó recientemente el medio indio The Telegraph a raíz de la emisión de la miniserie de Netflix ‘IC814: Secuestro rumbo a Kandahar’ -basada en un libro escrito por Sharan-, el secuestro se orquestó para pedir la liberación del líder yihadista pakistaní Masood Azhar. Pero los terroristas, a medida que iban pasando los días, iban añadiendo exigencias en las negociaciones.

“Pedían al Gobierno indio la liberación de tres activistas cachemires, entre ellos, al hermano de uno de los secuestradores; la exhumación de otro líder cachemir para llevárselo a la zona de Pakistán y dinero, alrededor de unos 200 millones de dólares”, se esfuerza por recordar Carlos. Los secuestradores también requerían un pasillo de seguridad hasta que, una vez resueltas todas las peticiones, pudieran escapar con la desbordante certeza de que no serían detenidos.


El seguimiento informativo de las negociaciones entre los secuestradores cachemires y el Gobierno indio.

Los detalles del secuestro han resurgido a través del tiempo. En ese momento, no entendían nada de lo que estaba sucediendo. Los terroristas hablaban entre ellos en urdu y en hindi con la mayoría del pasaje, de origen indio. Solo uno de ellos hablaba en inglés y se dirigía a los rehenes extranjeros. 

Pedían al Gobierno indio la liberación de tres activistas cachemires, entre ellos, al hermano de uno de los secuestradores; la exhumación de otro líder cachemir para llevárselo a la zona de Pakistán y dinero, alrededor de unos 200 millones de dólares

Carlos Nelson Rodríguez
Secuestrado en un avión

“Captábamos algo con el poco inglés que sabíamos y con ayuda de algún pasajero indio que nos iba traduciendo la situación”, explica el afectado a elDiario.es, “pero en ningún momento sabíamos hacia dónde íbamos, ni qué pedían, ni lo que iba a pasar”. Eso generaba una sensación de angustia en los pasajeros que perduró los ocho días que sobrevolaron India, Pakistán y el Golfo Pérsico hasta llegar a la capital de Emiratos Árabes Unidos. “Tiempo después me he enterado de que hubo fallos de seguridad -lo que permitió a los terroristas acceder al avión- y que los servicios de inteligencia indios y pakistaníes llegaron a tener sospechas de lo que sucedió, pero no se pusieron de acuerdo en cómo actuar”,  sigue Carlos, quien asegura que ha pasado más miedo a posteriori, al conocer esta información.

La ejecución de un rehén indio

Uno de los momentos más críticos fue cuando empezaron a agrupar a todos los extranjeros en una parte del avión. En un momento determinado, a él, al joven catalán y a otro belga, les ataron las manos, les vendaron los ojos y los trasladaron a la parte delantera de la aeronave. “Pensamos que habían cogido a los de constitución más fuerte para mantenernos controlados porque suponíamos una amenaza”, rememora. Nada más lejos de la realidad. 

Más adelante, se enteraron por un periodista de la CNN que las negociaciones con el Gobierno indio se habían estancado y los secuestradores querían llevar a cabo una ejecución en directo para meter presión. “No llegamos a ser conscientes del auténtico peligro que corríamos; estuvimos amenazados de muerte en todo momento”, añade. Por otro lado, durante la parada en Dubai 27 rehenes quedaron liberados, la mayoría de ellos mujeres, niños y personas mayores o con problemas de salud.

Los secuestradores escogieron a tres hombres, los ataron, los vendaron y los trasladaron a la parte delantera del avión. Querían ejecutarles en directo para meter presión porque las negociaciones se habían estancado

Otra de las situaciones límite que vivieron a bordo del Airbus fue la ejecución de un rehén, en los primeros días de secuestro. Se trataba de un joven de origen indio que había viajado junto a su pareja a Nepal de luna de miel. Los terroristas lo apuñalaron por motivos que se desconocen, aunque Carlos especula, años después de los hechos, que fue por desacato. El resto de rehenes quedaron ajenos a la escena, algo que, sin duda, habría sembrado el pánico. El cadáver del fallecido bajó en Dubai junto al resto de pasajeros liberados. “Cuando mi padre vio la ejecución por las noticias, cogió enseguida un vuelo de Ibiza a la India para ver si así podía conseguir algún tipo de información”, relata el ibicenco.

