Los alcaldes del cambio, diez años después: “Toca volver a las calles, a los trabajos, a las facultades”

Una década después de la movilización ciudadana que llevó a la izquierda a gobernar las principales ciudades del país, algunos de esos alcaldes rememoran esos días y reivindican un legado que la derecha no ha podido desmontar del todo: remunicipalizaciones, ciudades más verdes y gestión participativa

Hemeroteca – El legado de las ‘alcaldías del cambio’ peligra con los nuevos gobiernos

El 24 de mayo no es una fecha cualquiera en los almanaques de quienes protagonizaron el movimiento político más importante de los últimos años en España. Las movilizaciones ciudadanas que sucedieron al 15M y que enfrentaron al Gobierno de los recortes de Mariano Rajoy cristalizaron aquel domingo electoral en un fenómeno político sin precedentes. Las principales ciudades del país giraban a la izquierda encabezadas por candidaturas populares, construidas la mayoría en procesos participativos. Madrid, Barcelona, Valencia, y también Cádiz, Zaragoza, Santiago o A Coruña abrían una etapa de cambio en los ayuntamientos. 

Diez años después de aquel hito, todos aquellos alcaldes y alcaldesas llevan ya mucho tiempo fuera de los consistorios. La mayoría tuvieron que enfrentarse a duras campañas de los poderes que intentaron combatir, algunos solo consiguieron estar cuatro años, aunque Barcelona, Valencia o Cádiz resistieron una legislatura más en la que siguieron aplicando su programa político. Por lo general han vuelto a sus anteriores trabajos como profesores, médicos o académicos. Los protagonistas de aquel cambio histórico reflexionan en este reportaje sobre su éxito político y los caminos que ha tomado la izquierda en esta última década trepidante.

“Habíamos hecho cosas increíbles desde el activismo, habíamos llenado las plazas, generado un momento de ilusión, pero teníamos el techo de cristal del activismo y siendo tanta gente en las calles había que dar un paso más. Empezó a circular la idea de presentarnos a unas elecciones, algo que la gente como yo no nos habíamos planteado jamás”. Quien habla es Ada Colau, exalcaldesa de Barcelona durante dos mandatos, que llegó aquel 24M al ayuntamiento después de una década frenando desahucios en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).

“Fue una campaña muy emocionante, una campaña sin recursos, de patear los barrios, de ver cómo iba creciendo, una campaña en libertad, fuera del lenguaje tradicional de los partidos, actos que se salían del mitin tradicional”, recuerda Martiño Noriega, exalcalde de Santiago de Compostela y hoy médico en un centro de salud de uno de sus barrios.

Candidaturas de unidad popular 

Siguiendo la estela del embrión unitario de Alternativa Galega de Esquerdas (AGE), en las elecciones municipales de 2015, en ciudades como Santiago, A Coruña o Ferrol aparecieron candidaturas populares en las que se imbricaron la Anova de Xosé Manuel Beiras y Esquerda Unida y también otras fuerzas como Equo y un Podemos que en aquellos años dominaba la escena política estatal. Noriega, que encabezaba la lista de Compostela Aberta como dirigente de Anova, ganó en un feudo tradicionalmente socialista que había vivido un convulso gobierno del PP, en el que dimitieron dos de sus tres alcaldes. Noriega sacó diez concejales y un 34,5% de los votos, un escaño más que los populares. 

“Cuando empezó la campaña nos daban como cuarta fuerza, por detrás del PSOE, del PP y del Bloque. Y acabamos siendo la lista más votada. Había una situación atípica con un gobierno del PP con casos de corrupción y fue como una catarsis. Nunca viviré una campaña como aquella. Parecía el Club de la lucha, la gente te iba animando en secreto”, rememora Noriega, de vuelta en su consulta de médico de familia. 

Las buenas noticias para la izquierda aquella noche saltaban en las principales ciudades de España, incluida la capital. Ahora Madrid, con la exjueza Manuela Carmena a la cabeza, se quedaba a un solo escaño del PP de Esperanza Aguirre y acariciaba la alcaldía a falta de un pacto con el PSOE. En Barcelona, la confluencia Barcelona en Comú liderada por Colau ganaba las elecciones por encima del convergente Xavier Trias. Joan Ribó, de Compromís, quedaba segundo en València y acariciaba también la alcaldía. José María González ‘Kichi’, en Cádiz. Pedro Santisteve, en Zaragoza. Xulio Ferreiro, en A Coruña. 


