Un proyecto andaluz aporta el 60% de la producción internacional de este ave en recuperación, esencial para la biodiversidad y que vuelve a surcar los cielos de las montañas de Cazorla, Castril o Sierra Nevada, y está a punto de hacerlo en Grazalema o Aracena
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En los años ochenta, ver un quebrantahuesos en Andalucía era un recuerdo del pasado. El ave había desaparecido de sus sierras, víctima del veneno, los disparos y la pérdida de su hábitat. Pero desde hace casi dos décadas un proyecto de reintroducción coordinado por la Junta de Andalucía ha logrado algo que parecía imposible: devolver al quebrantahuesos a su territorio original. “Hoy tenemos 12 territorios salvajes con parejas criando en libertad”, resume Iñigo Fajardo, coordinador del programa en la Consejería de Sostenibilidad y Medio Ambiente, con la satisfacción y el agotamiento de quien ha dedicado su vida a ello.
El quebrantahuesos es una especie K -se reproduce muy despacio y tarda en madurar-. “Hay que dedicarle una vida entera. Yo me jubilaré y esto no habrá terminado”, afirma Fajardo. Frente a otras aves necrófagas o al lince, el quebrantahuesos puede tardar hasta 10 años en empezar a criar y suele tener un solo pollo por puesta. Si bien esto dificulta su reintroducción, también es cierto que la esperanza de vida del ave llega a alcanzar los 50 años, lo que permite contar con un margen amplio para trabajar con ellos. “En realidad, tenemos que dedicarles nuestra vida para que el proyecto no fracase”, dice Fajardo.
El programa arrancó en los años noventa, tras la extinción del quebrantahuesos en Andalucía a mediados de los años ochenta. A finales de los ochenta se diseñó el plan, y en los noventa la Junta de Andalucía construyó el Centro de Cría de Guadalentín (Nava de San Pedro, Cazorla), replicando las condiciones de montaña necesarias para la especie. La primera suelta de pollos criados en cautividad se realizó en 2006, procedentes de países de Asia. Desde entonces, y tras sucesivas oleadas en Cazorla (Jaén), el proyecto se ha ido ampliando a Castril y a Sierra Nevada, con nuevas liberaciones cada primavera.
El quebrantahuesos, cuya envergadura puede superar los dos metros en etapa adulta, se alimenta exclusivamente de huesos porque su pico y fémur robustos le permiten tragar extremidades completas. “Es esencial para el ecosistema y también para los seres humanos porque en 24-48 horas puede eliminar un foco de infección como la tuberculosis que se puede encontrar en algún animal muerto”, explica Fernando Dumont, ornitólogo del Parque de las Ciencias de Granada. Según explica el especialista, si bien se trata de una especie que necesita condiciones climáticas frías y muy concretas, que solo se encuentran en alta montaña, “el ave se está adaptando bien a los inviernos suaves del sur peninsular”.
Todo gracias a un trabajo en equipo que pasa desapercibido para la mayoría. Mientras otras rapaces (buitre leonado, buitre negro, alimoche) consumen primero la carne, el quebrantahuesos llega después, cuando solo quedan los huesos, y reduce a polvo los restos óseos. Los córvidos (urracas, cornejas) son los primeros en descubrir carroñas y, gracias a sus plumas irisadas, emiten reflejos que los buitres detectan a distancia. El quebrantahuesos, “muy señorito”, según Dumont, observa en vuelo las peleas iniciales y solo baja cuando la competencia por la carne ha cesado. Un ritual que dejó de verse en las montañas andaluzas, pero que, gracias al proyecto de reintroducción, está empezando a ser norma.
Décadas de trabajo
Esta recuperación es la consecuencia de un trabajo coral en el que más de 40 personas operan de forma directa en el proyecto: 6 agentes de Medio Ambiente en el campo, 6 técnicos de seguimiento, 6 especialistas en lucha contra el veneno, 6 cuidadores en el centro de cría 6 administrativos y gestores de proyectos, 6 técnicos de laboratorio y entre 4 y 6 personas más en servicios centrales. Es decir, un amplio equipo de personas que dedican mucho tiempo de su vida para que este ave siga surcando los cielos de Andalucía, cuatro décadas después de dejar de hacerlo. “Somos decenas de profesionales, cada cual imprescindible”, subraya Fajardo.
