Carreras de espermatozoides, el último episodio de la obsesión de la ‘machosfera’ con el semen

La nueva competición, celebrada en el entorno tecnológico de California, es la manifestación de un movimiento ideológico más amplio, en el que el esperma es el gran símbolo del poder masculino y que está trascendiendo al resto de la sociedad

Hemeroteca – Dentro de la ‘manosfera’, la comunidad online de hombres contra el feminismo

La machosfera está obsesionada con el semen. La calidad del esperma es un tema de preocupación entre influencers del mundillo misógino y defensores del pronatalismo, y un símbolo de poder para millonarios como Elon Musk, que aspira a concebir “una legión” de hijos mediante la inseminación múltiple. Algunos, como el fundador de Telegram, Pável Dúrov, presumen de haber concebido ya cientos de niños por todo el mundo mediante sus donaciones de esperma y otros, como el empresario y biohacker Bryan Johnson, se someten a diario a una “terapia de shock genital” para revitalizar sus espermatozoides.

Esta monomanía alrededor del semen ha alcanzado su máxima expresión con la reciente celebración de la primera carrera mundial de espermatozoides en Los Ángeles, California. El evento ha sido organizado por un emprendedor de 17 años llamado Eric Zhu, que ha recaudado 1,5 millones de dólares para el lanzamiento de su startup, Sperm Racing. La competición, que se pudo seguir en directo, se anuncia como una iniciativa para “romper los tabúes sobre la fertilidad masculina y promover hábitos de vida más saludables”. Pero, según los expertos, bajo esta apariencia inofensiva se oculta una agenda muy concreta, cargada de ideas misóginas y en la que impera el culto al esperma como elemento de poder.

Púgiles del esperma

El evento fue un esperpento en el que compitieron primero dos influencers y más tarde dos estudiantes universitarios, que se masturbaron entre bambalinas 20 minutos antes y se encararon en el escenario como boxeadores que en vez de presumir de músculos presumieran de potencia sexual. La prueba consiste en introducir el esperma de cada competidor en sendos tubos y ver qué espermatozoide cruza el primero la línea de meta, mientras el público jalea a su equipo de gametos favorito. La visualización que aparece en las pantallas apesta a fraude; es un montaje hecho por ordenador, basado supuestamente en las coordenadas del esperma recogidas por el equipo en el laboratorio. 

La prueba consiste en introducir el esperma de cada competidor en sendos tubos y ver qué espermatozoide cruza el primero la línea de meta

La periodista Zoe Bernard estuvo en la sala con 400 personas donde se celebró la carrera y describió en Vanity Fair el ambiente entre los asistentes, algunos de ellos con gorras MAGA que sueñan con tener una extensa prole, como sus referentes. “¿De dónde venimos? ¿Cuál fue el principio?”, pregunta a unos jóvenes del público. “De los huevos de tu padre, ¡claro!”, le responden. Interrogado por la reportera, el organizador admite haber recibido financiación de empresarios del mundillo de las criptomonedas, empresas de capital riesgo y amigos del biohacker Bryan Johnson, gente con una agenda política muy interesada en poner en el foco la producción de esperma de los jóvenes.


Otra de las visualizaciones de la supuesta carrera de espermatozoides.

Para Bernard, este evento es producto de una masculinidad emergente en Estados Unidos que reivindica recuperar el valor de la virilidad. “Esta es la era del pronatalismo y de Elon Musk, del autoritarismo de Donald Trump, de directores ejecutivos que entrenan artes marciales y hablan de estrategia en la sala de juntas como si fueran generales espartanos”, escribe. “Esta es la generación de Joe Rogan y Andrew Tate. Y no hay mejor expresión de nuestra actual fijación masculina que ese indicador de virilidad cada vez más esquivo: el propio esperma”.

Bad Bunny: “Hay que bajarle a las pajas”

Muchos de los jóvenes asistentes a esta carrera de espermatozoides dijeron a Vanity Fair haber dejado de beber alcohol y de ver porno, en línea con algunos movimientos como el “NoFap”, surgido en el mundo digital para defender la no masturbación como método para aumentar la testosterona y mejorar la salud. Una creencia de que el semen es una especie de elixir que conserva la energía masculina que se extiende en otros territorios más allá de la ‘manosfera’ [del inglés, man (hombre) y sphere (esfera)].

[Cuando no me masturbo] soy un superhombre. Se enfoca uno mejor, uno anda mejor en la vida

Bad Bunny
Cantante

En una entrevista reciente con el popular presentador Ibai Llanos, por ejemplo, el cantante Bad Bunny recogió nítidamente este discurso. Hace tres años, le recordaba Ibai, el cantante le había recomendado masturbarse para combatir el estrés. Pero ahora ha cambiado de opinión. “Te cambiaría el consejo”, responde el puertorriqueño. “Hay que bajarle a las pajas, gente. Ahora hay que bajarle a las pajas”. ¿Y qué siente él cuando deja de masturbarse?, le pregunta Ibai. “Que soy un superhombre. Se enfoca uno mejor, uno anda mejor en la vida”.


Un momento de la entrevista entre Ibai y Bad Bunny.

Elisa García-Mingo, socióloga y experta en sexismo en internet de la Universidad Complutense (UCM), cree que temas como el de la no masturbación han salido de las comunidades nicho y se han convertido en moneda corriente entre muchos creadores de contenidos. “Para repetirlas no hace falta que seas un miembro al cien por cien de la manosfera”, explica a elDiario.es. “Es un concepto que repiten de forma recurrente y tiene que ver con la energía masculina, con reservarte para ti mismo”. 