Ada Colau, de Barcelona en Comú, se dirige a sus simpatizantes tras convertirse en la primera mujer que ha ganado las elecciones municipales en Barcelona.

“Se daban las condiciones objetivas para que Cádiz diese un espaldarazo a un proyecto político nuevo que pusiese fin al teofilato”, cuenta Kichi sobre la hazaña que permitió a su candidatura, Con Cádiz Sí se puede, llegar al ayuntamiento de la ciudad y acabar con 20 años y cinco mayorías absolutas del PP de Teófila Martínez. 

Aquella victoria fue muy simbólica porque consiguió terminar con un dominio del PP en aquella ciudad que parecía invencible. Kichi, hoy retirado de la primera línea de la política saca tiempo para hablar con este diario en mitad de las evaluaciones de sus alumnos de Historia del Arte, que preparan la EBAU. “En Cádiz existía un tejido social y asociativo de lucha, la gente del metal, las organizaciones ecologistas y feministas, el tejido barrial… que confluye y se encuentra con una candidatura que ofrecía la posibilidad de gobernar”, reflexiona. 

Recuerda estar toda aquella campaña con una sonrisa en la cara. “Fueron unos meses muy bonitos, muy ilusionantes”, dice. Y pone en valor la importancia de que en aquel momento una fuerza como Podemos hubiese irrumpido en la escena política española. Unos meses atrás, en las autonómicas andaluzas, el partido se había colocado como la fuerza política más votada en Cádiz

El partido de Pablo Iglesias estaba presente en la mayoría de aquellas candidaturas pero el fenómeno desbordaba a los partidos, con candidaturas en las que se integraban personas de la sociedad civil. Así pasó en Madrid, con una lista tejida en primarias en las que participó Podemos pero también un grupo de gente organizada alrededor de Ganemos Madrid. Aquella iniciativa ciudadana bebía de Municipalia, un grupo de personas que venía de movimientos ciudadanos, vecinales, sociales, como el Patio Maravillas. 

También en Barcelona se construyó una plataforma que concentraba a las principales formaciones de la izquierda y al mismo tiempo a gente procedente de la sociedad civil. Los primeros esfuerzos para una candidatura unitaria los encabezaron en 2014 Colau, que venía de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Jaume Asens, del mundo de la abogacía, y el académico Joan Subirats, que años después se convertiría en ministro de Universidades. 

Para febrero de 2015 ya había un acuerdo definitivo de confluencia entre los partidos Iniciativa per Catalunya Verds, Esquerra Unida i Alternativa, Equo, Procés Constituent y Podemos, que terminó llamándose Barcelona en Comú. Colau se convertía en alcaldesa con once concejales y más del 25% de los votos

“Salió una candidatura muy bien cohesionada porque venía fruto del trabajo de muchos años, gente que veníamos peleando en los barrios desde hace mucho tiempo y conseguimos poner los objetivos por delante de las siglas, que gente que venia de los partidos entendieran el momento y fueran generosos, y gente que desconfiaba de los partidos aceptase construir junto a ellos un programa de ciudad”, explica. Y aquello les permitió ganar las elecciones.

Participación ciudadana, agenda verde y derechos sociales, un programa común

Los programas con los que llegaron al Gobierno eran similares. La mayoría hablaban de sanear las cuentas de unos ayuntamientos asfixiados, retomar la gestión de los servicios públicos, garantizar los derechos sociales, paralizar los desahucios y construir ciudades más verdes, pensadas para los peatones y no para los coches. También hubo importantes intentos para abrir las instituciones, con participación ciudadana en la elaboración de los presupuestos y otras decisiones. 

Una imagen condensaba todo aquello. El 15 de junio, el nuevo alcalde de València, Joan Ribó, acudía por primera vez a su puesto de trabajo en el Ayuntamiento. Pero lo hacía de una manera radicalmente diferente a la empleada por su antecesora Rita Barberá. Ribó llegó en una bicicleta que guardó en el garaje donde se acumulaban los coches privados que habían usado hasta entonces los concejales. 

“No llegábamos con un planteamiento de hacer grandes obras. La imagen de la bicicleta planteaba que nuestro gobierno venía a pacificar la ciudad, a hacer una ciudad más amable, peatonalizarla para que los niños pudieran jugar en la calle”, cuenta el exalcalde, junto con Kichi y Colau, uno de los pocos que pudo revalidar mandato en 2019 y profundizar los cambios que contemplaba su programa.

