El líder del PP acude por primera vez a la festividad madrileña de San Isidro junto al alcalde Martínez Almeida y sin Isabel Díaz Ayuso
Ábalos reconoce que distribuyó parte de los mensajes con Sánchez para demostrar que no se le cesó por corrupción
La estampa es casi inédita a estas alturas del año al cruzar el Puente de San Isidro. El Manzanares pasa repleto de agua, como si fuera un río de verdad. Y la mayoría de la gente que enfila el paseo de la Ermita del Santo combina parpusa y plumífero bajo un cielo panza de burro. Pero el clima revuelto de esta primavera no afecta al bullicio de la pradera, de bote en bote desde bien temprano. Hay cola en las tómbolas, donde se rifan bufandas del Madrid, del Atleti, del Betis, los equipos más populares en la capital. Están repletas también, y a pleno rendimiento, todas las casetas. En realidad, todas menos una. La de Vox, en la que dos hombres se afanan por colocar el cartel del partido de Abascal antes de abrir las puertas del recinto de la España que madruga. Están a punto de dar las doce y media.
Unas cuantas casetas más allá, no hace falta fijarse en el logotipo del partido para deducir que es la de Más Madrid. En sus carteles se ofrece comida vegana, agua para perros, vasos reutilizables alquilados y cerveza sin gluten, que además de apta para celíacos seguro que es más saludable porque quien la sirve en el grifo es la ministra de Sanidad, Mónica García, a la que la prensa le pregunta por los mensajes del presidente con Ábalos.
“Le voy a pedir a San Isidro que la política vaya menos de los mensajes privados del presidente y más de esos mensajes que tenemos todos y todas, con los padres y madres del colegio en el que se comenta que no hay becas comedor o que la pública está acosada, esos mensajes de la familia en la cual tenemos algún mayor que no sabemos si tenemos que meter en una residencia teniendo en cuenta los precios y teniendo en cuenta la mala calidad de las residencias en la Comunidad de Madrid. Esos mensajes en los que estamos preocupados por el futuro de la vivienda, con nuestros hijos y nuestras hijas que no se pueden emancipar y una pareja no se puede separar porque no puede acceder a una vivienda digna”, dice la ministra.
Justo al lado de la de Más Madrid está la del PSOE, apenas un par de módulos a la derecha. Óscar López, que se estrena en las fiestas patronales como la enésima fórmula imaginativa a la que los socialistas le ponen el clavel en la solapa para intentar arrebatarle a la derecha la Comunidad de Madrid, es recibido por un grupo de incondicionales de Ayuso, que este año causa baja.
“Me dicen que Feijóo viene a la pradera pero que Ayuso se quedará en el ático. Supongo que son cosas del runrún del PP”, dispara López como ataque preventivo antes de que nadie le pregunte por el runrún en el PSOE. Después, ya sí, le preguntaron. “Lo que hay es una campaña de bulos y de fango contra el Gobierno. Que no tengan ninguna esperanza, vamos a seguir. Por muchos palmeros pagados y subvencionados que tenga la derecha, que abandonen toda esperanza”, dice sin mirar a nadie pero a apenas un metro de los fans de la presidenta madrileña que le dedican piropos variopintos.
Como avanza el líder del PSOE en Madrid, Alberto Núñez Feijóo hace acto de presencia este año en San Isidro. La agenda del líder del PP le hizo imposible hace quince días acudir a los actos del Dos de Mayo presididos por Ayuso. Pero esta vez, sin embargo, encuentra el hueco para la fiesta de Almeida, a quien acompaña a la misa del Santo, mitad cantada mitad predicada y de más de una hora de duración.
En Galicia, al entonces presidente de la Xunta no se le conocía afición ninguna por los actos religiosos. Más allá de su asistencia a la tradicional ofrenda al Apóstol cada 25 de julio en Santiago, rara vez acudía a la iglesia. No lo hizo ni para casarse, y cuando se le preguntaba por ello respondía que el matrimonio es la institución menos democrática que conoce. Pero Feijóo, ahora, dice que es de Madrid.
“Es mi primera vez, pero es una ocasión que no quería perderme. Soy diputado por Madrid y represento al pueblo de Madrid y al conjunto de España. Pero es que Madrid es la ciudad de todos, la suma de todos, el cruce de caminos. Y una de sus esencias es que, los que no hemos nacido en Madrid, también somos de Madrid”, reivindica con orgullo chulapo antes de asegurar que, por las conversaciones privadas que quedan por salir, está seguro de que Sanchez “tiene miedo”.
Ya sea también por falta de valor o de apetito, el caso es que Feijóo ignora al vendedor que, a su paso, lamenta ante su parrilla que se pierdan las tradiciones. “¡Pedid gallineja, que es San Isidro!”, suplica entre comandas de bacon-queso y chorizos criollos. Es muy probable que el líder del PP no lo escuche. Y que si lo hace piense para sus adentros que sí, que es de Madrid, pero tampoco tanto como para llegar a esos extremos.
Cuando se marcha la marabunta que rodea a los políticos se aprecia más nítidamente la larga cola para visitar al Santo. Apartada unos metros de la fila, una madre le explica a su hija preadolescente el simbolismo de los claveles. “Si llevas dos rojos es que estás casada, si solo llevas uno es que tienes novio y si llevas uno blanco es que estás soltera”. “Pues hay mucha gente que lleva a la vez uno blanco y uno rojo, mamá”, le replica la hija. Hay un breve silencio que debe servir para que la madre concluya que la teoría sobre las relaciones abiertas es mejor dejarla para más adelante, quizás para otro San Isidro más soleado. Y seguramente por eso le responde con una pregunta que suena a que, en realidad, podría haber sido cualquier otra: “¿Te apetece un helado?”.