El miedo cunde entre quienes duermen en Barajas en pleno choque institucional: «¿A dónde quieren que vayamos?»

Un informe refleja que más de 400 personas pasan cada noche en el aeropuerto y AENA ha anunciado controles en las entradas mientras las administraciones se pasan la pelota de la responsabilidad

Una noche con las personas sin techo que duermen en el aeropuerto de Barajas: “No encontramos un sitio mejor”

Cientos de personas, desde hace unos diez días, saben bien que el suelo de la planta -1 de la Terminal 4 (T4) del Aeropuerto Madrid Barajas – Adolfo Suárez está igual de frío que el de la planta 2, la más transitada del enclave, donde solían aposentarse durante la noche. A este nivel subterráneo fueron conducidas todas las personas en situación de calle que pernoctan en el aeropuerto después de que su número se incrementara en las últimas semanas. Cierto miedo cunde entre estas más de 400 personas sin hogar que ven con recelo a los medios de comunicación que no respetan su intimidad, según denuncian, y ante la posibilidad de ser desalojados del lugar.

Diferentes administraciones en pleno choque institucional juegan un papel crucial en el devenir de estas personas. Todas quieren lo mejor para ellas, aunque ninguna actúa para darles una salida más digna que dormir sobre cartones y arropados con mantas. Desde AENA, la operadora del aeropuerto, afirman que este no es un lugar para habitar, sino de tránsito, por lo que hace unos días anunciaron que en las horas de menor actividad realizarían controles para solo dejar pasar a las instalaciones a viajeros y sus acompañantes. Mientras tanto, el Ayuntamiento de Madrid, competente en Servicios Sociales, echa balones fuera y defiende que muchas de estas personas, al ser solicitantes de asilo, dependen del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.

Todo ello le es ajeno a Eligijus. Tiene 46 años, procede de Lituania y suele ir a una escuela de peluquería a cortarse la barba de forma gratuita. Hace tiempo le robaron la mochila en la que atesoraba diversos documentos y el pasaporte. “Me quitaron todo, todo, todo, por eso he terminado así”, dice en un maltrecho castellano. La primera vez que llegó a España fue en 1999. Se quedó una década trabajando en la recogida de mandarinas y naranjas en Valencia, aunque también fue a la obra. La segunda vez que recaló en el país fue en marzo de 2024. A los dos meses ya se encontraba en situación de calle. “La esperanza nunca se pierde. En septiembre volveré a Valencia a seguir trabajando de lo mío”, comenta, con una leve sonrisa en su boca.

Pregunta la hora: 19.45. Se toma una pastilla. “Esto es un paracetamol, me duele mucho el hombro. Si vamos al centro de salud del aeropuerto no nos dan ni esto”, se queja. Su día a día se basa en despertarse cuando los vigilantes de seguridad comienzan la ronda e iniciar un periplo por la capital que le permita algo de comodidad. A veces va a una pequeña iglesia donde las monjas ofrecen bocadillos. Si tiene suerte, entra en un comedor social. “Ahí nos dan comida normal, con un primero y un segundo plato”, dice, mientras mueve con efusividad sus manos. Luego se ducha por 50 céntimos y se desplaza hasta un parking de una gran superficie comercial a pedir limosna. “Solo quiero dinero para comida”, se adelanta a responder.


Una de las personas sin hogar que pernocta en Barajas.

Dos vigilantes de seguridad pasean por la zona. Saludan a algunas de estas personas. Uno de ellos lleva un parche con la Cruz de Borgoña al cinto, la misma que utilizaron los carlistas que apoyaron a Franco. “No suele haber muchos problemas aquí. A veces, alguien habla bastante fuerte, los demás le piden respeto y baja la voz”, asegura.

Altercados con la Policía

Eligijus prefiere no dar su apellido, ni aparecer en fotografías. Lo mismo ocurre con Luis, de 36 años, madrileño, que se muestra temeroso de ser víctima de un posible delito de odio por vivir en la calle. “Nos dicen que nos tenemos que ir, pero ¿a dónde quieren que nos vayamos? No sé qué les costaría al Gobierno o al Ayuntamiento montar unas carpas de emergencia en Ifema, con lo grande que es”, propone este panadero de profesión que hasta hace unas semanas dormía en su coche. Un desahucio y tener que mantener a tres hijos le abocó a verse bajo el techo de la T4 cada noche.

“Hay cosas que AENA no cuenta. Por ejemplo, esta planta no la limpian, hasta hay una señora que está con nosotros que ha comprado su mocho y lejía para hacerlo”, recalca. Luis está algo enfadado. Hace unos días fue tratado de sarna en el propio aeropuerto. Los informes médicos que enseña así lo prueban.

Además, él sí ha tenido problemas con la Policía. También enseña la denuncia de lo sucedido. Según su versión, dos vigilantes le agredieron y se rieron de él. Semanas después la Policía le detuvo. Dijeron que había insultado a unos agentes. Con el dedo apunta a la cámara de seguridad que grabó todo. Pedían para él una orden de alejamiento de 300 metros sobre Barajas. El juez la denegó, y aquí está.

Contra las cámaras de televisión

Apenas a dos metros se encuentra John Díaz, vestido de negro al completo. Descansa sobre un cartón. “Ven, estás en tu casa”, es lo primero que dice con cierto tono jocoso este colombiano que llegó a España en 2008. Recaló en Barajas en enero de este año y estuvo en sus instalaciones un mes. “Dormía en los bancos de la planta 2, sentado, pero ya los han quitado”, comenta. Después consiguió un trabajo y se pudo pagar un hostal. Se dedica al mantenimiento de ordenadores.

