Dolores de regla sin respuesta en la consulta: «Salí con la receta de tener un bebé para que se me pasara»

Un 20% de las mujeres con dolor frecuente relacionado con la menstruación aseguran no haber recibido atención ginecológica, según un estudio del CSIC: «Sentía que tenía una enfermedad que no me iba a matar, pero me estaba muriendo en vida»

A millones de mujeres les duele hoy la regla y nadie les dice por qué: “Es más fácil dar una pastilla que ir más allá”

La primera visita de Teresa Ángeles al ginecólogo fue con 27 años y tras más de una década sufriendo dolores insoportables de regla con vómitos y mareos. Salió de la consulta sin diagnóstico y sin soluciones, pero con una recomendación inesperada: tener un hijo. “La receta médica fue un bebé para que se me pasara. El consejo me pareció una locura, me llegó a decir que ya con el segundo me iba a quedar súper bien”.

Belén Carreño llegó a los 40 dando una “patada hacia adelante” al suplicio que era tener la menstruación cada mes. Suponía un dolor de “caerse por la calle” que había intentado manejar con antiinflamatorios “a tutiplén” y algunos periodos tomando píldora anticonceptiva. Solo después de un peregrinaje por muchos especialistas –ginecólogos, traumatólogos y unidades del dolor– le diagnosticaron adenomiosis, la ‘hermana pequeña’ de la endometriosis porque sucede dentro del útero y no fuera.

Varias mujeres que sufren dolor intenso de regla relatan a elDiario.es la frustración y el agotamiento frente a un sistema sanitario que en muchas ocasiones ni las acoge, ni les da respuestas ni tampoco les ayuda a encontrarse mejor. Eso si llegan a pasar por una consulta del especialista. Aunque casi un 70% de las mujeres en España experimenta dolores menstruales todos o casi todos los meses, una de cada cinco (20%) no ha recibido nunca atención ginecológica, según un estudio realizado por investigadoras del Instituto de Gestión para la Innovación y el Conocimiento (INGENIO), perteneciente al CSIC, y publicado en la revista Frontiers in Public Health.

“Los factores limitantes vienen tanto de la normalización social del dolor menstrual, que hace que muchas mujeres no consulten porque sus madres, tías y hermanas lo han vivido como algo normal, como de las propias consultas cuando acuden. El médico puede pensar, primero, que por qué vienes, y después hacer exploraciones básicas que no revelan la causa del dolor”, analiza Francisco Carmona, jefe de ginecología del Hospital Clínic de Barcelona, que asegura que percibe “mucha frustración y rabia” cuando las pacientes no encuentran remedios ni explicaciones a su dolor crónico. “A veces ya llegan con efectos de cronificación del dolor, rebotadas de otras consultas, y eso lo entendemos poco”, prosigue.

¿Cualquier tipo de dolor vinculado a la menstruación es anormal y debe mirarse? El problema es que está poco estudiado. “La dismenorrea sigue estando muy limitada a nivel de evidencia científica. Se desconoce por qué ciertas mujeres tienen dolor de intensidad”, señala Cristina Franco, matrona y presidenta de la Asociación Profesional de Matronas de Extremadura, que asegura que un grado pequeño de molestia es normal porque menstruar “genera una serie de procesos inflamatorios”. Cada vez, dice Franco, “hay más evidencia de factores de estilo de vida en ese dolor”: las mujeres físicamente más activas o las que llevan una buena adherencia a la dieta mediterránea parecen tener menos prevalencia de dismenorrea.

La endometriosis es la patología vinculada al dolor que más se ha estudiado, pero “se sabe que hay mujeres con dolor sin tenerla”, según la matrona. Tarda muchos años en diagnosticarse porque el crecimiento del tejido endometrial en otras zonas –la base física de la patología y lo que genera el dolor– no es fácil de identificar en pruebas diagnósticas hasta que no se ha expandido lo suficiente y a veces requiere otras pruebas más allá de una ecografía, como un TAC o una resonancia magnética. Carmona es más tajante: “El dolor menstrual no es normal y se debe estudiar. No es siempre, aunque sí con frecuencia, sinónimo de endometriosis, sino de que pasa algo. También se vincula con pólipos, miomas, adenomiosis… hay que estudiarlo”.

