Dentro del caos de las urgencias del Hospital Universitario de Canarias

Hasta en un día de menor afluencia de la habitual, en los pasillos, incluso en las áreas de evacuación, se amontonan las camillas con pacientes. El servicio acumuló el mayor número de reclamaciones de toda España el último año y ha sufrido una fuga de sanitarios

Días y noches en una silla de urgencias en Tenerife a la espera de una cama: “Hemos naturalizado condiciones inhumanas”

Es un día cualquiera de finales de abril y sobre La Laguna cae una lluvia ligera que apenas perturba a sus vecinos y vecinas. El sol trata de abrirse paso por momentos mientras la bruma difumina el horizonte. “Para vivir en ella, cosa es bien clara, que aunque lugar nos sobra tiempo nos falta: porque en tal pueblo, la mejor coyuntura llega a mal tiempo”, escribió el historiador José de Viera y Clavijo en una seguidilla que dedicó a la “perdurable intemperie” de este municipio del norte de Tenerife, a sus inclemencias meteorológicas. 

Como en la ciudad donde se ubica, en el Hospital Universitario de Canarias (HUC), y más en concreto en sus urgencias, también parece que hasta la mejor coyuntura llega a mal tiempo. En ese día cualquiera de finales de abril, dentro de ese servicio hay menos afluencia de la normal en los últimos meses, pero aun así la fotografía sigue siendo la de la sobrecarga y el colapso. La resume, a modo de ruego, el mensaje que ha colgado la organización Intersindical Canaria en varias pancartas de las inmediaciones: “Urgencias: ni pacientes almacenados, ni trabajadores esclavizados”. 

Son las 13.40 horas. En las afueras de las urgencias y en una pequeña sala de espera aguardan familiares de pacientes. A través de una cristalera se ve a dos personas mayores en silla de ruedas. Se encuentran en una zona de tránsito. Son pacientes que están pendientes de que se libere una cama en planta o que ya tienen el alta médica, pero requieren atención sociosanitaria y no tienen a dónde ir, bien porque no cuentan con una red de apoyo familiar o comunitaria o bien porque sufren el déficit de más de 9.000 plazas en residencias de las Islas. En Canarias hay unas 600 personas que viven en los hospitales públicos con el alta médica, con el consecuente bloqueo de camas de agudos. Solo en el HUC, esta cifra ronda los 140 pacientes, según los últimos datos.   

El triaje

La pequeña estancia acristalada de admisión es la puerta de entrada del servicio de urgencias que, según el último informe de la Defensora del Paciente, acumuló el mayor número de reclamaciones de toda España el año pasado y que, según sus trabajadores y los propios usuarios, vive sumido en un caos diario ante la falta de espacio físico y las carencias de personal y de gestión para lograr circuitos más fluidos. Las protestas se han sucedido en los últimos meses y los planes de contingencia siguen siendo insuficientes. 

Tras el área de admisión, la primera parada (siempre que el estado del paciente no sea crítico) es una sala con diez sillas de plástico donde se espera a que el personal de enfermería llame para hacer el triaje, para otorgar el nivel de prioridad y la ubicación de los pacientes. A algunos se les tría en un cubículo. A otros, entre cortinas. 


Zona de triaje de las urgencias del Hospital Universitario de Canarias. (CANARIAS AHORA)

Desde esa sala se ve y escucha todo. Mientras algunos sanitarios hablan sobre un hombre que ha sufrido un ictus, por el pasillo se observa de forma fugaz a un paciente que es transportado en una camilla por el personal de una ambulancia. Poco después, se oyen dos conversaciones telefónicas. Una joven camina en círculos mientras explica a su interlocutor que un familiar ha sufrido una infección en la pierna y que, probablemente, habrá que amputar. Un sanitario pregunta por el historial médico de una mujer “con un nombre muy común”. Quiere corroborar que tiene un marcapasos. 

