Benilloba conserva la memoria de antiguos oficios hidráulicos mientras atrae a caminantes que buscan paisajes tranquilos, arquitectura tradicional y vestigios rurales bien conservados
La estación de tren que parece un castillo y es patrimonio de la Unesco
En el interior de la provincia de Alicante, lejos del bullicio costero y de las rutas más transitadas, se encuentra un municipio que permanece en un discreto segundo plano en los mapas turísticos. Con poco más de 700 habitantes, Benilloba conserva el ritmo tranquilo de las poblaciones de montaña y ofrece una estampa en la que se entrelazan naturaleza, historia y una arquitectura que ha resistido el paso del tiempo.
Uno de sus principales atractivos es el Salt de Benilloba, una cascada de casi 20 metros de altura que se forma en el río Frainós o Penàguila. Junto a esta caída de agua se encuentra el Molí del Salt, un antiguo molino harinero construido en la década de 1760-1770, que añade un valor histórico al entorno.
El acceso al Salt de Benilloba se realiza a través de una ruta de senderismo de aproximadamente 2 km, adecuada para toda la familia. Este recorrido permite a los visitantes disfrutar de paisajes naturales y elementos patrimoniales, como antiguos molinos y un puente de piedra que cruza el río Frainós.
El entorno del Salt de Benilloba es especialmente atractivo en épocas de lluvias, cuando el caudal del río aumenta, realzando la belleza de la cascada. Benilloba ha sido históricamente una población de paso, pero también de resistencia. En su trazado urbano, con calles estrechas y casas bajas, aún se percibe la influencia de la antigua alquería musulmana que dio origen al municipio.
A lo largo de los siglos, esta pequeña localidad ha visto pasar a señores feudales, tropas castellanas, repobladores cristianos y transformaciones económicas ligadas a la agricultura y a la industria textil. Hoy, en un momento en que los municipios del interior buscan fórmulas para mantener su población y atraer nuevas visitas, Benilloba pone en valor sus recursos paisajísticos y patrimoniales sin alterar el equilibrio con su entorno.
Una cascada entre molinos y acueductos
El Salt de Benilloba no se comprende sin el río Frainós. A su paso por el término municipal, este curso fluvial ha sido tradicionalmente aprovechado para alimentar molinos, regar huertas y crear pequeñas infraestructuras hidráulicas.
El más destacado de estos elementos es el Molí del Salt, un molino del siglo XVIII cuyas ruinas pueden verse junto a la cascada. Su ubicación y diseño permiten imaginar cómo el aprovechamiento del agua marcó el desarrollo económico de la zona durante siglos. La arquitectura del molino, construida con piedra y materiales locales, se adapta a la ladera en la que se asienta, en un punto estratégico desde el que se canalizaba el agua hacia las piedras de moler.
La ruta que conduce hasta este lugar parte desde el casco urbano de Benilloba y tiene una longitud de aproximadamente 2 kilómetros. El sendero discurre entre huertas, pequeñas construcciones agrícolas y varios molinos antiguos que dan nombre al camino.
El Salt de Benilloba y el antiguo Molí del Salt, un molino harinero del siglo XVIII junto al río Frainós.
Además del Molí del Salt, se pueden observar los restos de otras edificaciones y de un acueducto construido en 1794 para salvar el desnivel del barranco y canalizar el agua. En ciertos tramos, el sendero se estrecha y requiere precaución, especialmente en época de lluvias, aunque no presenta una dificultad elevada.
El entorno del Salt es también un lugar frecuentado por caminantes que buscan paisajes menos transitados. En los meses más húmedos, cuando el caudal del Frainós crece, el salto de agua alcanza su máximo esplendor.
La vegetación que lo rodea contribuye al aislamiento visual del paraje, que se siente alejado incluso estando cerca del núcleo urbano. Durante los fines de semana, sobre todo en primavera, no es raro encontrar a excursionistas que completan la ruta y descansan junto a la cascada antes de regresar al pueblo.
Además de su valor paisajístico, el entorno del Salt constituye un testimonio del papel que desempeñaron las infraestructuras hidráulicas en la vida económica del municipio. Las canalizaciones, compuertas y muros de piedra que aún se conservan dan cuenta de un sistema tradicional que permitía aprovechar cada tramo del curso del agua.
Aunque muchas de estas estructuras se encuentran hoy deterioradas, su presencia ayuda a interpretar el paisaje y a entender cómo se articulaba la actividad productiva en la zona durante siglos. El acueducto del Molí del Salt, levantado en el siglo XVIII, es uno de los elementos mejor conservados del conjunto.