Las tornas cambiaron al poco tiempo. Se quedó sin trabajo y hace dos semanas que volvió a la T4. “La Cruz Roja me está ayudando porque no tengo ni móvil, ni pasaporte, ni tarjeta bancaria. Solo quiero tener una vida moderadamente normal”, dice. Díaz asegura que los controles de acceso anunciados por AENA ya los llevan realizando desde hace unas semanas. “A mí no me han dicho nada todavía. Si lo hacen, intentaré ir a alguna otra terminal, o me quedaré en la calle”, comenta resignado.

Otro hombre de 80 años que pernocta en Barajas se muestra “harto” de que las televisiones intenten grabarles. “Ni Dios sabe que yo estoy aquí y tengo familia. Vienen con las cámaras y no respetan nada”, introduce, justo cuando un par de periodistas se afanan en conseguir testimonios para su programa de televisión. Tampoco quiere fotografías, ni siquiera decir su nombre. Lleva ocho meses durmiendo aquí. “Si por los controles no me dejan hacerlo más, me iré al trastero que tengo en Carabanchel”, ilustra de forma irónica. Apenas mueve las manos, curtidas por su profesión: peletería.

Natural de Zamora, todavía recuerda los buenos tiempos en los que tuvo un taller y tienda de ropa de pieles. “Las cosas vinieron mal para el negocio y encima yo caí en las máquinas”, enfatiza. Se refiere a las tragaperras. Ahora deambula por la terminal intentando no verse involucrado en ningún altercado.

Los trabajadores, obligados a no opinar

A diferencia de hace algunas semanas, es complicado hablar con los vigilantes de seguridad, aunque sea sin mostrar sus nombres. “El jefe nos vigila por las cámaras”, aciertan a decir tres de ellos. Algo parecido ocurre con los trabajadores de las aerolíneas. “Nosotros no podemos decir nada sobre esto, lo siento”, repiten.


Imagen de la planta -1 del aeropuerto de Barajas.

Sin embargo, en una de las puertas de la T4 se aposta un joven que trabaja en la facturación y el embarque para Iberia. Su versión de los hechos dista mucho de lo comentado por las personas en situación de calle. “Esto ha ido a peor. Que salga tanto en televisión es casi una promoción para que vengan más”, señala, tras apurar las últimas caladas a un cigarro. Este trabajador denuncia que muchas veces las personas que duermen en el aeropuerto hacen sus necesidades fuera de los aseos y que causan problemas de higiene y seguridad. “Controlar los accesos me parece un avance. Es algo que ya pasa en otros aeropuertos de Europa”, opina.

AENA envía un “requerimiento legal” al Ayuntamiento

Eligijus, Luis, John y este hombre octogenario son cuatro personas de las cientos que pasan sus noches cobijados bajo el ondulante techo de la T4. Según un censo realizado por Cáritas, puesto en duda por el equipo del alcalde, José Luis Martínez-Almeida, en total son 421 las personas que se dan cita cada noche en el aeropuerto al completo, más de la mitad en la misma terminal. El diario El País explicó que 137 de esas personas accedieron a participar en la encuesta.

Los resultados: el 78% son hombres, el 74% son personas extranjeras de 33 países diferentes, sobre todo Latinoamérica, un 5% presentaba discapacidad evidente, un 7% tenía problemas de higiene y más de la mitad duermen en Barajas desde hace más de medio año. Además, el 52% de ellos afirmó estar empadronado en la capital. Y el 38% de ellos deja el aeropuerto atrás cada día, al que retorna cada noche, para acudir a su puesto de trabajo.

El delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, catalogó el viernes de “varapalo sideral” para “las tesis del Ayuntamiento” de la capital el “censo elaborado por entidades sociales y que apunta a que entre las personas sin hogar que desde hace meses habitan en el aeropuerto no hay rastro de solicitantes de asilo”. Y desde el consistorio, el delegado de Políticas Sociales, Familia e Igualdad, José Fernández, ha puntualizado que con las aproximadamente 400 personas que pernoctan en el aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas solo se ha hecho una encuesta, no el estudio que viene reclamando el Ayuntamiento de Madrid.

Garantizar una salida digna para ellos solo será posible con el trabajo conjunto de todas las administraciones, tal y como advierte el propio informe. Por lo pronto, AENA niega que haya una plaga de insectos en Barajas y admite que se puede tratar de un “episodio puntual con origen indeterminado”, tal y como ha certificado una empresa especializada.

Asimismo, considera que “los aeropuertos están diseñados y equipados, exclusivamente, para el tránsito de pasajeros y, por tanto, no están preparados para que las personas habiten en ellos”. Por ello, AENA ha desplegado todas las medidas necesarias para, dentro de sus competencias, “garantizar el bienestar de los pasajeros y los trabajadores del aeropuerto”, tal y como han explicitado en un comunicado.

Por último, el gestor aeroportuario ha remitido un requerimiento legal al Ayuntamiento de Madrid para que atienda las necesidades de las personas sin hogar que duermen en Barajas. “La actuación del Ayuntamiento de Madrid en estos meses ha resultado claramente insuficiente y, además, las declaraciones públicas de sus responsables políticos han confirmado su dejación de funciones y, por tanto, el desamparo de las personas sin hogar que pernoctan en el aeropuerto”, han explicado, en otro comunicado.

Mientras todo esto ocurre en los despachos y las declaraciones y acusaciones de responsabilidad se suceden en los medios, más de 400 personas encuentran en Barajas el mejor lugar en el que pasar la noche. “A mí que me expliquen dónde quieren que nos vayamos”, se despide Luis.