El triaje de enfermería apenas demora entre cinco o diez minutos, pero sobre las 14.25 horas, aún hay tres pacientes que aguardan en esta sala para ser ubicados dentro del servicio, dos de ellas octogenarias con problemas digestivos. En ese momento, se abre otra estancia que el personal llama sillones tres. Es la antigua sala de espera para familiares de personas ingresadas en la Unidad de Vigilancia Intensiva (UVI). A raíz de las manifestaciones de los trabajadores y de la presión mediática, fue habilitada a finales del año pasado para ubicar, mientras esperan por la atención médica, a pacientes con cuadros menos graves y que puedan necesitar pruebas complementarias. 

En la entrada hay tres sillones clínicos o geriátricos (con brazos y reposapiés), alguno desvencijado. En el resto de la sala hay unas 25 sillas rígidas de plástico. Es en este espacio donde se generan las mayores esperas hasta poder ser visto por el personal médico. En los últimos meses, coinciden las fuentes sanitarias consultadas, esta demora se sitúa entre las 12 y las 22 horas de forma habitual, aunque en ocasiones ha llegado a 30. 

Los pasillos

En contra de lo que se pudiera pensar por la menor afluencia de pacientes en este día de abril, en el trayecto desde la sala de espera de triaje hasta la sala de espera de sillones tres se observa una estampa que debiera ser extraordinaria, pero que se ha perpetuado en las urgencias del HUC. En los pasillos se amontonan las camillas con pacientes a los que sus familiares, en algunos casos, y personal de enfermería, en otros, les dan de comer de pie. 

“En los veinte años que llevo trabajando en este hospital, nunca he visto esos pasillos sin camillas, siempre están ocupados”, señala Alejandro Gordillo, portavoz del sindicato de enfermería Satse. La saturación lleva incluso a tener que ocupar el pasillo de la denominada zona 0, un área de evacuación. También en este día de afluencia baja de usuarios. 

“Eso es lo más triste, que hemos normalizado situaciones que no lo son”, dice otra enfermera, ya veterana en el servicio, que prefiere no revelar su identidad y que suele usar la metáfora del tetris, el juego de encaje de piezas de diferentes tamaños y posiciones, para definir la labor de ubicación de los pacientes ante la falta de espacio físico en las urgencias. “Se te parte el alma teniendo que mover al mismo paciente 50 veces porque tienes que entrar a otro o que llevar a uno a una prueba y no hay hueco”, cuenta. 


Fotografía de archivo de las urgencias del HUC. (CANARIAS AHORA)

Durante toda su trayectoria en las urgencias del HUC, más de una década, ha convivido con los colapsos, pero en el último año la presión se ha tornado insoportable, según relata. “Vas al trabajo como si fueras a la guerra, no tienes ni tiempo de comer, ni de ir al baño, te ves constantemente corriendo de un lado para otro… No hay ni espacio para darle intimidad a un paciente. Me gusta mi trabajo y me preocupan los pacientes, por eso lo paso mal”.

El HUC es uno de los hospitales canarios con mayor número de camas de observación en las urgencias. Cuenta con 103. El resto de pacientes se distribuye entre las camillas y las distintas salas que se han ido habilitando a medida que la presión asistencial ha ido en aumento. La última memoria publicada, del año 2023, cifraba en 224 la media diaria de pacientes en las urgencias de este centro, con un tiempo de espera promedio de más de seis horas y media. En el otro hospital de referencia de Tenerife, el de La Candelaria, que atiende a la población del sur de la isla (más joven que la del norte), la media de pacientes era de 303 al día en 2022, año en que este centro publicó su última memoria. 