Los terroristas asesinaron a un hombre indio, cuyo cadáver bajó en Dubai junto al resto de pasajeros liberados

Sensación de incertidumbre

Durante los ocho días ninguna de las personas a bordo pudo bajar del avión. Tampoco comían, a pesar de que los secuestradores sí les daban alimentos de vez en cuando: el apetito se había esfumado. “Llegó un punto que de tanto despegue y aterrizaje se me echó encima la sensación de incertidumbre”, añade. Fue entonces cuando levantó ligeramente la cabeza, incumpliendo las órdenes, y se llevó un golpe con la culata de la pistola de uno de los cachemires. Había una intimidación constante hacia los rehenes y cierto maltrato psicológico que les hacía vivir sujetos a un sentimiento de pánico, recuerda.

Algunos días, los terroristas les informaban de la ruptura de las negociaciones y, a continuación, les proferían amenazas de muerte. Otros, en cambio, les daban esperanzas de liberación. El día que por fin llegó la liberación, apenas se enteraron. Aterrizaron en Kandahar, la segunda ciudad afgana más grande después de Kabul, y los terroristas desaparecieron. Acto seguido, personal de la embajada india irrumpió en el avión y les dio indicaciones de subir de inmediato a otra aeronave. 


Un rotativo argentino informa sobre el «fin de la odisea» del vuelo secuestrado con casi 160 rehenes.

Alrededor, había no uno, ni dos, sino varios tanques capitaneados por talibanes armados hasta los dientes con K-7 que apuntaban hacia las dos aeronaves. En ese contexto, se fletó rápidamente el aeroplano de rescate, que despegó al instante. Durante ese trayecto, el silencio reinaba en el ambiente: “No éramos conscientes de que nos habíamos librado”. 

Al llegar a Nueva Delhi, representantes de la embajada española recibieron a los rehenes y les informaron de que sus familias estaban allí. “Cuando vi a mi padre, que había ido hasta allí con mi hermano, y les abracé, empecé a temblar y ese temblor no se me quitó hasta dos días más tarde”, recuerda. Las lágrimas también le brotaban esos días de los ojos sin previo aviso.

Cuando vi a mi padre, que había ido hasta allí con mi hermano, y les abracé, empecé a temblar y ese temblor no se me quitó hasta dos días más tarde

Carlos Nelson Rodríguez
Secuestrado en un avión


El Diario La Nación publica una imagen de un grupo de talibanés sentados junto a la aeronave de India Airlines durante su parada en Afganistán.

El trauma: casi una década sin volar

Esa reacción corporal se fue erosionando con el paso del tiempo a otra más mental y provocó que, en ocho o nueve años, Carlos fuera incapaz de subirse a un avión: “El pánico enseguida se apoderaba de mí”. Viviendo en Eivissa, ese miedo le ha impedido la movilidad en gran medida hasta hace poco. “Me convertí en el socio número uno de Baleària”, puede bromear ahora. La primera vez que se enfrentó a los fantasmas del secuestro de ese Airbus A320 fue en un vuelo corto, de unos 15 minutos (“no recuerdo si a Palma o a Valencia”) y no fue una experiencia nada agradable. Tuvo que tomar pastillas para “anestesiarse” durante el rato que estuvo a miles de pies de altura. 

‘Me convertí en el socio número uno de Baleària’, bromea Carlos, que durante muchos años tuvo miedo a viajar

Fue, por otro lado, su primer paso para superar ese trauma que durante casi una década se había apoderado de él. “Estas Navidades ya pude viajar hasta Argentina -unas catorce horas de vuelo-, llevándolo bien”, indica. Antes, en 2024, había sobrevivido -emocionalmente- a otro trayecto transoceánico a México cuando se cumplían 25 años del secuestro. 


El piloto del avión, el indio Davi Sharan, celebra la liberación junto a sus amigos.

Su “segunda vida” empezó -dice a elDiario.es- cuando se fue enterando poco a poco, a través de las noticias, de lo que realmente había sucedido esos días. Supo, entre otras cosas, que la aeronave iba cargada de explosivos que los secuestradores tuvieron intención de detonar y que desactivaron un grupo de artificieros cuando todos los rehenes ya se encontraban a salvo. Un hecho que, tras conocerlo, le removió bastante por dentro. Aunque también se sintió afortunado. Fue durante la invitación a un programa de televisión al que asistieron otras víctimas de secuestros, cuando se dio cuenta de que en su caso, se habían salvado de la tortura y el sufrimiento in situ: “La suerte es que lo podemos contar, fíjate lo que sucedió dos años después (2001) con las torres gemelas”.