Desde Elon Musk hasta su propia junta directiva, todos los que se han enfrentado al CEO de OpenAI han perdido
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El efímero despido de Sam Altman como consejero delegado de OpenAI fue todo un acontecimiento. Para algunos miembros del consejo en la que tal vez sea la principal empresa de inteligencia artificial del mundo, su continuidad al frente de la empresa ponía en riesgo nada menos que el futuro de la humanidad. Algo así como la serie de televisión Succession, solo que con tintes apocalípticos añadidos.
A principios de noviembre de 2023 la junta de OpenAI llegó a un acuerdo después de tres semanas de llamadas secretas y paranoias de diversos grados: Altman tenía que irse. Pero el drama no iba a terminar ahí. Tras la destitución de Altman, algunos de sus empleados más leales anunciaron su dimisión mientras otros firmaban una carta abierta pidiendo que lo reincorporaran. Los inversores se asustaron. Entre ellos, Microsoft, el más importante de todos.
Sin talento ni financiación, la desarrolladora del ChatGPT, valorada en miles de millones de dólares, ni siquiera podría existir. Algunos de los miembros del consejo que habían votado por despedirlo cambiaron de bando y Altman fue readmitido pocos días después.
¿Se ha vuelto Altman intocable? “No hay duda de que ha afianzado su poder”, responde Karen Hao, periodista especializada en tecnología y autora de Empire of AI, el libro de reciente publicación que incluye los detalles de esta pelea en una tensa y atractiva historia de la empresa OpenAI. El consejo actual está “mucho más aliado con sus intereses”, dice Hao.
Con el subtítulo En la temeraria carrera hacia la dominación total, el libro de Hao es una lectura apasionante. En él aparecen ricos de fortunas inimaginables y personas de países en desarrollo que cobran miserias por sacar horribles contenidos de sexo y violencia del conjunto de datos de Internet que necesita la IA para aprender.
En el elenco de personajes que integran OpenAI hay mentes brillantes y comportamientos en muchos casos excéntricos (no hay que olvidar que Elon Musk fue uno de sus fundadores). El científico jefe y cofundador de OpenAI Ilya Sutskever (uno de los que trataron sin éxito de destituir a Altman) ilustró su miedo a una inteligencia artificial que no se alineaba con los objetivos de los seres humanos lanzando una efigie de madera que la simbolizaba a la hoguera que él y sus colegas en albornoz contemplaban una noche de 2023, durante un encuentro de directivos en un complejo turístico de lujo.
A sus cuarenta años, Altman está en el centro de todo. Según quien lo diga, el carismático cofundador y director ejecutivo de OpenAI es un villano que ha puesto a la humanidad al borde de la extinción masiva o un visionario utópico que traerá la cura de enfermedades y revolucionará nuestra forma de trabajar.
En los menos de dos años que le llevó a Hao escribir su libro, Altman parece haber vencido a sus detractores anunciando planes de recaudar 7.000 millones de dólares [unos 6.175 millones de euros]. Hao describe a Altman como alguien con un “talento único para recaudar fondos” en una carrera armamentística donde las posibilidades de victoria de OpenAI dependen precisamente de lograr grandes sumas.
“Él convence a la gente para que le ceda el poder, no lo arrebata; la razón por la que puede hacer eso es porque es increíblemente bueno entendiendo lo que la gente quiere y lo que les motiva”, dice Hao. “Cuando habla con alguien, lo que sale de su boca está menos relacionado con lo que él cree que con lo que piensa que la otra persona quiere escuchar”.
En opinión de Hao, esa es la razón por la que Altman ha sido capaz de contratar a tanta gente con talento y de conseguir a tantos inversores (y también, la que explica por qué puso nerviosos a algunos altos directivos y miembros de su primer consejo de administración). “También es el motivo por el que fue capaz de lograr algo que la mayoría de la gente no podría, conseguir que el público compre esta idea de que está haciendo algo profundamente bueno para la sociedad, durante el tiempo suficiente para salirse con la suya.”
Según Hao, en OpenAI “todas las personas que se enfrentaron con él por su visión sobre el desarrollo de la IA se han terminado yendo: Musk se fue, Dario Amodei se fue, Sutskever se fue [los tres figuran entre los primeros líderes de OpenAI], así como un montón de otras personas”. “En última instancia, tenían una idea diferente de cómo debía desarrollarse la IA, se enfrentaron a Altman, y Altman venció”, dice.
Annie Altman, la hermana de Sam Altman, usó la entonces Twitter para denunciar en 2021 que él había abusado sexualmente de ella cuando era niña (Sam es nueve años mayor). En enero de 2025, Annie presentó una demanda. Sam Altman firmó con su madre y con sus dos hermanos un comunicado desmintiendo a las acusaciones como “absolutamente falsas” (el padre de los Altman falleció en 2018).
