Las mujeres exigen al papa León XIV que «abra definitivamente la puerta» a la igualdad en la Iglesia católica

¿Podrá Prevost romper con el techo de cristal en una institución tan patriarcal como la Iglesia católica? Francisco inició un proceso que tiene en el acceso de la mujer al diaconado, el sacerdocio o el cardenalato unas líneas rojas que los sectores más conservadores no están dispuestos a pasar

El Sodalicio lideró una venganza para desacreditar a Prevost y evitar que fuera Papa

El jueves pasado, León XIV hizo el primer nombramiento de un alto cargo en la Curia desde su elección papal. Y lo hizo designando a la franciscana Tiziana Merletti como nueva secretaria del dicasterio para la Vida Religiosa, el mismo que está presidido, por primera vez en la historia, por otra mujer, Simona Brambilla. Un gesto que, unido a la confirmación tanto de Brambilla como de la ‘alcaldesa’ del Vaticano, Raffaella Petrini, augura que Prevost mantendrá la línea de apertura con respecto a la mujer.

Una apertura que ha sido acogida con esperanza, pero también con escepticismo, por parte de las mujeres católicas, que confían en que Prevost no solo no dé marcha atrás por el camino iniciado por Francisco sino que avance de manera decidida en la plena igualdad en la institución a todos los niveles, también el sacramental: ¿ha llegado la hora de las diaconisas, o de las mujeres sacerdotisas? ¿Podremos pensar en una mujer cardenal?

“Una de las decisiones que Francisco quiso tomar, y no pudo, fue la de nombrar a Brambilla ‘cardenala’, lo que hubiera supuesto un enorme follón, pues las mujeres tienen vetado elegir, o ser elegidas, en un cónclave”, manifiesta a elDiario.es un influyente purpurado, que participó decisivamente en la elección de Prevost y que conocía a la perfección las intenciones del pontífice fallecido. “León XIV ya ha dado muestras de que quiere avanzar tanto en la sinodalidad como en la inclusión plena de todos los creyentes en la vida de la Iglesia”, añade.


Revuelta de las mujeres en la Iglesia: «¡Basta ya!»

Una situación, la de las mujeres en la Iglesia, que ejemplifica como ninguna el rancio patriarcado de esta institución, donde la mayoría de los fieles pertenecen al género femenino, históricamente relegado a un papel de servicio, y sin participación alguna en la toma de decisiones. La histórica imagen de tres monjas limpiando el aceite con el que se bendijo la Sagrada Familia en 2010, ante la atenta mirada de varios hombres (y del propio Benedicto XVI), ejerce un simbolismo que muchas (y muchos) quieren que forme parte del pasado.

La realidad es lamentablemente tozuda. Pese a los avances –Francisco abrió la posibilidad de que laicos, y también mujeres, pudieran dirigir dicasterios (ministerios) en el Vaticano, o que participaran, con voz y voto, en los sínodos, tradicionalmente vetados para quien no fuera obispo–, apenas el 23,4% de los cargos vaticanos son mujeres. Y muy pocas, además de Brambilla, Petrini o Meletti, con mando en plaza. Casi todas ellas, por cierto, religiosas. Emilce Cuda, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, aparece como la única laica con auténtico poder, y con acceso directo tanto a Francisco como, ahora, a Prevost. La mayor parte del resto de altos cargos mujeres, como Nathalie Becquart (secretaria del Sínodo) son religiosas.

Amenazas de cisma

Prevost parece decidido a acelerar, en lo posible, este cambio. De hecho, durante su etapa como prefecto del dicasterio de Obispos, se nombró a tres mujeres dentro de la comisión que analizaba y votaba los candidatos al episcopado que posteriormente refrendaba el Papa. Algo que irritó, y mucho, a los mismos sectores ultras que se empeñaron en tratar de boicotear su nombramiento acusando al hoy Papa de encubrimiento de la pederastia. En una reciente entrevista, el cardenal alemán Walter Kasper, revelaba las dificultades que encontró Bergoglio a la hora de ampliar el papel protagónico de la mujer en la Iglesia, señalando cómo tuvo que frenar la aprobación del diaconado femenino, un tema bastante avanzado en el Sínodo, tras varias amenazas de cisma.