Madrid Central, la zona de bajas emisiones en la capital, las superilles de Barcelona, el impulso de los servicios de movilidad sostenible, el carril bici en Cádiz… formaban parte de una agenda común que también puso el foco en la defensa de la gestión pública y la defensa de los colectivos más vulnerables. En València se pusieron en marcha ayudas a las personas que desahuciaban de sus viviendas, Barcelona impulsó una eléctrica pública y un dentista municipal e impulsó un ambicioso plan de vivienda pública. 

“Abrimos la institución, introdujimos criterios de transparencia, nos bajamos los sueldos, firmamos códigos éticos que no he visto reeditados…”, recuerda Pedro Santisteve, el exalcalde de Zaragoza, que llegó al ayuntamiento al frente de la candidatura Zaragoza en Común. “Nos convertimos en la ciudad con más inversión social por habitante, hicimos presupuestos participativos en los barrios, electrificamos los autobuses”, repasa. 

Pero el camino no fue fácil. Las fuerzas que llegaron al gobierno en aquel verano se dieron cuenta rápido de las dificultades que iban a sufrir para poner su programa en marcha. En el caso de Zaragoza, según recuerda el exalcalde, uno de los principales problemas fue el Partido Socialista de la entonces concejala Pilar Alegría. “El PSOE apoyó la investidura pero a continuación empezó a hacer oposición. No fue a combatir a la derecha sino a nuestro gobierno. Se cargaron la confluencia, sacaron diez concejales cuatro años después pero les faltó uno a su izquierda”, repasa. 


Manuela Carmena celebra con sus simpatizantes los resultados electorales.

“No hubo absolutamente nada fácil, empezando por cosas tan sencillas como que el ayuntamiento no fuera a actos religiosos”, dice Santisteve sobre una de las cuestiones que los alcaldes del cambio pusieron sobre la agenda. “No hubo ni un solo día de cortesía”, recuerda también Noriega, que a pesar de que tenía experiencia de gestión, al frente del vecino ayuntamiento de Teo, dice que no fue capaz de controlar “la animadversión” que iban a provocar en los poderes fácticos. 

Los medios de comunicación, la iglesia, las empresas… comenzaron una ofensiva contra la mayoría de ayuntamientos. “Fuimos viendo cómo muchas cuestiones eran una continua polémica. La renta social, que fuimos pioneros en Galicia junto a Coruña, funcionó muy bien pero generó una enorme polémica. La representación en los actos religiosos…”, rememora. También el debate sobre la regulación del turismo, que ahora está en boga en muchas ciudades. “No es que no lo sacáramos pero nos desgastaban en cada batalla”, dice.

Kichi recuerda una experiencia parecida. “Había días que nuestra acción política se reducía a intentar despejar balones fuera, a contestar a las portadas enteras de lo mal que lo estábamos haciendo, que se ponía la ciudad como casi apocalíptica”, dice. “Nos costó mucho luchar contra la maquinaria del adversario, que intentaban ganar por la vía judicial lo que no podían ganar en los plenos y en las comparecencias”, añade. 

Pese a todo, consiguieron cosas, presume. Dejaron las arcas “limpias como una patena, saneadas”, implementaron un escudo social para los gaditanos con la prohibición de cortar el suministro de agua y luz, y redujeron los desahucios de 282 al año cuando llegaron a 16 tras doce meses de gestión. 

Una parte importante de la gestión de estos ayuntamientos se centró en la mejora del déficit presupuestario que había dejado el PP. El Madrid de Manuela Carmena consiguió reducir la deuda pública un 52%. Ribó reconoce que la situación en que había dejado Barberá las cuentas fue un gran problema para conseguir poner en marcha el programa. “Nosotros teníamos una idea bastante cercana de cómo estaba la situación y durante los primeros años fue un cuello de botella que nos impidió hacer muchas cosas, pero pudimos superarlo”, cuenta. 

“Cuando demostramos que íbamos en serio, y eso quiere decir tocar privilegios e intereses, empezó toda una campaña de fake news, de lawfare, de desprestigio, que tuvimos a lo largo de dos mandatos”, lamenta Colau, que también señala algunas dificultades más “mundanas”. La primera, el desconocimiento de la administración. Su equipo de gobierno pasó prácticamente un año empezando a gestionar mientras aprendía el funcionamiento del sistema a marchas forzadas. Y luego estaban los tiempos: “La administración es mucho más lenta de lo que querrías, entre que apruebas una cosa y se convierte en realidad hay procesos internos, licitaciones, contratos, concursos, informes…”.