Los datos que manejan trabajadores y sindicatos sitúan en torno a los 250 la media de pacientes diarios de los últimos meses en el HUC, aunque en ocasiones han llegado a acudir hasta 300 en un día. “A lo mejor ocho horas de espera en el circuito rápido ya es un día bueno para nosotros”, apunta una sanitaria. “Somos el centro (de los cuatro hospitales de referencia de Canarias) con menor presión y el que peor servicio da”, dijo a finales de noviembre en los micrófonos de la cadena Ser el propio gerente del HUC, Adasat Goya, el economista ligado al sector de la estiba que Fernando Clavijo (Coalición Canaria) colocó al frente del centro tras prometer en campaña la profesionalización de la gestión sanitaria. 

En esa entrevista, Goya utilizó también la palabra “parche” para referirse a las actuaciones para paliar el colapso (obras por importe de dos millones de euros, con la apertura de una zona con capacidad para 22 camillas en la zona que hasta ese momento estaba reservada para el servicio de hospitalización a domicilio), aunque afirmó que el “diagnóstico es esperanzador” y que “hay soluciones”. 

La espera en ‘sillones tres’

La estancia bautizada como sillones tres es uno de esos parches. En este día de finales de abril, sobre las dos y media de la tarde entran los primeros cinco pacientes. Entre ellos, las dos octogenarias, ambas en sillas de ruedas. A una la ayudan a sentarse en uno de los sillones geriátricos. A la otra, en poco tiempo, la pasan a una camilla en un pasillo. Ya lo advirtió el enfermero que vigila junto a una auxiliar: “Salvo que alguien se ponga malito, irán pasando por orden de llegada”. 

Las largas esperas que soportan los pacientes en esta sala hasta poder ser vistos por los médicos obligan al personal de enfermería a reevaluar de forma constante. “¿Estás bien?, ¿necesitas algo?”, pregunta a cada momento, con trato exquisito, el profesional que supervisa esta sala. “Hoy es un día tranquilo, siempre me quedo con 25 o 30 (pacientes)”, comenta con compañeras de quirófano con las que se cruza. 

Sobre las tres de la tarde, 35 minutos después de la apertura de esta estancia, sale el primer paciente para ser atendido por un médico. Un joven empieza a perder la paciencia. Llegó al hospital desde las urgencias del centro de salud y acumula ya varias horas de espera. Está en silla de ruedas. “Me han dicho que soy el siguiente en pasar, pero eso es para que esté tranquilo, tiene pinta de que aquí se me va a hacer de noche. Menos mal que me comí el bocadillo. Si no, me muero”, le dice a su madre por teléfono. “Ya que has esperado tanto, espera cinco minutos más, como quien dice”, se escucha del otro lado. 


Los tres sillones geriátricos de la antigua sala de espera de UVI, antes de ser ocupados. (CANARIAS AHORA)

Cuando cuelga, el paciente acude a la pecera donde se encuentra la técnica en cuidados auxiliares de enfermería a preguntar cuánto queda. “No sé cuánto tardas, pero eres el siguiente”, trata de tranquilizarlo de nuevo. Él le pregunta si espera tanto porque es “joven y fuerte”.  Ella le recuerda que también hay personas mayores que sufren la demora. Una de ellas dormita en uno de los tres sillones clínicos, con los brazos cruzados. Antes de que despierte, llaman al joven. Faltan unos minutos para las cuatro. “¿Ves como no era para tanto? Si te digo que falta poco, te pones peor”, bromea la auxiliar. 

La señora mayor abre los ojos e inicia una conversación con la familiar de otro paciente. “Ni yo sé lo que tengo”, dice mientras se señala el estómago y gesticula un dolor que le sube hasta la boca. “No he comido, pero no tengo hambre”, le cuenta. “Aquí se le quita el hambre a uno”, tercia la acompañante. Aún deberá esperar hasta las cuatro y media para que la vea el médico, más de dos horas después de haber entrado en esta sala donde se empieza a formar un embudo, el colapso perceptible hasta en los días de menos afluencia. 

