No habían pasado ni dos meses desde el nacimiento de la primera camada en cautividad, hace ahora 20 años, cuando el programa se enfrentó por primera vez a las desconocidas y feroces peleas entre crías
Salvar al lince: aventuras y desventuras de una operación que evitó un desastre ambiental y un bochorno mundial
El dato se conocía el otro día: ya hay 2.401 linces en la Península Ibérica, de los que 836 están en Andalucía. La cifra es resultado de un trabajo de más de dos décadas, que tuvo uno de sus hitos fundacionales el 28 de marzo de 2005, con el alumbramiento de los tres primeros ejemplares nacidos en cautividad, Brezo, Brezina y Brisa. Pero el gran sofocón llegaba mes y medio después, cuando una cría mataba a su hermana en una pelea.
Aquello ocurrió la madrugada del 11 de mayo y abrió más los ojos a lo frágil del proceso, además de generar todo un debate sobre qué hacer con el “asesino”, como algunos le llegaron a llamar. Al final se decidió devolverlo con su madre tras rociarlo en la propia orina de la progenitora, una solución que llegó por una rocambolesca vía rusa para así superar la primera gran crisis.
La bióloga Astrid Vargas, que fue la responsable del programa de cría en cautividad del lince ibérico desde su creación en 2003 hasta 2010 y estaba entusiasmada con sus tres “bolitas de peluche”, se quedó fría cuando Brezina murió en una pelea con Brezo, que quedó malherido. Mientras tanto Saliega, la desconsolada madre, iba con su tercera cría (Brisa) en la boca “toda histérica y diciendo que no la soltaba”. Como escenario, el mismo del reciente y feliz alumbramiento, el centro de El Acebuche en Doñana.
Qué hacer con el ‘agresor’
“Fue la primera vez que vimos las peleas entre cachorros”, rememora Vargas, que para el bautizado como programa de conservación ex-situ montó un equipo internacional para el que contactó con todo el que supiera algo sobre alguna de las cuatro especies de linces –el ibérico y el boreal en Europa, el rojo y el canadiense en América– que hay en el mundo. Uno de aquellos expertos fue el ruso Sergey Naidenko, hoy profesor en la Academia Rusa de Ciencias y toda una eminencia en el lince boreal, que en un mensaje hizo mención a estas luchas entre las crías.
“Aquello me sonó un poco a chino y pensamos que los nuestros no se iban a pelear”, recuerda la bióloga que dijeron cuando –bastante antes de que nacieran los tres primeros linces– comentaron aquello extrañados. Pero aquel mensaje vía correo electrónico se le quedó grabado, así que tirando de aquel hilo se contactó con Naidenko para ver cómo proceder porque “no sabíamos muy bien qué hacer con el cachorro herido: ¿se lo devolvemos a la madre o intervenimos y lo apartamos?”.
Pero antes de despejar la incógnita, vayamos a la cuestión de las peleas entre hermanos, sobre la que había un desconocimiento absoluto porque nunca se había observado en la naturaleza y encima parece que las del ibérico son más agresivas que en las otras especies de linces. La cuestión es que se trata de lo que se conoce como un periodo agonístico (de confrontación) que se da alrededor de la sexta o séptima semana de vida y que no suele durar más de 24 horas, en las que los cachorros pelean con sus hermanos y así establecen su jerarquía dentro de la camada, de hecho aquello no acaba hasta que todos luchan entre sí.
Precisamente, hace unos días el programa Lynx ex-situ que ya habían terminado las peleas en el centro de cría de El Acebuche “y este año sin mayores complicaciones” más allá de “alguna cojera, un ojillo entrecerrado y poco más”, lo que no quita para que “impresiona mucho y se pasan momentos de mucha tensión”, tal y como se aprecia en el vídeo de la publicación de Instagram. Un comportamiento, se apunta, que “se da en el 100% de las camadas de lince ibérico”.
Rumbo al quirófano
En su publicación se recuerda el resultado mortal de la primera de estas peleas allá por 2005, así que aprovechamos para regresar a esa fecha y nos encontramos con que hubo que retirar a Brezo para que pasara por el quirófano, lo que implicó alimentarlo con biberón y carne “con el miedo que nos daba criarlo a mano para que no se acostumbraran”, rememora Astrid Vargas. Aquello fue posible gracias a que las crías estaban ya en una fase (peridestete) en la que empiezan a comer sólido, lo que implicaba que podía suplirse el papel de la madre.
Brisa, que se libró de la pelea, con su madre Saliega.
El Ministerio de Medio Ambiente emitió un comunicado en el que explicó que los hechos ocurrieron sobre las 0.15 horas del 11 de mayo, cuando los dos cachorros (los dos más grandes) estaban jugando y acabaron peleando. Brezina recibió una dentellada mortal en la tráquea, mientras que Brezo –tal y como certificó un traumatólogo especializado en felinos– sufrió magulladuras de pronóstico reservado: tenía punzadas en garganta, grupa y patas.