Tanto esfuerzo y equipo requieren de una inversión pública que se complementa desde dos frentes: fondos europeos y financiación de la propia Junta de Andalucía, gestionados a través de la Consejería de Sostenibilidad y Medio Ambiente. En concreto, el Centro de Cría de Guadalentín supone una inversión de 800.000 de euros cada cinco años y forma parte de la EEP (Programa Europeo de Cría en Cautividad), gestionado junto a una fundación suiza (VCF), que la misma que en los años 70 tuvo la visión de recuperar quebrantahuesos de países asiáticos para evitar que se perdiese la especie.
Las crías del quebrantahuesos aseguran el futuro de una especie que llegó a desaparecer de Andalucía
Este hecho, que procedan desde lugares muy concretos, hace que los quebrantahuesos que se crían se seleccionen cuidadosamente. “Evitamos así que se produzca la endogamia de los genes”, explica Fajardo. Además de eso, el centro andaluz hace las veces de hospital para quebrantahuesos que están en otras zonas del mundo y en las que se carece de los recursos para que los pollos puedan prosperar en caso de contraer enfermedades como la gripe aviar.
Así, el trabajo de estos profesionales, que están en constante relación con el resto de centros repartidos por el mundo, ha permitido que se hayan liberado más de 100 ejemplares desde 2006, de los cuales el 50 % sigue vivo a día de hoy. Actualmente, hay 12 territorios salvajes ocupados por parejas reproductoras. De estos 12, en este invierno 6 han tenido pollos que se mantienen vivos en sus nidos esta primavera y 6 han fracasado por diversas causas. No obstante, explica Fajardo, “no podemos hablar de éxito con cada uno de los animales hasta que no vuelan de forma natural”.
En todo este tiempo, el centro de Guadalentín ha demostrado ser una referencia mundial en la recuperación de esta ave. Dado que son animales “especiales y caprichosos”, según Fajardo, y que tardan en torno a una década en criar por primera vez, en estas dos décadas desde la primera suelta de ejemplares, 17 quebrantahuesos han llegado a echar a volar en libertad (sin contar los de 2025). En cautividad, han nacido 143 pollitos, de los cuales 132 han volado del centro. Un porcentaje de éxito altísimo que, de hecho, hace que el Centro de Cría de Guadalentín aporte el 60% de la producción internacional de este animal en recuperación. Un éxito que, además, ya ha logrado su primer triunfo completamente andaluz: “Este año, por primera vez, ha criado como adulto reproductor un quebrantahuesos nacido en libertad en Andalucía. Se llama Esperanza y nació en 2015”.
El futuro de su vuelo
Aunque está prohibido, el uso ilegal de cebos envenenados sigue provocando muertes, si bien el equipo de profesionales con el que cuenta el centro permanece vigilante para que no pase, el quebrantahuesos es un animal “extraordinariamente sensible a los venenos”, explica Fajardo. Por otro lado, también se registran envenenamientos por plomo de munición y colisiones con tendidos eléctricos.
En todo caso, el proyecto persigue consolidar una población autosuficiente y ampliar su área de distribución. Tras alcanzar ya las cumbres de Sierra Nevada, el quebrantahuesos está cada vez más cerca de regresar al resto de montañas andaluzas donde alguna vez estuvo. “Hay zonas en las que hace 150 años estaban y en las que ahora ya no podrán porque el territorio ha cambiado mucho, pero también hay otras en las que incluso ha mejorado por la desaparición de una ganadería que ha dado paso a una caza natural de ciervos y otras especies de las que se alimentan”. De momento, el equipo está estudiando futuras sueltas en Grazalema (Cádiz) y Aracena (Huelva), una vez se determinen cuáles son los hábitats más favorables.
La recuperación del quebrantahuesos en Andalucía es fruto de un trabajo de largo recorrido, con inversión pública, colaboración internacional y un equipo multidisciplinar. Hoy ya no es un ave extinta en las sierras: son 12 parejas las que crían con éxito y un adulto libre nacido en tierra andaluza el mejor indicio de que la población puede afianzarse en el futuro. “Este es un proyecto intergeneracional”, concluye Fajardo. “Nosotros hemos puesto la primera piedra, pero otros tendrán que continuar el vuelo”. Literalmente.