Conversaciones privadas de Sánchez sin relación con ningún proceso judicial que recogió la UCO y estaban bajo custodia judicial; su divulgación apesta. ¿Quién las facilitó? ¿A cambio de qué? ¿Las robaron los grandes “periodistas” de la exclusiva? Sobrecogedor que alguien pueda considerarlo periodismo
Es absolutamente sobrecogedor que alguien pueda considerar periodismo el uso fraudulento de unas conversaciones privadas cuya divulgación es puro cotilleo morboso. Eso sí, con el fin de dañar –aún más– a Pedro Sánchez y sus relaciones personales con otros políticos. Solo de pensar que han salido, ufanos, felicitándose de su hazaña, individuos que supuestamente comparten profesión conmigo y otros periodistas a los que respeto por su trabajo, me resulta tan indignante como demoledor. Porque no son masivas las reacciones en este sentido a una prostitución nauseabunda de la información, del derecho a la información de los ciudadanos. Qué va, hasta programas especiales de televisión hicieron los colegas (de los transgresores, no de los periodistas) en pleno domingo. Y ante alguna crítica, ha habido quien ha osado comparar la “exclusiva” con el “Luis, sé fuerte” de Rajoy a Bárcenas, que sí era información. Se trataba de un proceso judicial por corrupción y además lo divulgó el receptor, el tesorero del PP, a quien querían cargar todas las culpas. Que esto lo digan periodistas da idea de en qué manos está una parte de la profesión y hasta qué punto los ciudadanos han sido invadidos por la falta de criterio y la desinformación.
Luego están los políticos. Criticando lo que el presidente del Gobierno wasapeaba con Ábalos, como si fueran el público de esos programas de la entrepierna que comenzaron a degradar la profesión en su día. Con tanto cuanto tienen que callar, además, de sus palabras vertidas. Aquellas alabanzas, por ejemplo, de Cuca Gamarra a Pablo Casado por alarmarse públicamente de los negocios del hermano de Ayuso con las mascarillas mientras tanta gente moría. Gamarra, además, traicionó al presidente del PP del que era número 2, al minuto siguiente, como una Judas sin un gramo de decencia.
El colmo, para no variar, ha sido Isabel Díaz Ayuso, saliendo a dar las gracias –a dar las gracias, repito– a jueces, fiscales y periodistas que están dando lo mejor de sí mismos contra Sánchez. Será casualidad pero la asociación de fiscales que se personó como acusación particular contra el fiscal general del Estado urge a procesarle ya aunque el juez que las busca con denuedo no encuentra pruebas. ¿Cómo sería conocer los wasaps de Ayuso, precisamente, con su jefe de gabinete, con su novio, con Aznar, si llamó “hijo de puta” con todas las letras al presidente del Gobierno de España en pleno Congreso de los Diputados? Esos mensajes deben echar humo. Humo… golpista. Que, además, es diferente.
Conversaciones privadas de Sánchez sin relación alguna con ningún proceso judicial que recogió la UCO y estaban bajo custodia judicial, su divulgación apesta y parece vulnerar la legalidad. ¿Quién las facilitó? ¿A cambio de qué? ¿Las robaron los grandes “periodistas” de la exclusiva? Por fin el Gobierno dice que denunciará la filtración si la policía no la investiga. No será admisible que no se exijan serias responsabilidades. Porque todo el país está vendido cuando personajes de este cariz operan con impunidad. Hay gente muy preocupada, por la democracia, por la honestidad, por el derecho a la información. Éste ha sido un golpe más para aclarar que esto es un estercolero donde se puede tumbar a un gobierno con la mayor bajeza que quepa imaginar. Por cierto, “derogar todas las leyes del sanchismo” pide Esperanza Aguirre al Congreso del PP. ¿Por ejemplo, rebajar en un 60% el salario mínimo y un 33% la pensión media; más, las que eran de menor cuantía? Cualquiera puede hacer una suma simple para saber qué está pasando.
Los mensajes de Sánchez datan en algún caso de 2020, nada menos. El contenido no aporta nada imprevisible: las relaciones que citan se veían así a la legua, en algunos casos son mutuas, pero la exposición pública causa daños a tener en cuenta, aumenta las rencillas si es el caso. A esta gente indigna nunca les ha importado el daño que causan, siendo inmenso en muchas ocasiones. Vean la aterradora persecución que sufre la política valenciana Mónica Oltra, exonerada ya por la justicia de no tener relación alguna con lo que hiciera o no hiciera su exmarido con el que ni siquiera convivía ya. En cambio, ahí tienen a poderosos convivientes de la política de derecha bien tiznados sin que nada ocurra.
La divulgación de las comunicaciones privadas en custodia judicial parece una revelación de secretos de libro, algo que solo se le imputa con insistente persecución también ¡al Fiscal General del Estado!, por un email, del novio de Ayuso precisamente. Mientras contenemos la indignación que todo esto produce, alegrémonos de que borrara los mensajes porque su publicación podía haber provocado hasta conflictos diplomáticos, dado cómo, asombrosamente, fluyen estas cosas a los medios.
Estamos en un país en donde la justicia parece actuar con extrema desigualdad según sea la ideología del objeto de sus pesquisas. Fiasco monumental el acuerdo que volvió a dejar en manos de… el PP los grandes órganos de dirección de la justicia. Y ya van ni cuento los años, décadas. No es normal, ni sano democráticamente.
Ayuso da las gracias por cómo están dando todos esos pilares lo mejor de sí mismos contra Sánchez. ¿Alguien cree que esto puede suceder en un Estado de Derecho sin que tenga consecuencias? Y lo terrible es la sensación demoledora de en qué manos está parte de la información y de la política que consumen los ciudadanos.