Cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido papa en 2013, muchas personas progresistas albergaron grandes expectativas. ¿Se permitiría a los sacerdotes casarse? ¿O, más radical aún, abriría quizás la puerta a la ordenación de mujeres? Incluso hubo algunas señales de que podría reconocer las uniones entre personas del mismo sexo.
Dado el elevado número de estudios que indican que la utiliza preservativos o anticonceptivos orales, parecía razonable esperar que un nuevo papa más progresista modificase las enseñanzas de la Iglesia sobre la planificación familiar. Una reforma así podría haber tenido lugar hace sesenta años, si el papa Juan XXIII hubiera vivido lo suficiente como para recibir el informe de la Comisión Pontificia sobre Control de Natalidad, que él mismo había creado.
mayoría de las personas católicasTodas esas expectativas quedaron frustradas.