¿Un legado en peligro?

Muchos de esos bastones de mando ahora los sostiene el PP, como en Madrid, en València o en Zaragoza. Algunos gobiernos pasaron a manos socialistas o en el caso de Santiago de Compostela, a una coalición del BNG con una parte de quienes formaron aquellas confluencias. Aunque la dirección de muchas de las políticas ha cambiado radicalmente, hay medidas de su gestión que todavía permanecen. En Madrid, José Luis Martínez-Almeida, no pudo revertir del todo Madrid Central, las restricciones de tráfico de la almendra, a pesar de que fue su principal promesa de campaña, y en Barcelona es más que palpable la transformación del entramado urbano que propició Colau y que el socialista Jaume Collboni de momento ha conservado.

“El legado es muchísimo, ha cambiado la agenda de prioridades de la ciudad: el urbanismo sostenible, aunque el PSOE intentó frenarlo, ya es política de consenso y patrimonio de la ciudad”, defiende la exalcaldesa de Barcelona. “No pueden desmontar las pacificaciones en los entornos escolares, los parques, las cooperativas de vivienda, la unidad para frenar desahucios, el psicólogo y el dentista municipales, la regulación del turismo…”, enumera. “Cualquiera que esté en el Gobierno no puede desmontarlo porque tendría una revuelta”, dice. Lo que sí ha cambiado es la falta de ambición en la dirección que impulsaron, apunta. “El PSOE quiere evitar conflictos con las élites y frena esas medidas, no pone recursos para los servicios públicos que creamos, intenta descafeinar la obligación al sector privado de destinar el 30% a vivienda pública”, lamenta.

De los años de Compostela Aberta en el Gobierno de la capital de Galicia pervive el debate sobre la gestión del turismo desbocado y los límites que se pretende imponer a la proliferación sin control de viviendas turísticas. Del mismo modo sigue en la agenda la búsqueda de herramientas para garantizar un control de los precios del alquiler que no expulse a las familias del centro de una ciudad, cada vez más convertida en un parque temático al servicio de los peregrinos que patrocina la Xunta de Galicia como una de sus escasísimas políticas de estado. 


El exalcalde de Valencia, Joan Ribó (Compromís), sale con su bicicleta del Ayuntamiento en su primer día laborable en el cargo. (Archivo)

La sombra de aquellos gobiernos se reduce en Ferrol a la presencia de dos concejales que perviven en la oposición. De aquel ayuntamiento procede la vicepresidenta Yolanda Díaz que ensayó ya en Galicia las divisiones en la izquierda que acabaron por convertir a los gobiernos del cambio en un recuerdo efímero con remotísimas posibilidades de volver a optar por los bastones de mando en los ayuntamientos.

“La agenda que se marcó en aquel mandato es una agenda que hoy sigue siendo la agenda de la ciudad”, defiende el exalcalde de Santiago para reivindicar el papel de aquel gobierno. “El modelo turístico, la agenda social, la pérdida de derechos alrededor de la vivienda son cuestiones que se abrieron entonces”, dice. 

En la capital gallega gobierna el BNG en coalición con Compostela Aberta, lo que favorece que las políticas sigan la misma dirección. Pero incluso en los lugares en los que el PP ha accedido al Gobierno hay cosas que no ha podido desmontar. En València han mantenido las reurbanizaciones, además de los carriles bici, a pesar de que muchos de ellos como el de la calle de Colón fueron duramente cuestionados cuando se pusieron en marcha.

Muchos otros proyectos que se estaban tramitando tras procesos participativos, sin embargo sí se han modificado. El caso más claro es la reurbanización de la plaza del Ayuntamiento, que prevé una reordenación del arbolado previsto en el proyecto inicial para mejorar la visión de los espectáculos pirotécnicos. 

En Cádiz, el PP de Bruno García no ha tocado el carril bici que construyó el anterior gobierno y que recorre y comunica toda la ciudad en bicicleta. Tampoco han cambiado la política de vivienda ante el empeoramiento de los problemas con los pisos turísticos. El nuevo gobierno incluso ha tenido que prohibir nuevas licencias nuevas en todo el término municipal. Otros proyectos iniciados, el PP los ha “dejado morir”, explica Kichi. 

