El líder del PP hace tiempo que decidió que todo vale con tal de ir contra Sánchez aunque eso implique situar el debate público en el fango o ir en contra de los intereses de ciudadanos que reclaman una mayor protección para lenguas que también son oficiales
La UE aplaza la decisión sobre la oficialidad del catalán, el euskera y el gallego por las reticencias de varios países
Cuando en julio de 2023 se le preguntó a Alberto Núñez Feijóo cuál era su proyecto para Catalunya, una de las cosas que dijo es que tenía “el proyecto de respetar la nacionalidad histórica que es”. En la misma entrevista en La Vanguardia añadió que el PP necesitaba que los catalanes lo viesen como “un partido catalán, autonomista, con personas de Catalunya”. Como en tantas otras cosas, Feijóo ha hecho lo contrario de lo que prometió y su batalla contra el reconocimiento del catalán es solo el último ejemplo.
Aquellos catalanes que, sin ser necesariamente votantes del PP, quisieron apreciar en él a un político moderado, alejado de las estridencias ayusistas y con una visión de España alejada del centralismo madrileño, hoy tienen nuevos motivos para estar decepcionados. Aunque es de suponer que vista la trayectoria de los últimos meses tampoco les habrá sorprendido mucho.
El líder del PP hace tiempo que decidió que todo vale con tal de ir contra Pedro Sánchez. Aunque eso le implique rebajar el nivel del debate público al fango o ir en contra de los intereses de los ciudadanos que reivindican su derecho no solo a hablar en catalán, gallego o euskera sino a que estas lenguas tengan el mayor reconocimiento posible.
En la Unión Europea hay 24 lenguas oficiales. La cifra de hablantes de cada una es muy desigual y va de los 90 millones que hablan alemán a los 200.000 del irlandés. El catalán tiene 10 millones, el doble que el finlandés, por comparar con uno de los estados más reacios a su reconocimiento. Prácticamente hay la misma cifra de europeos que hablan sueco que los que lo hacen en catalán. Si fuese por el PP serían muchos menos puesto que solo hace falta ver su estrategia en Balears y la Comunitat Valenciana, de la mano de Vox, para debilitarlo tanto como pueden.
Más allá de si la defensa que hace ahora el PSOE (y que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ya intentó) de la presencia del catalán en las instituciones europeas responde a sus compromisos con Junts, tiene todo el sentido reclamar esa oficialidad. La avalan las cifras y el reconocimiento en la Constitución.
Pero a Feijóo eso le da igual. Primero porque lo único que quiere es destrozar a Sánchez, por las buenas o como ahora. Y segundo porque su sensibilidad respecto a los derechos lingüísticos es nula. La utilización de la lengua como instrumento partidista le viene de lejos. Nada más llegar a la presidencia del PP gallego se sumó a la campaña contra el gallego e incluso mandó a su número dos, Alfonso Rueda, a la manifestación de una organización minoritaria llamada Galicia Bilingüe, que clamaba en las calles y algunas cabeceras madrileñas contra la “imposición del gallego”.
En los tres años y medio que gobernó el bipartito de PSdeG y BNG, Feijóo rompió el consenso político alcanzado en los tiempos de Fraga, que posibilitó el Plan de Normalización Lingüística. Cuando la izquierda llegó al poder en 2005 decidió dar rango de ley a ese plan ideado por la Xunta de Fraga y el PP de Feijóo se desmarcó del acuerdo, para hacer oposición en la calle al bipartito.
Ya de vuelta en la Xunta, en 2009, cambió la ley, para rebajar la presencia del gallego en las aulas. Desde entonces, el idioma no deja de perder hablantes, según todas las encuestas, incluidas las que encarga el Gobierno gallego de su sucesor, Alfonso Rueda.
Ese es Feijóo. Entonces y ahora.