Hao mantuvo varias conversaciones con Annie en las que reconstruyó cómo se había venido abajo su vida. Aunque era una niña brillante que planeaba estudiar medicina, tuvo problemas de salud mental y varias enfermedades crónicas de joven. Tras la muerte de su padre, su salud empeoró aún más. Cuando su familia empezó a cortarle la ayuda económica, decidió distanciarse de ellos.
Para Hao, el de Annie “es un caso de estudio perfecto para entender por qué no debemos creernos sin más lo que dice Sam Altman sobre los beneficios de la IA”. Altman sostiene que la IA va a resolver la pobreza y a mejorar la asistencia sanitaria, dice Hao, pero Annie vive en la pobreza, tiene problemas de salud y no ha visto ninguno de esos beneficios. “Ella representa a más personas, y a la manera en que viven en un mundo que es diferente al de él, y ha dado la casualidad de que este caso de estudio perfecto es el de su propia hermana”.
La empresa OpenAI aceptó hablar con Hao para el libro pero dio marcha atrás cuando se enteró de que se había puesto en contacto con Annie. “Este tema debería ser un asunto de familia”, dice Hao. “¿Por qué un representante de la empresa convierte esto en un asunto relevante? Eso me hizo darme cuenta de lo importante que para la empresa es Sam, su persona”. Hao dice que le hizo comprender la manera en que las empresas de Silicon Valley “pueden desplegar todo su poder para sofocar la disidencia” cuando se enfrentan a críticas.
Hao estudió ingeniería mecánica en la universidad y se mudó a San Francisco al graduarse para trabajar en una startup. “Pensé que esa iba a ser mi carrera, estar en Silicon Valley y hacer todo ese trayecto”, dice durante una videoconferencia por Zoom. “En el primer año, me di cuenta de que los incentivos de Silicon Valley para el desarrollo tecnológico no se alineaban con el interés público”.
Así que se pasó al periodismo. Escribiendo para la revista MIT Technology Review, encontró su fascinación con la IA. “Pasaba todo mi tiempo hablando con investigadores de empresas que operaban en entornos académicos, donde realmente no había ningún objetivo comercial, había mucha diversidad de investigación”, dice.
Esto fue en 2016, cerca del momento en que Donald Trump ganó su primera elección. Tras muchas críticas a la industria tecnológica, en el sector había debates saludables. “Había una investigación emergente sobre la IA y sobre el impacto que tendría en la sociedad. ¿Cuáles podrían ser los perjuicios? ¿Cuáles eran los prejuicios de los modelos que podrían generar una discriminación generalizada y problemas de derechos civiles?”, dice. “Ahí es más o menos donde estaba el mundo y el debate en torno a la IA antes de que ChatGPT lo desbaratara todo”.
El presidente de EEUU, Donald Trump, anuncia el ‘Proyecto Stargate’ de Inteligencia Artificial, junto a Larry Ellison (Oracle), Masayoshi Son (Softbank) y Sam Altman (OpenAI).
A finales de 2022, el ChatGPT llevaba pocos días de funcionamiento y ya sumaba un millón de usuarios. En un par de meses, eran 100 millones, un número que la convirtió en la aplicación de consumo de crecimiento más rápido. Un éxito fulgurante que según Hao eclipsó los debates, al menos en los medios generalistas. “La gente se tragaba el relato que OpenAI y otras empresas difundían, lo de que iba a curar el cáncer, a resolver la crisis climática, y todas esas cosas utópicas con las que ni siquiera se podía soñar”, dice.
Hao empezó entonces a trabajar en lo que se convertiría en su libro, analizando la historia de OpenAI y de sus competidoras. “Cuando adquieres ese contexto puedes empezar a entender que no hay que tomar al pie de la letra lo que dicen estas empresas”.
Antes de que Hao empezara el seguimiento cercano a OpenAI, tenía una “impresión bastante positiva”. “Sentía curiosidad por ellos; no eran una empresa, eran una organización sin ánimo de lucro; hablaban de cómo iban a ser transparentes, a abrir su investigación; y se centraban en beneficiar a la sociedad”, dice.
En 2019, las cosas empezaron a cambiar; OpenAI desarrolló una estructura de “beneficios limitados” (los inversores tendrían sus retornos limitados a un muy generoso multiplicador de 100, como máximo), Altman se convirtió en CEO, firmaron un acuerdo con Microsoft por mil millones de dólares, y comenzaron a no difundir los resultados de sus investigaciones. “Parecía un cambio bastante significativo”, dice Hao.
“Esa es una de las razones por las que en la historia de OpenAI ha habido tanto drama, pero también es un símbolo del desarrollo de la IA y de cómo está muy impulsado por algo ideológico”, sostiene. “Se está produciendo un choque de egos e ideologías para tratar de hacerse con la dirección”.
Dentro de OpenAI, la línea de meta es la misma para los boomer (los que quieren hacerla crecer lo más rápido posible a la IA) y para los doomer (los que creen que es una amenaza para la humanidad): los dos grupos quieren ser los primeros en desarrollar la IA para así controlarla.
