Bautizado como El Matadero de Mauthausen, entre las alambradas de este campo de concentración perecieron decenas de miles de deportados y, entre ellos, unos 4.300 republicanos
Dolores Delgado: «La investigación de la Fiscalía puede obligar al Estado a asumir su responsabilidad en la deportación de los españoles a los campos nazis»
“Siento escalofríos. Cuesta trabajo digerirlo”. La emoción se percibe en el rostro de Isabel, que por primera vez visita Gusen, el subcampo de Mauthausen en el que fue asesinado su tío Emilio Ramos González. A su lado, su hermana Beatriz parece más entera: “Yo ya vine aquí hace varios años y fue un shock. Hoy, es curioso, lo que pienso es que estoy más cerca de mi tío”. En el pecho llevan una fotografía de Emilio y en la espalda una bandera republicana con un gran triángulo azul surcado por el 14433, el número que los SS adjudicaron a su tío cuando ingresó a Gusen. Ambas se sienten reconfortadas y arropadas por la multitud que participa en el acto conmemorativo del 80º aniversario de la liberación de Gusen.
Beatriz e Isabel, junto a su hijo, en las cercanías del terrible molino de piedra de Gusen
Bautizado como El Matadero de Mauthausen, entre sus alambradas perecieron decenas de miles de deportados y, entre ellos, unos 4.300 republicanos. Este sábado han sido miles los descendientes de las víctimas españolas, italianas, polacas o francesas los que han visitado los restos del campo de concentración. Un pacífico y pacifista ejército de soldados de la memoria armados, únicamente, con sus recuerdos, su compromiso y sus banderas. “Ver todo esto me genera alegría —afirma Isabel—. Hay muchos jóvenes y bastantes profesores que se han preocupado de traer a sus alumnos”. “Viendo esto —añade Beatriz—, creo que la Historia no se va a repetir”.
En la zona superior del antiguo campo, donde se encontraba la cantera y el letal molino de piedra en cuya construcción murieron centeneras de españoles, una joven está leyendo un extracto de un libro ante otro grupito de familiares. Es Esther Calcerrada y pone voz a lo que su tío Enrique escribió tras sobrevivir tres años y medio en el infierno de Gusen: “Mi cuerpo me asalta con temblores fríos, las lágrimas invaden mis ojos y la emoción me cierra la garganta. ¡No! Ningún hombre, cualquiera que sea, haya sido o será merece tal castigo”.
Familiares de deportados españoles pasando por delante de la antigua puerta de entrada Gusen, reconvertida en un chalet de lujo
Unos metros más abajo, un grupo de familiares llegados desde Tarragona se internan en el crematorio del campo y colocan, en uno de sus muros, una placa en recuerdo a todos los deportados nacidos en esa provincia. Minutos antes habían asistido a un sencillo acto, celebrado junto al macabro horno de incineración, dedicado exclusivamente a las víctimas españolas. En él, entre otros, intervino Pablo Bustinduy que recordó cómo los deportados españoles, tras su liberación “sufrieron una segunda muerte civil, la del olvido, la de su borrado y su destierro de la Historia de España”. El ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 reivindicó el “deber de memoria” como un deber que mira al presente y que, por tanto, no puede obviar injusticias y situaciones que ocurren hoy en día como “el insoportable genocidio” que sufre el pueblo palestino.
Una jornada recorriendo los escenarios del horror
El día comenzó para muchos militantes de la Memoria a 80 kilómetros de Gusen, en el idílico pueblo de Ebensee. Allí los nazis abrieron uno de los más de 100 subcampos con que contó Mauthausen. Cerca de 30.000 prisioneros sufrieron unas condiciones de vida tan terribles que se cobraron la vida de, al menos, 8.600 de ellos. La mayoría pereció durante la construcción de ocho kilómetros de túneles en los que el Reich instaló, a resguardo de los bombardeos aliados, diversas fábricas de armamento. En un rincón de esas gigantescas galerías, Pablo Martínez Botello deja en el suelo un pequeño dibujo: “Es un retrato de mi tío Pablo Agraz que sobrevivió a Ebensee. Se lo hizo otro prisionero del campo”. A su lado pasa Mari Ángeles, mirando la grandiosidad de la obra. Ella ha viajado desde Francia para recordar a su padre, Marcelino Bilbao: “Vine aquí por primera vez con él y con otros españoles supervivientes de Ebensee en 1985. Recuerdo que hacían bromas y trataban de vivirlo con optimismo. Yo creo que para ellos fue una especie de terapia de grupo”. Marcelino no solo sobrevivió a Ebensee, sino que también fue uno de los pocos españoles utilizado como cobaya humano, en un experimento de los SS, que pudo vivir para contarlo.
Pablo Martínez Botello, en la entrada de Ebensee, con el retrato de su tío Pablo Agraz
Este particular peregrinaje tiene su siguiente etapa en el monumental Castillo de Hartheim. La belleza renacentista del edificio fue eclipsada cuando Hitler lo eligió como sede de su programa de “eutanasia”. Cerca de 20.000 discapacitados alemanes y austriacos fueron asesinados en su cámara de gas. Desde 1941 se utilizó también para gasear a miles de prisioneros de Mauthausen, entre ellos a 449 españoles. Hoy su patio lo ocupan diversos grupos, entre los que destaca un corrillo de estudiantes de la localidad valenciana de Manises. “Es duro estar aquí, pero es necesario conocer lo que ocurrió para que no permanezca en la penumbra”, afirma Miguel. “Hay que saber lo que pasó, para que no se repite”, añade Nerea. Estos jóvenes forman parte del viaje que ha organizado su ayuntamiento, en colaboración con la Amical de Mauthausen de Valencia. Iniciativa que parece más necesaria que nunca en un momento en que, según nos confirman unánimemente los estudiantes: “muchos de nuestros compañeros votan a la ultraderecha”. “Es imposible debatir con ellos, no sirve de nada”, se lamentan Nerea y Natalia. “Son así porque creen que no les va a tocar a ellos —resume Jorge—. No se dan cuenta de que les acabará pasando como ya les ocurre a votantes de Trump. Le apoyaron porque creían que saldrían ganando y que a ellos no les tocaría… y ahora se lamentan porque les han despedido o han deportado a alguno de sus amigos o familiares”. Nerea es la que zanja el debate: “Tendrían que venir aquí y ver esto. Tendrían que conocer la verdad de todo lo que sucedió”.
Estudiantes, junto al resto de la expedición llegada desde Manises, en el Castillo de Hartheim
Tras cerrar la jornada en Gusen, los grupos se retiran para descansar y prepararse para el gran acto del domingo en el campo central de Mauthausen. Aunque en ese evento participarán numerosos mandatarios internacionales, incluidos los reyes de España, este fin de semana los verdaderos protagonistas volverán a ser las víctimas y los miles de descendientes que han viajado desde todas partes de Europa para evitar que el recuerdo de las víctimas del nazismo caiga en el olvido.