Saliega se dio cuenta de lo que ocurría e intentó atajar la situación varias veces, pero sin éxito. “La mayoría de las madres saben separar a los cachorros, y Sali era una buena madre, pero no muy buena separando”, apunta Astrid Vargas. Saliega enterró a Brezina y se quedó con Brisa (que durante la pelea se escondió en una madriguera) mientras el personal del centro retiró al malherido Brezo abriendo así el interrogante de qué hacer con él.
Dientes como alfileres
Las tres bolitas de peluche eran hijas de Garfio, un macho al que cogieron en Sierra Morena cuando tenía tres años, y Saliega, de tres años y capturada también en Sierra Morena, procedente de una camada con problemas. La futura primera madre del programa llegó al Zoobotánico de Jerez el 17 de abril de 2002: pesaba 764 gramos y tenía una pequeña lesión en una de sus patas delanteras. Allí se crio con Aura, nacida en Doñana, como hermanastra.
Pero volviendo a lo que ocurrió aquel 11 de mayo, el día en que cumplían 44 días de vida, ¿qué fue lo que pasó? “Entonces no lo sabíamos muy bien, pero hay un periodo muy sensible en el desarrollo de los cachorros a las seis o siete semanas, entran en una fase muy agresiva en la que es como si se cegasen y tienen que atacar”, subraya Vargas, una situación conflictiva que se complica si hablamos de unas crías “con dientes como alfileres”. Por cierto, que la madre refuerza al agresor, nunca a la víctima, para así resolver las peleas.
Astrid Vargas dirigió el programa de cría en cautividad desde su creación en 2003 hasta 2010.
El comunicado de Medio Ambiente en 2005 apuntaba que todos los equipos implicados en la conservación del lince “son conscientes de que están trabajando con animales salvajes que tienen sus propias pautas y consideran que es preferible asumir este tipo de riesgos a manipular a los animales”. De hecho, se iba con tanta cautela que el sexo los pequeños no se supo hasta que los técnicos se atrevieron a entrar por primera vez donde habían nacido, lo que ocurrió a las tres semanas del alumbramiento.
Operación baño de orina
Y en este punto regresamos con nuestro experto ruso, Sergey Naidenko, con el que Astrid Vargas logró contactar para preguntarle qué hacer con un cachorro con el que había opiniones enfrentadas, “algunos temían que lo matase la madre y otros decían que era un asesino”. Naidenko abogó por devolver a nuestro protagonista, pero con la recomendación de “refregarlo con el pipí de Saliega para que no oliese a humano”.
“Nos arriesgamos y salió bien”. La madre “se puso como loca” y empezó a hacer un reclamo, “como un canto de alegría”, e inmediatamente “lo cogió y lo puso a mamar”. Así que no pudo estar mejor tirado el consejo de Naidenko, que cuando se supo lo de las peleas de linces ibéricos vio reforzada su posición porque en Rusia le acusaban de que estos choques entre los cachorros de boreal con los que trabajaba eran provocados por el manejo que hacía de los animales.
Saliega y Garfio, padres de los primeros linces en cautividad.
Desde aquella ocasión se han liberado más de 450 ejemplares y “ahora mismo hay mucha experiencia”, afirma Javier Salcedo, coordinador del LIFE LynxConnect y del Plan de Recuperación del Lince en Andalucía, que resalta que “ya sabemos en qué periodo se dan y también sabemos por comportamiento cuándo se va a desencadenar la lucha”. “Obviamente es la situación más estresante”, reconoce, y eso que hay cámaras en todos los recintos de cría “y cuando llegan las peleas todos los técnicos están con los ojos puestos en los monitores”.
“El lince no quería extinguirse”
Echando la vista atrás, Astrid Vargas es consciente de lo poco que se sabía entonces de la especie, no sólo con la cuestión de las peleas entre crías, sino también con la tendencia a las hembras a tener embarazos psicológicos, “eso nos pasó con Aura y con Esperanza”. Esta bióloga, a la que reclutaron tras ayudar a preservar el hurón de patas negras norteamericano, incide en que la salvación del lince “no fue un paseo” pero que aquello era una obligación.
“España no podía pasar la vergüenza de que fuese aquí donde se extinguiese el primer felino en Europa desde el tigre de dientes de sable en el Pleistoceno”, apunta, y se consiguió, porque aunque todavía quede mucho camino por recorrer la especie ya no está en peligro crítico de extinción. “Es un animal admirable del que aprendí mucho y que puso mucho de su parte, porque el lince no quería extinguirse”.