La Granada histórica que se ‘oculta’ tras versos en grafitis: entre el vandalismo y la romantización del arte callejero

Poemas, dibujos y frases sin contexto empiezan a poblar de manera notable las calles de la ciudad de la Alhambra, mientras el Ayuntamiento y algunas voces se muestran críticas, grafiteros de otros países viajan a la capital granadina a dejar su sello

La Policía busca al responsable de vandalizar con pintadas la Puerta de los Siete Suelos de la Alhambra

“Tengo la Alhambra enfrente y solo te miro a ti”. Es una de las frases que pueden encontrarse pintadas en muros de Granada, entre adoquines centenarios y callejones empinados del Albaicín o el Realejo. También, y de forma involuntaria, es una frase que resume el sentir de la población granadina. De la que está a favor y de la que está en contra de estos versos, poemas, dibujos y frases que empiezan a poblar casi cualquier rincón del centro histórico. Empieza a haber tantas que, entre el arte callejero y el vandalismo, la ciudad viaja hacia una realidad en la que la persecución o la permisividad con estas representaciones no acaba de tejer un consenso.

Estas frases, que cada vez más personas van buscando por los rincones para fotografiarlas o subirlas a sus redes sociales, suelen ser anónimas y de personas de a pie, pero a menudo van firmadas con una cuenta de Instagram. No son proclamas políticas ni insultos y tampoco nombres propios como los que proliferaban en los pupitres de los institutos. Son versos. Y cada vez son más. Si se habla con los curiosos que se acercan a ellas, en todos se aprecia una mezcla entre el interés por la bohemia y el entendimiento a quienes no creen que estas pintadas sean ni arte ni ejemplo de lo que debe ser la ciudad.

“Hay un espacio para el arte y un espacio para no permitir que se ensucie la ciudad”, sentencia Juan Ramón Ferreira, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Granada. “No se puede permitir que la ciudad esté absolutamente manchada con cada uno y su opinión de lo que está haciendo allí. Ni el arco de las Pesas, ni la Alhambra, ni una fachada de un vecino anónimo puede estar al albur de la inspiración de nadie”. Sin embargo, tal es el auge de las pintadas en Granada que incluso la policía está detectando a grafiteros internacionales que han viajado a la ciudad para dejar su impronta en la Alhambra, un espacio protegido y por lo tanto prohibido, pero que tampoco escapa.

Desde el Consistorio insisten en que no hay debate posible: se limpia, se persigue, se sanciona, aunque desde la oposición creen que se está haciendo poco. Las cámaras de videovigilancia se extienden por las farolas del centro y los barrios históricos, en paralelo al auge de estas pintadas, que algunos catalogan como expresión poética y otros como acto de vandalismo.

Granada, que es una ciudad a la que el arte y la poesía casi le rinden tributo, cuenta con tantos cantantes y creadores famosos, que algunas de sus frases se encuentran en paredes que antes solo estaban encaladas. Versos de Dellafuente o La Plazuela, del mismísimo Lorca o de los baezanos Supersubmarina configuran parte del espacio urbano de barrios como el Albaicín, el Realejo o el centro histórico. “Es un problema y además esta es una ciudad invadida por una moda que no está en todas partes. Hay ciudades en las que esto se borra inmediatamente. Aquí parece que se celebra”, apunta Ferreira, que no contempla zonas habilitadas para este tipo de expresión: “Hasta que no se corrija este exceso absoluto, no hay alternativa que no sea limpiar”.


El arte callejero de Granada tampoco se olvida de Lorca

Dos visiones contrapuestas

Sin embargo, para muchos vecinos, artistas y turistas, el debate es menos tajante. “La mayoría de estos mensajes no son poéticos, son banalidades”, cree el poeta Álvaro Salvador. “Una pared encalada y el silencio valen más que esas frases vacías. No confundamos efusión sentimental con poesía”. Aun así, matiza: si no dañan el patrimonio ni se pintan sobre bienes protegidos, “cualquier manifestación artística me parece bien”.

Juan Pinilla, cantaor y escritor, aporta una visión distinta: “Granada es una de las ciudades con más poetas y artistas por metro cuadrado. Que la juventud se esté acercando a la poesía de forma espontánea me parece espectacular”. Recuerda una pintada en el Carmen de los Mártires: “Te imaginé aquí contigo y te prometí todos los pájaros posibles. Es preciosa. Tiene todo el sentido que en una ciudad tan literaria como esta surja algo así”. Pero también marca límites: “No toleraría que nadie pintara el arco de las Pesas. Ni Basquiat”.

La mayoría coinciden en distinguir entre vandalismo y arte porque si estas pintadas se realizan en lugares prohibidos, como el Albaicín, que tiene decenas de bienes de interés cultural, deben ser perseguidas. Ángel Bañuelo, portavoz de la Asociación Andalucía por la UNESCO lo tiene claro: “El Albaicín está protegido íntegramente. No se puede pintar nada. Ni frases, ni poemas, ni dibujos. Nada. No es cuestión de si es bonito o no. Es que es ilegal”.

Pese a que hay voces que recuerdan que el turismo también se está viendo atraído por esta nueva variante artística, Bañuelo no compra el discurso. Para el portavoz de la asociación que vela por el patrimonio cultural de la UNESCO ese discurso puede llevarse al absurdo incluso: “Si aceptamos que el arte urbano puede estar en cualquier sitio, ¿por qué no envolver la Alhambra en papel de aluminio? Sería arte también, ¿no?”.

Pero no todos lo ven así. Precisamente el grafitero Badi resume el espíritu de muchas de estas pintadas: “Detrás de cada acto, ya sea escritura, pintada, taqueo, firma o poesía, hay una persona diferente y una motivación diferente. La calle siempre fue el primer periódico libre del pueblo”. Para él, estos mensajes son señales de una “sociedad viva” que se expresa desde hace años en los muros.

El turismo, de fondo

Desde colectivos vecinales como Albayzín Habitable, que es uno de los barrios más afectados por estas pintadas, alertan de que se está romantizando una moda con efectos muy concretos sobre el patrimonio. “No hay que mezclar pintadas con arte urbano. Lo de escribir que ‘Pepe ha estado aquí’ o frases con bolígrafo en una tapia centenaria no tiene ningún valor cognitivo ni artístico”.

Eso sí, diferencian entre tipos de grafitis: “Los murales en fachadas medianeras, por encargo o consensuados con los vecinos, son otra cosa”. Y avisan de que este fenómeno no se puede desvincular de los flujos turísticos: “Es como lo de los candados en los puentes, o los selfies. El ego de algunos no les permite pasar desapercibidos. Y mientras tanto, los barrios patrimoniales son los que pagan el precio”.

También critican el exceso de vigilancia: “La respuesta no puede ser poner una cámara en cada esquina. La vigilancia masiva también tiene efectos perversos. Habría que apostar más por la sensibilización y el respeto al patrimonio”. Algunas voces incluso plantean soluciones creativas: “Poner grandes lonas en sitios estratégicos y hacer campañas: si quieres expresarte, hazlo en una libreta, cantando o en la lona. Pero no sobre los muros de Granada, que ya hablan por sí mismos”.

El debate, en el fondo, no es nuevo. Pero en Granada se cuela por rincones especialmente sensibles, donde la historia, la literatura, el turismo y el arte se rozan en cada piedra. Quizá por eso cuesta tanto trazar una línea clara entre lo que debe borrarse y lo que podría formar parte del paisaje. En una ciudad donde incluso el silencio puede ser poético, cualquier palabra pintada se convierte en una declaración de intenciones.