«El prodigio, los prodigios, de Eduardo Mendoza consisten en convertir a los lectores en lectores mayores. A la gente que no acostumbra a leer, Eduardo con su verdad literaria la atrae hacia su lectura», elogía Javier Pérez Andújar
Eduardo Mendoza, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2025
Si Barcelona fuera una persona, se llamaría Eduardo Mendoza. Y si Eduardo Mendoza fuese una ciudad, se llamaría Barcelona. A fuerza de ser de Barcelona, de mostrar y encarnar la esencia de su ciudad, Eduardo Mendoza es el escritor más cosmopolita y más internacional de nuestras letras.
Un cosmopolita es un caballero que da la vuelta al mundo en ochenta días y le sobra uno. Un cosmopolita es un señor de Barcelona que rellena en el comedor de su casa el crucigrama de The Guardian todos los sábados antes de tomar el aperitivo con aceitunas, y que en su juventud fue intérprete en el laberinto donde se citaban presidentes de Gobierno como Ronald Reagan y Felipe González.
Pero Eduardo Mendoza, además de un mundo hecho de idiomas, es un mundo hecho de literatura. Porque Eduardo Mendoza tiene toda la elegancia, todo el gran estilo, todo el gran mundo de la llamada gran literatura. La mejor.
Esta gran literatura es sencillamente la que se ha practicado siempre, desde el inicio de la escritura. El regreso de las tropas diezmadas de Jenofonte, la Anábasis, es un recorrer el mundo. Las novelas bizantinas de caballerías eran cosmopolitas. Los cuentos de Kipling de la selva india se leyeron en las grandes ciudades de todo el planeta. El desamparo de Dickens, que sublimaba a través de los niños explotados en las fábricas, en las familias, en los orfanatos, está presente aún, en nuestros días, y lo vemos en las grandes ciudades de los países BRIC, y de los nuestros, que son países tetrabrik, es decir cuatro veces BRIC. El profundo sur de Faulkner no es más que el corazón profundo de una forma de escribir. Todo esto a la vez es Eduardo Mendoza. Toda esta internacionalidad, toda esta universalidad, toda esta literatura.
Eduardo Mendoza ha recibido todos los grandes premios literarios que se dan en España. Es un reconocimiento obligatorio, pero es sobre todo el abrazo desesperado y reverencial que nuestro país está abocado a darle para sujetarlo, para que no se eleve como el globo de Julio Verne y se vaya a recorrer el mundo, y se nos escape Eduardo, una pieza fundamental de nuestra cultura. Siendo príncipe de las letras, ahora es princesa de Asturias. No podía ser menos.
El prodigio, los prodigios, de Eduardo Mendoza consisten en convertir a los lectores en lectores mayores. A la gente que no acostumbra a leer, Eduardo con su verdad literaria la atrae hacia su lectura. Esa es la sola verdad sobre el caso de sus novelas. Y a los escritores, Eduardo les hace querer ser más escritores. A las ciudades como Barcelona, las hace querer llamarse como él. A los países como España, los convierte en focos de cultura y les proporciona cultura para mostrar y representarse. Es cultura barcelonesa. Es cultura catalana. Es literatura cosmopolita. A los continentes como Europa, su literatura los sostiene cuando todo parece que son placas a la deriva. Por eso es tan importante Eduardo Mendoza.