El ‘gender pain gap’, que describe la tendencia del sistema sanitario a subestimar o infratratar el dolor en las mujeres, contribuye a la desconfianza y fomenta que muchas recurran a soluciones no médicas o abandonen la búsqueda de ayuda

Sara Sánchez-López, autora del estudio

Una respuesta habitual al dolor intenso de regla es la píldora anticonceptiva, una prescripción que, según los expertos consultados, funciona para estos casos. El estudio realizado por el CSIC, sin embargo, recoge numerosos testimonios sobre la “prescripción estandarizada” de este fármaco y “la falta de alternativas cuando este tratamiento es rechazado por algún motivo” o no da resultados. “Con los anticonceptivos el dolor menstrual se reduce, pero no encuentras exactamente la causa”, dice Franco.

“Tengo dolores y si no tomo varios enanytiums al día, a veces sin poder esperar ocho horas, me incapacitan o me hacen muy difícil sacar el día adelante. Como única solución se me ha planteado la píldora anticonceptiva y, aunque hace su efecto, no me sienta bien en otros aspectos y decidí no tomarla. Una vez que lo manifiesto, suelen encogerse de hombros porque parece que si ”no sale nada“ físico en la ecografía, no hay mucho más que hacer”, relata Gabriela, de 35 años, cuyos dolores han ido aumentando en la última década.

La han visto ginecólogos en la sanidad pública y en la privada y el diagnóstico es que no tiene nada visible en las pruebas. “Lo sigo intentando de vez en cuando pensando que no di con la persona adecuada o que ya era hace tiempo y ahora está todo más avanzado, pero al final no llegas a ninguna solución concreta y te agotas”, admite. En la última visita al especialista, al mostrar su preocupación por tomar todos los meses durante varios días dosis altas de analgésicos fuertes, le recomendaron unas pastillas de aceite de argán con las que tampoco ha notado mejoría.

Sara Sánchez-López, investigadora de INGENIO y una de las autoras del estudio, explica que “muchas pacientes se sienten desatendidas o, incluso, ignoradas por los profesionales sanitarios”. “Factores como el sobrepeso, los antecedentes de ansiedad o simplemente el hecho de ser mujer afectan negativamente a la credibilidad de las pacientes en consulta. Esta desigualdad conocida como gender pain gap, que describe la tendencia del sistema sanitario a subestimar o infratratar el dolor en las mujeres, contribuye a la desconfianza y fomenta que muchas mujeres recurran a soluciones no médicas o abandonen la búsqueda de ayuda”, advierte.

Lo sigo intentando de vez en cuando pensando que no di con la persona adecuada o que ya era hace tiempo y ahora está todo más avanzado, pero al final no llegas a ninguna solución concreta y te agotas

Gabriela, paciente de 35 años con dolor frecuente

“Llevo más de un año encontrándome bien pero estuve muy enfadada por cómo me habían tratado, por cómo el patriarcado ha cogido así la medicina. En mi caso, la adenomiosis era tan integral que me llegó a definir. Sentía que tenía una enfermedad que no me iba a matar pero me estaba muriendo en vida”, asegura Carreño, cuyos síntomas, físicos y psicológicos, empeoraron radicalmente entre 2020 y 2022. Primero una fuerte ciática ocasionada por el aumento del tamaño del útero –una relación que los médicos no vieron hasta mucho más adelante–, un DIU para mejorar el dolor que puso peor las cosas –y que varios médicos se negaron a quitarle tras su queja– y, finalmente, la medicación contra la depresión. Llevaba mucho tiempo con dolor sostenido y las hormonas revueltas.

“Con la medicación me dormía por las esquinas y era excesiva para lo que me pasaba. La terminé dejando. Tengo la sensación de que te empiezan a dar cosas sin ton ni son. Es un totum revolutum de cosas y los especialistas no se hablan entre ellos. Al traumatólogo que me atendió no se le ocurrió que mi dolor de la pierna podía estar vinculado con la regla. No hay ninguna integración de disciplinas. Es un despiporre”, se queja Carreño.

Sus dolores terminaron mejorando después de una visita a la fisioterapeuta en la que descubrió que tenía una contractura en el suelo pélvico por el crecimiento del útero. Pasó por ocho o nueve médicos que fue buscando por recomendación o directamente por Google. Ahora está en seguimiento por una unidad especializada en endometriosis y ha vuelto a tomar la píldora, aunque la que tiene como tratamiento de su enfermedad no está financiada. “Es la única solución y tengo que pagar 50 euros al mes por ella, como una medicación crónica, ¿qué hacen las personas con pocos recursos ante esta enfermedad sin cura e incapacitante?”, se pregunta.