“La IA va a erosionar por completo la democracia”
¿Cree Hao que la IA representa una amenaza existencial? “La principal y más acuciante amenaza es que la IA va a erosionar por completo la democracia; si comprendes eso, la conclusión lógica es que deberíamos dejar de desarrollar esta tecnología del modo en que la están desarrollando estas empresas”, responde.
Los recursos que están canalizándose hacia la IA son de “una escala completamente diferente a la de las empresas tecnológicas anteriores”. “Una y otra vez intentan justificar las mayores rondas de inversores privados que ha habido: en la última ronda OpenAI acaba de recaudar 40.000 millones de dólares [unos 35.000 millones de euros]”. Este tipo de concentración de riqueza “es en sí misma una amenaza”, dice. “Ya lo estamos viendo en el gobierno de EEUU, con la llegada al poder de multimillonarios tecnológicos no electos”.
En opinión de Hao, las visiones apocalípticas de una IA superinteligente que se vuelve en contra de la humanidad son solo una distracción. “En última instancia, los que van a causar la catástrofe son personas, no una IA que se rebela, y tenemos que vigilar lo que hacen las personas”.
Pero Hao ha conocido a personas que verdaderamente creen que la IA destruirá a la humanidad. “He hablado con personas cuyas voces temblaban literalmente de miedo, hasta ese grado lo creen, y si uno realmente cree eso, es aterrador”. Luego están los que aprovechan la idea de que la IA puede llegar a ser tan poderosa como “una herramienta retórica para seguir diciendo ‘por eso los buenos tenemos que seguir controlando la tecnología para que no esté en manos de los malos’”. Pero hasta ahora, dice Hao, “no hemos conseguido tecnologías más democráticas, sino más autoritarias”.
Hao tampoco coincide con el argumento de que el desarrollo de la IA requiere inversiones enormes. “No creo que necesite el nivel de inversión que estas empresas dicen necesitar”, sostiene. “Ya han gastado cientos de miles de millones de dólares en desarrollar una tecnología que sigue sin conseguir lo que decían que iba a conseguir”, dice. “¿Y ahora esperan que gastemos billones? ¿En qué momento aceptamos que en verdad acaban de fracasar?”.
Sam Altman, entre el público de la conferencia en la que Apple ha anunciado la integración de Siri con ChatGPT.
“Antes de ChatGPT, escribía sobre la IA y sobre la amplia gama de investigaciones que estaban llevándose a cabo, había ideas tan emocionantes… Pero ChatGPT borró de la imaginación de la gente las otras cosas que podían ser posibles”, dice. Ahora se ha impuesto la idea de la inteligencia artificial generativa y no solo en OpenAI. También en otras tecnológicas, como DeepMind, de Google. Según Hao, eso “ha distorsionado el panorama de la investigación, porque el talento va a donde está el dinero”.
Pero el dinero no fluye por igual. Hao entrevista a personas que cobran salarios bajos y descuidan su salud trabajando para las subcontratas de Kenia, Colombia y Chile que agrupan los datos con los que se entrena a la IA generativa filtrando contenidos nocivos. Mientras tanto, la IA se alimenta de centros de datos gigantescos, edificios repletos de ordenadores que requieren una cantidad enorme de energía y cuyos sistemas de refrigeración necesitan una cantidad enorme de agua. En un futuro próximo habrá centros de datos incluso mayores, los llamados “megacampus” (uno solo de ellos podría consumir más energía que tres ciudades del tamaño de San Francisco).
Los gigantes de la IA dirigen un imperio
La premisa del libro de Hao es que los gigantes de la IA dirigen un imperio. Pero la historia nos demuestra que los imperios pueden caer y que de hecho caen. Hao ve en cada eslabón de la cadena de suministro una resistencia posible. Por ejemplo, los artistas y escritores que se opongan a que su trabajo se utilice para entrenar a la IA generativa.
Hacer cumplir las leyes sobre privacidad de datos “también es una forma de contener al imperio”, dice. Como también lo es obligar a las empresas a ser transparentes sobre su impacto medioambiental, desde su consumo de energía hasta la forma y lugar en que se extraen los minerales necesarios para el hardware. “Quieren que sus herramientas parezcan mágicas”, dice a la vez que pide más concienciación para que la gente se diera cuenta de los recursos que consume cada iniciativa de inteligencia artificial. En su opinión, si se abordan estos temas, entre otros, “podremos volver poco a poco hacia un modelo más democrático de gobierno de la IA”.
Por muy convincente que sea Altman, no se trata solo de él como actual emperador de la IA. “Ahora va a hacer falta un esfuerzo mucho más coordinado para sacarlo”, dice Hao. “Pero nos fijamos demasiado en el individuo”, añade. Si destituyen a Altman o él decide dimitir, ¿por qué iba a ser diferente su sucesor? “En última instancia, OpenAI es un producto de Silicon Valley”. En opinión de Hao, cualquier persona que un día sustituya a Altman tendrá el mismo objetivo: “Construir y fortificar el imperio”.