Volver a las calles

Más allá de las políticas y medidas, lo cierto es que diez años después de aquel hito no queda ningún ayuntamiento del cambio en pie y la mayoría de coaliciones y fuerzas que surgieron de aquella etapa han perdido el nivel de apoyo popular que consiguieron entonces. Ahora Madrid sufrió muchas tensiones internas durante los cuatro años y terminó transformándose en Más Madrid, el partido que lanzaron Carmena e Íñigo Errejón. Carmena ganó las elecciones pero no consiguió gobernar y terminó saliendo de la política. Compostela Aberta consiguió cinco concejales y un reseñable 20% del voto, pero la pujanza del PSOE los desplazó del Gobierno. Zaragoza en Común se desplomó y aunque Colau, Ribó y Kichi aguantaron cuatro años más, lo hicieron con menos voto y terminaron perdiendo la alcaldía en las siguientes elecciones. 

“Los movimientos sociales estamos en un momento de reflujo que va oscilando. Esto es como un péndulo que a veces desborda como en el 15M o luego con Podemos y luego todo se contrae y se repliegan sobre sí mismos”, dice el exalcalde de Cádiz, que cree que para lo que viene es importante mantener la coherencia entre lo personal y lo político y sobre todo volver a las calles. 


Los entonces candidatos a las elecciones municipales de Terrasa en Comu, Xavi Matilla; Marea Atlántica, Xulio Ferreiro; Barcelona en Comu, Ada Colau; la presentadora del acto; Ahora Madrid, Manuela Carmena; Zaragoza en Comu, Pedro Santisteve y Málaga Ahora, Ysabel Torralbo.

“Toca volver a la calle, a los trabajos, a las facultades, a mancharse, a implicarse en los problemas de la gente, volver a sentir las ganas y la ilusión de tener que salir irremediablemente a la calle”, defiende. “Hay otro ciclo político, mucho más de resaca y de posicionamientos en los que la gente se está apoyando en candidaturas casi antitéticas”, coincide Noriega, que cree que esa unidad popular que se creó realmente en los ayuntamientos hoy ya no tiene credibilidad porque “se impusieron las partes”, en referencia a los partidos. “Ahora no resulta creíble que los espacios puedan cooperar porque hay tantas heridas y se gestionó tan mal en los últimos años que la gente no se cree que haya una posición unitaria”, dice el dirigente de Anova, cuya formación ha vuelto a entenderse con el BNG, de donde se escindió entonces, y estudia la forma en la que esos dos espacios puedan seguir “cooperando” de cara al futuro. 

Santisteve en Zaragoza también cree que los “personalismos” en formaciones como Podemos hicieron mucho daño. “Hubo mucha gente que se creía la más lista creyendo que iban a sacar muchos más votos rompiendo las confluencias”, dice. “Hay quien quiso romper las coaliciones por asaltar los cielos. Sobraron siglas y más generosidad”, critica. 

Ribó añade algunas variables políticas. En el caso de las municipales de 2023, dice, mucha gente votó en clave nacional, contra el Gobierno. Y cree que las últimas autonómicas van mostrando el camino. “Hay que pegarse al territorio, a los problemas de la gente. Las fuerzas territoriales de País Vasco y Galicia nos han indicado el camino”, dice sobre el BNG y EH Bildu. 

Y hace un llamamiento a la unidad. “Con la que nos está cayendo por la derecha, creo que es importante manifestar al máximo la voluntad unitaria y trabajar en esa dirección”, sostiene. “Y siempre pegados a los movimientos sociales”, concluye. 

Colau cree que es más que posible que Barcelona en Comú vuelva a ganar las elecciones y recuerda que en 2023 se quedaron a 200 votos del Partido Socialista. Pero reconoce que a nivel global el momento es otro. “Cuando tocas privilegios hay una reacción, no es una sorpresa esta ola reaccionaria en la que la derecha y la ultraderecha están organizadas y muy financiadas”, sostiene.

Por eso cree que las izquierdas, y se incluye, deben ponerse las pilas. “No mirar al pasado con nostalgia, sino pensar en cómo construimos el futuro con ilusión y tratar de hacer cosas increíbles”, apunta. La exalcaldesa cree que la derecha y la ultraderecha han sido hábiles en apelar a las emociones, por eso pide hablar centrarse menos en el programa: “La razón no basta, ya hemos demostrado que éramos capaces de gestionar, ahora hay que recuperar la capacidad de soñar y poner las grandes ambiciones en el horizonte”, concluye.

Han colaborado en este reportaje Gonzalo Cortizo, Javier Ramajo y Carlos Navarro.