Esta demora para ser atendido por personal médico es este día de finales de abril más corta de lo habitual. Justo una semana después y sobre la misma hora, los trabajadores vuelven a hablar de más de doce horas de demora en la estancia denominada sillones tres y de hasta cinco ambulancias inoperativas en las puertas de las urgencias porque dentro no hay camillas donde poder acostar a los pacientes. Aun así, no es el peor de los escenarios que recuerdan. Hace unos meses se llegaron a contabilizar cerca de una decena de vehículos de transporte sanitario atascados en las puertas de las urgencias del HUC.

También a finales de abril, un inspector de Trabajo acudió a esas urgencias tras la denuncia formulada por los sindicatos. Lo cuenta Alejandro Gordillo (Satse): “La denuncia tiene que ver con las condiciones en las que trabajan los compañeros, con la falta de una evaluación de riesgos que llevamos muchos años pidiendo, con la colocación de pacientes en zonas que no están habilitadas para ellos o de la ocupación de las zonas de evacuación”, con el consecuente riesgo para la seguridad de usuarios y personal en caso de emergencia.    

Fuga de sanitarios

Dentro de las urgencias hay varios circuitos a los que los pacientes son derivados en función del estado en que llegan y de sus necesidades. En la sala de sillones tres se suele ubicar a aquellos que presentan cuadros menos graves, pero requieren pruebas complementarias. Esa estancia es antesala de los cubículos donde se recibe la primera atención médica. Para entrar a estos cubículos, hay que mover las camillas que se acumulan a ambos lados del pasillo, dejando un estrecho corredor central de incesante trasiego de sanitarios. “No hay espacios para desalojar y tenemos que ir buscando huecos para poder liberar los cubículos y que así los médicos vean pacientes nuevos”, cuenta la enfermera que a principios de año escribió una carta en la que pedía disculpas “por las pésimas y vergonzosas condiciones” en las que tenían que cuidar “desde hace ya muchos años” a las personas en las urgencias del HUC , en especial las mayores, “quienes más sufren” las esperas por una cama en planta o, al menos, en las camas de observación. 

El problema no es solo de espacio. También es de personal. La fuga de médicos se ha intensificado este año. La Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) difundió a principios de abril un comunicado en el que informaba de que en los últimos meses habían renunciado 13 facultativos del servicio de urgencias del HUC. “Más del 75%” de ellos eran profesionales “con más de 5-10 años de antigüedad en el servicio”. En esa nota, la junta directiva de la sociedad científica alertaba de que había habido turnos (de noche) que habían sido cubiertos por un solo adjunto. 

“La situación desde mi llegada al HUC era mala, pero desde hace tres meses es insostenible”, escribía a este periódico una de las médicas que renunciaron a principios de año. “El servicio de urgencias es un territorio de nadie donde el paciente es lo que menos importa, convirtiéndose en un circo de gestión donde unas obras prometidas para medio-largo plazo son la única esperanza (…)  La urgencia se bloquea día tras día, los pacientes se acumulan en sillas con patologías graves, pasan más de 24 horas sin subir a planta, no hay camas para monitorizar a personas que los precisan, las REAS (unidades de reanimación) se bloquean de manera casi horaria…”, explicaba esta facultativa. 


Pancarta colgada por Intersindical Canaria en el HUC. (CANARIAS AHORA)

Levy Cabrera, portavoz del Sindicato de Médicos, cuenta que a esas salidas se suman las bajas (incapacidad temporal) de una decena de los 32 adjuntos que hasta esa fecha ejercían en el hospital. Cabrera explica que, además de las renuncias por la sobrecarga laboral en las colapsadas urgencias del HUC, ha habido facultativos que se han marchado porque las condiciones en otros lugares (por ejemplo, en La Palma) son mejores. 

El objetivo de la dirección del hospital, según ha trasladado a los representantes de los trabajadores, es tener al menos cuatro o cinco por turno. “Un hospital de ese nivel no debe tener menos de seis médicos por turno”, señala Cabrera, que añade, a modo de ejemplo, que en el otro hospital de referencia de la isla de Tenerife, el de La Candelaria, son ocho. 