En este universo, el semen tiene un enorme poder simbólico y funciona como “metáfora del poderío masculino”, afirma García-Mingo. En su opinión, estas ideas entroncan con la subcultura MGTOW, el movimiento de “hombres que siguen su propio camino”, que no es exactamente igual que el movimiento íncel, aunque son primos hermanos. “Reivindican la figura del caballero solitario, que no necesita a las mujeres y usa la energía masculina para volver a las raíces de lo que significa ser un hombre”, explica la experta. 

La vuelta del ‘falonarcisismo’

Para Iria Vázquez, socióloga experta en estudios de género de la Universidad de Vigo, lo más preocupante de eventos como la carrera de espermatozoides es que sirven de altavoz para diseminar una visión de la masculinidad muy antigua más allá de un público friqui. “Esto es lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu llamó falonarcisismo”, señala. “A mí me parece preocupante, porque está llegando también a chavales jóvenes un discurso retrógrado, de odio misógino hacia las mujeres, asociado muchas veces a la supremacía blanca”.

Me parece preocupante, porque está llegando también a chavales jóvenes un discurso retrógrado, de odio misógino hacia las mujeres, asociado muchas veces a la supremacía blanca

Iria Vázquez
Socióloga y experta en estudios de género de la Universidad de Vigo

Desde el punto de vista de la sexualidad, esta visión del mundo también es heredera de un sesgo muy antiguo y limita el papel de la mujer a un mero receptáculo, recuerda Vázquez. En los años 90, la antropóloga estadounidense Emily Martin ya explicó que el relato de los espermatozoides como los grandes protagonistas de una carrera épica era producto de una perpetuación de los roles estereotípicos masculino-femenino y que daba la visión de que el óvulo y las mujeres son menos valiosos que los hombres. 

Al final, mediante este tipo de espectáculos se reproduce un discurso rancio y con raíces muy antiguas, como el famoso “semen de fuerza” de Ortega Cano o el “hombre blandengue” de El Fary, en un entorno tecnológico y sofisticado. Un culto al semen que vivió un momento de esplendor hace ahora un siglo, cuando el cirujano francés Serge Vóronov se dedicaba a injertar tejido de testículos de mono a hombres con finalidades supuestamente terapéuticas y el fisiólogo austríaco Eugen Steinach operaba a hombres mayores para redirigir el semen a la sangre y devolverles la vitalidad.

El auge de los ‘sperm-bros’

“Cada vez hay más indicios de que la ideología de la manosfera se está extendiendo más allá de Norteamérica a Europa”, asegura Ana Bravo-Moreno, investigadora del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS-CSIC). “Para ellos el único valor de una mujer es su capacidad de procrear o satisfacer las necesidades y deseos sexuales de los hombres, se las considera objetos sexuales infrahumanos y el feminismo se considera un enemigo de la humanidad”. Y hay un solapamiento entre las narrativas que se propagan dentro de la manosfera y las que propugnan los grupos supremacistas blancos, añade. 

Cada vez hay más indicios de que la ideología de la manosfera se está extendiendo más allá de Norteamérica a Europa

Ana Bravo-Moreno
Investigadora del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS-CSIC)

En el ámbito de la reproducción, documentales como El hombre de los 1000 hijos (Netflix), que cuenta la historia de Jonathan Jacob Meijer, un músico y youtuber neerlandés, padre de más de 100 niños tras donar su semen en 11 clínicas diferentes, revelan la existencia de una comunidad de donantes de esperma en serie o sperm-bros. Estos individuos viajan por el mundo para donar su esperma, con ideas racistas como llenar las clínicas africanas de su semen para “blanquear África”. 

El afán de los millonarios como Elon Musk o Pável Dúrov por reproducirse mediante inseminaciones múltiples se mueve en parte dentro de esta lógica. “Con la idea de semen como diseminación de semillas blancas que ayudan a procrear y poblar la tierra de seres humanos de piel clara contrarrestando el oscurecimiento de la población en EEUU”, asegura Bravo-Moreno. “Estas narrativas se retroalimentan de discursos y acciones de máximos dirigentes políticos como Donald Trump: misógino, racista, anti-inmigración, que se refiere a las mujeres con la frase ‘Grab ’em by the pussy’ (agárralas por el coño) y que violó a Jane Carroll, ratificado por un juez, además de múltiples acusaciones de abuso sexual”.  

En busca del poder perdido

“De lo que va la manosfera en realidad es de recuperar el poder de los hombres, de la nostalgia de un pasado en el cual eran dominantes y recuperar la esencia masculina”, sentencia García-Mingo. La especialista ha estudiado en profundidad la comunidad de Forocoches, donde es constante la alusión a la figura del “chad” o el hombre alfa, el estereotipo de individuo exitoso que se lleva a todas las mujeres. “Una característica que tiene la manosfera es que ellos jerarquizan a los hombres y por encima está lo que llaman el gigachad, un blanco poderoso como Elon Musk capaz de esparcir su semilla”. 

Iria Vázquez, que ha sufrido el acoso de estas comunidades digitales, sabe que bajo estas ideas aparentemente infantiloides, como poner a competir a los espermatozoides, se esconde algo mucho más oscuro. “Sus defensores, mediante estrategias de acoso digital, aspiran a disciplinar a las mujeres, para que nos lo pensemos a la hora de hablar”, advierte.

García-Mingo, que trabajó en el estudio de crímenes sexuales como arma de guerra, coincide en que este simbolismo alrededor del semen no es inocente. “En estos casos se trata de violar a las mujeres para inseminarlas con la semilla del enemigo, para que tengan hijos, una manera de destrozar las comunidades y de humillarlos”. “Si la hombría la construyes a partir de estas ideas —concluye—, imagínate hacia qué sociedad nos encaminamos”.