¿Cómo puede la Iglesia ser la última institución que no reconoce la igualdad plena entre hombres y mujeres?

Magda Bennásar
teóloga

¿Lo logrará León XIV? Para la Revuelta de Mujeres en la Iglesia, es preciso que el nuevo Papa “abra definitivamente la puerta” a la igualdad, así como al reconocimiento de las comunidades LGTBI en la Iglesia. “Las mujeres y comunidades LGTBI lo necesitamos mucho”, señala a elDiario.es la teóloga Pepa Torres, quien insiste en que “si una mujer tiene vocación sacerdotal no se le puede negar por cuestión de género”.

“Soy muy consciente de las dificultades que tenemos las mujeres en la Iglesia”, subraya Torres, quien admite haber vivido el cónclave “con una indignación terrible”. “Me parece absolutamente anacrónico que en la elección de un Pontífice solo haya varones”, incide la teóloga, que apuesta por “una Iglesia más democratizada, donde las mujeres podamos acceder en igualdad de condiciones a cualquier tarea de responsabilidad”. A todos los niveles.

Por su parte, la teóloga Magda Bennásar Oliver valora el anterior pontificado, que “comenzó a sacar a la Iglesia del clericalismo”. Ahora, señala, “necesitamos mirar adelante”. ¿Qué se le puede pedir a León XIV? “Sin dudarlo, que se tome sumamente en serio el tema de la igualdad de la mujer en todos los aspectos de la Iglesia. Necesitamos urgentemente una Iglesia más inclusiva y participativa. No solo en teoría, como ha sido en parte desde el Concilio Vaticano II, sino en la práctica, con decisiones concretas y valientes”.


Concentración de la Revuelta de las Mujeres en la Iglesia en Las Palmas de Gran Canaria.

“La exclusión es un pecado eclesial”

“Aunque el papa Francisco dio pasos importantes respecto al rol de la mujer, desde la perspectiva de miles de mujeres y teólogas comprometidas en la Iglesia afirmamos que apenas se rozó el tema. Y es que la situación de la mujer no es solo un punto de agenda: somos más de la mitad de la humanidad y más de tres cuartas partes de las personas comprometidas en las comunidades cristianas. No somos un tema más a tratar; somos parte viva de la Iglesia, llamadas por el Espíritu Santo a dar vida también en los ministerios” señala Bennásar en un reciente artículo.

“La exclusión es un pecado eclesial”, aunque desde la institución “seguimos siendo tratadas como un problema a resolver”, reflexiona la teóloga. Cuando pedimos nuestro lugar, se nos tilda de ‘feministas’, como si fuera un insulto. Algunos sacerdotes nos miran con recelo, temen que nuestras capacidades cuestionen su autoridad. Muchas veces nos han tratado con actitudes misóginas que distorsionan el estilo de Jesús“.

“No todas queremos ser sacerdotes, créannos. Pero todas queremos ser respetadas en nuestra dignidad y en nuestra vocación que viene del Espíritu”, sostiene. Y lo tiene claro: “Estamos listas. Tenemos estudios teológicos, formación bíblica y pastoral. Complementamos y enriquecemos la misión con nuestros dones”. Por eso, se atreve a preguntar: “Querido hermano, papa: ¿qué más necesita la Iglesia para sanar esta herida abierta por decisiones que excluyen? La falta de mujeres jóvenes en nuestras parroquias en Europa es signo de una Iglesia que no sabe acogerlas. Se van, no porque hayan perdido la fe, sino porque no encuentran un lugar que las valore y las incluya. ¿Cómo puede la Iglesia ser la última institución que no reconoce la igualdad plena entre hombres y mujeres?”.

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