Para cubrir el déficit de médicos adjuntos en las urgencias del HUC, la gerencia ha recurrido a dos vías. Por un lado, ha llamado a especialistas de otras áreas para cubrir el déficit, una decisión que también ha sido criticada tanto por el personal el propio hospital como por la sociedad científica de urgenciólogos en las Islas: “Transmite el mensaje erróneo de que cualquiera puede hacer nuestro trabajo”. Además, ha recurrido a una agencia de contratación para “encontrar médicos en todo el mundo”, señala Cabrera. “Han venido dos de La India, uno de Ucrania y estaban pendientes también de dos que llegaban desde Costa Rica”, agrega el portavoz del sindicato médico. 

“Ha habido contrataciones, pero aún no han llegado suficientes médicos para suplir esa plantilla. Hay que sentarse y buscar soluciones a la falta de personal médico, que es uno de los principales problemas que tiene el servicio y que está afectando al resto de los profesionales, porque la enfermería está teniendo que asumir situaciones bastante complejas”, señala Gordillo (Satse). Otra enfermera advierte también de los problemas de comunicación con el personal facultativo que llega de países donde se habla otro idioma, además de la presencia de médicos “más inexpertos”, lo que también retrasa la atención. 

Las renuncias no se han dado solo entre el personal médico. También en otras categorías, como enfermería, “debido al agotamiento físico y, sobre todo, psicológico”, señala una de ellas. “En estos años hemos demostrado una gran capacidad de adaptación a situaciones extremas, con cambios casi diarios en la dinámica de trabajo impuestos por la dirección del centro, derivando  en el personal de enfermería la mayor parte de responsabilidad del servicio turno a turno”, debido a la carencia de médicos, y todo ello “sin cobrar ningún plus ni de peligrosidad (al exponernos no solo a agresiones físicas y verbales a diario, sino a cualquier agente patógeno de los centenares de pacientes que atendemos), ni de responsabilidad”, apunta la profesional.


Ambulancias inoperativas en la entrada de las urgencias del HUC. (CANARIAS AHORA)

La trabajadora incide en que el personal de enfermería lleva años reclamando la especialización en urgencias (ya reconocida en el área médica), porque “no todo el personal de nueva incorporación tiene ni los conocimientos ni la experiencia para asumir situaciones de emergencia tan dispares como las que llegan cada día al servicio”. 

En noviembre del año pasado, la dirección del hospital cesó “por pérdida de confianza” al hasta entonces jefe de Urgencias, Guillermo Burillo, el mismo al que había rescatado al principio de la legislatura pese a que durante el mandato anterior fue destituido en otras dos ocasiones y que su proyecto, aun siendo el único, no había superado los requisitos exigidos por el tribunal del concurso convocado para cubrir esa plaza meses antes.

Las fuentes sanitarias consultadas atribuyen también los colapsos en las urgencias del HUC a problemas de gestión, a la falta de dimensionamiento de la plantilla para atender a la población que acude al servicio y a una visión cortoplacista del problema. Durante la anterior legislatura (2019-2023), se llegó a plantear la construcción de un nuevo hospital para adecuar la asistencia a las demandas de la población (incluso había un acuerdo con el Ayuntamiento de La Laguna para la cesión de terrenos) o la creación de un nuevo edificio en una parcela anexa desocupada para albergar servicios ginecológicos y pediátricos.  La irrupción de la pandemia del Covid y algunas reticencias lo impidieron. Algunas de esas soluciones parecen estar entre las opciones de los actuales gerentes. “En algún momento” habrá que pensar en un nuevo hospital, llegó a decir el gerente en una entrevista.

Mientras, desde la gerencia confían en que las obras anunciadas a finales del año pasado por importe de dos millones de euros para reordenar el espacio de urgencias (algunas ya comenzadas), las últimas contrataciones y la “mejora de los circuitos” alivien la presión.