¿Cuándo se castiga a la extrema derecha por sus posturas extremas?

¿Qué pasa cuando la ultraderecha deja de estar estigmatizada? Un estudio reciente revela que cuando estos partidos se consideran actores «normales» dentro del sistema los votantes de centro-derecha descuentan la veracidad de las propuestas extremas y dejan de penalizarlas.

Artículo de Laia Balcells, Sergi Martínez y Ethan vanderWilden

Una de las grandes preguntas de la ciencia política es por qué algunas personas votan, aparentemente, en contra de sus propios intereses. Casos como el apoyo al Brexit en regiones del Reino Unido dependientes del comercio europeo, o el respaldo de amplios sectores de la clase trabajadora a Javier Milei en Argentina, son ejemplos ilustrativos.

Aunque factores como el descontento o la desesperanza pueden explicar parte del atractivo de los discursos populistas, estos no bastan para entender por qué movimientos de derecha radical logran convertirse en mayoritarios. Para ello, deben atraer también a votantes moderados, que aceptan el conjunto del “paquete” ideológico a pesar de contener postulados extremos.

 Con el objetivo de entender mejor por qué sectores conservadores pero centristas pueden apoyar a partidos de extrema derecha con posturas que, al menos en lo social, parecen contradecir sus propios valores, nos planteamos una pregunta central: ¿cuándo pagan las fuerzas de extrema derecha un precio por adoptar posiciones extremas? En un estudio realizado en España y recientemente publicado en la revista Political Science Research and Methods, sugerimos que la respuesta depende de cómo son percibidas estas formaciones dentro del sistema político, de si están normalizadas o son objeto de estigmatización.

 En nuestro estudio, utilizamos un experimento de encuesta para analizar en qué medida la ciudadanía castiga las posturas extremas de Vox y si ese castigo varía según el grado de normalización del partido dentro del sistema político. Este tipo de diseño permite evitar que los participantes se autoseleccionen —es decir, que elijan leer o no cierta información—, ya que los mensajes o viñetas sobre Vox se asignan de forma aleatoria. Además, el proceso de aleatorización nos permite estimar los efectos causales de los mensajes de forma precisa.

 Por un lado, nuestro diseño incluye algunas viñetas que presentan a Vox como defensor de posiciones radicales, con declaraciones (reales) de miembros del partido en temas como derechos LGBTQ+ o el franquismo; por otro, variamos el nivel de estigmatización o legitimidad con el que se presenta al partido. Centramos nuestra muestra en votantes que se autoubican por encima del 4 en la escala ideológica de 0 (izquierda) a 10 (derecha).


Figura 1: Efectos de postura extrema anti-LGTBQ+ y normalización de Vox

Nuestro principal hallazgo es que cuando la ultraderecha se normaliza, sus salidas de tono o posiciones extremas no escandalizan; probablemente porque se interpretan como mera retórica. En consecuencia, los votantes les castigan menos por estas posturas extremas. La Figura 1 muestra estos resultados cuando evaluamos las posiciones extremas anti-LGTBQ+ de Vox. Mientras que estas posiciones se penalizan cuando presentamos al partido como estigmatizado (segunda fila), este castigo desaparece cuando presentamos al partido como un actor relevante y legítimo (tercera fila).

Las implicaciones de estos resultados son especialmente relevantes dado el contexto político actual. La extrema derecha ha ganado terreno no solo en países europeos como Italia, Francia, Alemania y los Países Bajos, sino también en el continente americano. En muchos de estos contextos, estos partidos no solo han accedido a posiciones de poder, sino que también influyen en las agendas de gobiernos conservadores tradicionales. Casos como la coalición liderada por Giorgia Meloni en Italia o el crecimiento del Rassemblement National en Francia evidencian el proceso de normalización de la derecha radical en Europa (otros posts de Piedras de Papel profundizan en este fenómeno). España no es la excepción: la inclusión de Vox en gobiernos autonómicos y su creciente protagonismo en el debate público han contribuido a su legitimación. A medida que otros partidos —especialmente del centro-derecha— se alían o dialogan con ellos, se disuelven las barreras simbólicas que antes delimitaban el terreno democrático. Nuestro estudio sugiere que el resultado de esta normalización es una ciudadanía menos reactiva a discursos que, en otro momento, habrían generado un rechazo rotundo.

¿Descuentan los votantes siempre las posturas radicales de la extrema derecha? No necesariamente. Mientras observamos un efecto descuento de la normalización de Vox por posiciones radicales en temas LGTBQ+, no observamos este efecto cuando Vox reivindica el régimen franquista. Esta divergencia puede estar relacionada con la capacidad de la derecha radical para mantener su ambigüedad en ciertos temas. Por ejemplo, en España —como en otros países— estos partidos han intentado a veces proyectar una imagen de cercanía o incluso simpatía hacia las comunidades LGTBQ+ (por razón del llamado homonacionalismo), mientras que su defensa del franquismo es mucho más explícita y menos susceptible de reinterpretación.

Además, los acontecimientos también podrían influir en el grado en que los votantes “descuentan” ciertas posturas extremistas. En Canadá, por ejemplo, muchos votantes conservadores moderados se han distanciado de la derecha radical al observar que las promesas más extremas del trumpismo no eran mera retórica, sino una agenda real que ahora se está implementando en el país vecino. Aunque este aspecto no forma parte del análisis principal de nuestro estudio, creemos que merece ser abordado en futuras investigaciones.