El Papa misionero empieza a hablar y a marcar. La frase “la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas” es una lanza hacia políticas migratorias muy evidente
Si el Papa Francisco era el Papa pop, popular y cercano, el papa Robert Francis Prevost, León XIV, se hace llamar “Bob” en distancias cortas, el diminutivo de Robert en inglés. Es un pontífice que en sus primeras horas sonríe y se ha emocionado. No nos quedemos en el vestido, que marca un aprecio por la tradición: también es un guiño al imperio romano y al poder. Que no haya algún líder por ahí en las Américas que se piense que es más papista que el Papa.
Me llama la atención que su primera firma se la haya concedido a una niña (una mujer, vamos bien) que le ha acercado un libro. Se ha estado un rato firmando, y ha preguntado “hoy qué día es”. Ser Papa te debe alterar, como mínimo, la percepción del tiempo.
El nuevo jefe de la Iglesia católica tiene 69 años, cumplirá 70 en septiembre. Bergoglio no dijo en su salutación que era jesuita ni aludió a san Ignacio, pero el cardenal Prevost sí. Y san Agustín, hijo del norte de África, no es uno más que pasaba por ahí en el santoral católico. Africano, aparece en el siglo IV en un momento en que la humanidad se encuentra con la caída de Roma a manos de los godos (quién se acuerda, ahora que no memorizamos nada, de los godos).
Alarico, el godo, aquí en Roma desde donde escribo esta crónica, es el “saqueador”, el que arrasa con la ciudad. Momentos dramáticos, catastróficos según expertos en san Agustín como Henri-Irénée Marrou, que define al santo obispo Agustín como privado de aridez o ideas puras, con emotividad -atención a este dato- revestido de “severidad pero no de puritanismo”. Adjetivos que pueden resonar en este pontificado.
San Agustín es conocido como el padre de la Iglesia. El nuevo Papa, agustino, está hecho así, con esta espiritualidad. En su primera homilía ha recordado que él es un hombre del Concilio Vaticano II (más de una cita en el texto a este gran momento de renovación eclesial de los años 60). Textualmente ha reconocido que la fe hoy tiene mala fama: “Hoy también son muchos los contextos en los que la fe cristiana se reduce al absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes, contextos en los que se prefieren otras seguridades distintas a la que ella propone, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder o el placer. Hablamos de ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece”.
El Papa León XIV considera que “la falta de fe lleva a menudo consigo dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas heridas más que acarrean no poco sufrimiento a nuestra sociedad”.
El Papa misionero empieza a hablar y a marcar. La frase “la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas” es una lanza hacia políticas migratorias muy evidente. Y que en algunos lugares del mundo no se puede hablar con libertad de expresión sobre la fe, también.
Nacido en un país superpotencia mundial, ha pasado de hecho su vida entre Perú y Roma, con lo cual su visión es holística, y sobre todo, conoce la curia romana no sólo porque era cardenal, sino porque estuvo 12 años de superior de su orden, y se tuvo que relacionar con la vida eclesiástica del lugar. Lo hizo en su primera aparición y repite: Cristo en el centro, y el mundo como preocupación. Con caridad, que es el nombre latín para el amor.
No hay escritos del cardenal Prevost. Acabo de entrar en un par de librerías en la zona del Vaticano, las Paulinas y la librería especializada en teología Leonina (nombre interesante), y tampoco. Por lo tanto, no tenemos que hurgar en un pasado teológico más o menos doctrinal, ni buscar en este nuevo Papa frases fuera de contexto, porque lo interesante viene ahora, y así marcará el rumbo de la barca de Pedro. Ha hablado de heridas, y tendrá que ser activamente sanador, porque hay mucho dolor por mitigar. Y mucho bien por generar.