Cuatro condenados por corrupción arropan al expresidente, que exige a su partido un «reconocimiento absoluto y definitivo» de la figura de Rita Barberá en un evento que anhela el retorno al pasado campista
Camps amaga con presentarse como alternativa a Mazón en un acto incómodo para el PP: “Estoy a vuestra disposición”
“No miro con nostalgia a ningún tiempo pasado”. La advertencia de Francisco Camps resonó algo extraña en el acto organizado este sábado para celebrar que han pasado tres décadas desde que Eduardo Zaplana se hizo con el Palau de la Generalitat, iniciando un ciclo de hegemonía del PP que acabó como el rosario de la aurora (y con el primer ‘molt honorable’ president popular condenado a 10 años de cárcel por corrupción). Cómo pasa el tiempo, cual cana que va asomando lentamente. Al evento, que rezumaba nostalgia por todos lados, asistieron viejas glorias populares y se habló más de un esplendoroso pasado que de cualquier otro asunto. Zaplana no hizo acto de presencia, aunque otros cuatro condenados por corrupción no quisieron perderse la cita. En la entrada al espacio del edificio de Veles e Vents de València, una mesita ofrecía a los asistentes el libro Paco Camps, reenfocando España, una suerte de elegía hagiográfica escrita por Javier Mas que repasa la “angustia vital” de los “tres lustros de oscuridad” desde su dimisión hasta la absolución en el ‘caso Gürtel’. Camisas viejas del PP de Francisco Camps —como el antiguo presidiario Carlos Fabra o el condenado en primera instancia Alfonso Rus— arroparon al expresidente en un acto organizado para desafiar a Carlos Mazón, el actual jefe del Consell que arrastra su calamitosa gestión de la DANA como una espada de Damocles desde que el pasado 29 de octubre salió con su paraguas del Ventorro tras una larga comilona en plena catástrofe climática.
Sonia Castedo, la exalcaldesa de Alicante rescatada por Camps tras su absolución en el ‘caso Brugal’, fue la más sincera: “Hay que cambiar nuestro partido, no está funcionando bien”.
La vida da muchas vueltas: Camps y Castedo actúan como renacidas brújulas morales del PP valenciano; casi como si sus muy comprometedores diálogos telefónicos con empresarios y constructores —tales como Álvaro Pérez ‘El Bigotes’, al que el primero quería “un huevo”, o Enrique Ortiz, la “polla insaciable” del urbanismo de Alicante que mimaba a base de regalos a la alcaldesa— se hubieran borrado de la memoria colectiva con sus respectivas absoluciones en sentencias firmes. O como el derecho al olvido de un pasado que se llevó por delante a los populares y que ahora pretende asomar la cabeza.
El expresidente de la Diputación de Castelló Carlos Fabra, a su llegada al acto junto al expresidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus.
El ‘campismo’ confía en esa suerte de amnistía encubierta y aprovecha, además, la generosa ventana de oportunidad que, involuntariamente, le ofrece el rotundo deterioro generalizado provocado por Carlos Mazón, un president que si no está imputado en la causa de la DANA, que investiga por homicidio imprudente a toda una exconsellera de la Generalitat, es por su condición de aforado (con fecha de caducidad). El PP valenciano ha pasado así del lastre judicial del cohecho, la prevaricación y la malversación de caudales públicos al presunto homicidio imprudente.
Al lado de Mazón, cualquier tiempo pasado fue mejor. En el acto de Francisco Camps hubo breves referencias a la DANA y un “apoyo” al “PP en el Gobierno de la Generalitat” para la reconstrucción de la “zona devastada brutalmente”. “Obviamente”, apostilló Francisco Camps en un discurso en el que ni siquiera citó por su nombre a Carlos Mazón. Una cosa es el Palau de la Generalitat y otra el partido, según distinguió el protagonista del evento. “Eso no puede obstaculizar que nos pongamos en marcha para devolverles a los valencianos el gran PP que todos queremos”, exclamó Camps en un acto que, tal como insinuó divertido, parecía más bien un mitin preelectoral.
Sin embargo, tras varios amagos y algo de suspense, Francisco Camps no se atrevió a anunciar su candidatura a liderar el PP valenciano. La cosa quedó en una suerte de pistoletazo de salida de un proyecto interno, que pasa de mera corriente informal del partido a algo más serio. Sin peso interno, pero con ganas de desestabilizar al actual inquilino del Palau, encastillado a su pesar en el edificio gótico que alberga el poder autonómico y sin poder salir a la calle sin que alguien le grite “dimisión” o cosas bastante peores.
La exalcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, conversa con las exconselleras Maritina Hernández y Trini
El PP, a ojos de los renacidos neocampistas, debe anular las purgas y restaurar la dignidad de aquellos que fueron enviados a Siberia, como sucedió con los supervivientes de la vieja guardia bolchevique tras el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. “Soy una de esas personas a las que el partido trató mal”, lamentó Castedo. Sin embargo, según sugirió la exalcaldesa de Alicante, el deshielo aún no ha llegado del todo al PP valenciano. A los cargos en activo que acudieron al acto (básicamente, concejales de tercera fila), Sonia Castedo les avisó al final de su discurso: “Las consecuencias podrán ser las que tengan que ser, pero eso demuestra que aquí hay valentía, hay coraje”.
El “verdadero” PP valenciano
De los numerosos jubilados que acompañaron a Camps, ya casi nadie se acordaba de ellos. A la prensa incluso le costaba identificar a los que alguna vez pintaban algo en el Consell; entre el forzoso envejecimiento biológico por los años transcurridos y la mala memoria a largo plazo, no era fácil acordarse de los nombres de tal exconsellera o de aquel alcalde condenado por corrupto, a pesar de los cientos de titulares que protagonizaron en su momento. ¿Cómo se llamaba el del bigote?, se preguntaba una veterana periodista en pleno ‘flashback’ resacoso de la nublada mañana sabatina.
La nostalgia campista, por lo demás, afloró de nuevo el lenguaje hiperbólico propio del expresident: “Tengo una ilusión bárbara por ponerme a trabajar con vosotros”, espetó a sus fieles. Y también rememoró la mayor lealtad de Camps: la de la “extraordinaria” Rita Barberá, la alcaldesa que le puso a su lado de concejal de Tráfico, que lo acompañó de por vida y a la que “todavía el PP tiene que darle el reconocimiento absoluto y definitivo”, según imploró el expresident.
Rita Barberá es la principal mártir política del campismo. El exsenador Vicent Aparisi, uno de los organizadores del evento, pidió al pequeño dron que sobrevolaba el edificio de Veles e Vents que se elevara “hacia el cielo” para saludar a Barberá y decirle: “Aquí estamos el verdadero PP de la Comunitat Valenciana”.
Francisco Camps anheló las mayorías absolutas de los buenos tiempos, cuando ni siquiera hacía falta “coaligarse” con nadie. “Un Gobierno sin partido no puede subsistir”, dijo a modo de aviso a navegantes.