Cuatro mujeres y tres niñas han fallecido después de volcar la barcaza en la que viajaban desde hace diez días a cinco metros del muelle de La Restinga. Vecinos de El Hierro que se han lanzado al agua a ayudar a los equipos de rescate y un médico que ha atendido a las víctimas reconstruyen parte de las horas del rescate a elDiario.es
La última tragedia de la ruta canaria golpea a la infancia migrante con tres niñas muertas y varios menores graves
Los gritos hicieron pensar a Javier Iglesias que ese desembarco no era como otro cualquiera. Hace unos meses, este asturiano, propietario de un pequeño restaurante situado frente al muelle de La Restinga (El Hierro), reconocía que ya apenas se movilizaba ante la llegada de cayucos, convertidos hace más de un año en parte del día a día de este punto de la isla. Pero los chillidos que atravesaban su ventana en la mañana de este miércoles le empujaron a asomarse. “El cayuco empezó a escorarse y volcó muy rápido. Cogí las llaves del coche y corrí hacia allí”, cuenta a elDiario.es.
Eran las 9:35 (hora canaria), cuando el vuelco de la barcaza desencadenó un rescate desesperado, en el que miembros de Salvamento Marítimo, agentes de la Policía Nacional, personal municipal, Guardia Civil, supervivientes de la tragedia y vecinos de La Restinga corrieron a intentar sacar a gente del agua o ayudar en lo que fuese necesario. Mientras unos se lanzaban al agua para ayudar a quienes no sabían nadar, otros trataban de alzarles hasta la embarcación o el muelle, lanzaban salvavidas o acompañaban a los rescatados a las carpas de Cruz Roja para ser asistidos. El accidente fue capturado por las cámaras de la Televisión Canaria: »¡No, no, no, no!», exclamaba una periodista mientras observaba cómo el cayuco viraba poco a poco. Lo que parecía un rescate más de los cientos que se han producido en este punto del Archipiélago en los últimos años, terminaba en tragedia a la vista de los vecinos de La Restinga y retransmitida en directo. La mayoría de quienes viajaban en el cayuco fueron rescatados, pero siete personas fallecieron en esos minutos de pánico posteriores al escoramiento de la patera. Todas eran mujeres y niñas.
De las siete víctimas mortales confirmadas, tres eran niñas de entre cinco y 16 años. También hay un bebé desaparecido y varios menores se encuentran en estado grave en los hospitales de Tenerife y El Hierro. Según varios testimonios recabados por elDiario.es, los ocupantes habían reservado el fondo del cayuco a las mujeres y los niños, algo habitual en estas travesías con la intención de protegerlas durante el viaje para evitar que estén en constante contacto con el agua durante días en el mar.
Horas antes del vuelco, Javier Iglesias escuchó desde su casa a la embarcaciónde Salvamento Marítimo movilizarse. Tras recibir un aviso del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), la Salvamar se trasladó al lugar donde había sido detectado un cayuco con más de 150 migrantes a bordo, a seis millas náuticas (unos 11 kilómetros) del muelle de La Restinga. Desde ese punto, el buque de rescate “acompañó” a la sobrecargada barcaza hasta el puerto, algo que los equipos de rescate hacen habitualmente cuando el cayuco se encuentra cerca de tierra y considera que puede desplazarse por sus propios medios, según el organismo dependiente del Ministerio de Transporte. Cuando ya estaban junto al muelle, los equipos de salvamento comenzaron el trasbordo de un buque a otro, uno de los momentos más complejos de la operación. Eran las 9:35 de la mañana (hora canaria).
“Se pusieron de pie algunas personas para empezar a pasar del cayuco al barco. El barco era muy precario y, cuando empezaron a pasar a los bebés, se descontroló todo. Se dio la vuelta y se cayeron hacia el otro lado”, dice a elDiario.es Manuel (nombre ficticio) un vecino de El Hierro que se encontraba en el muelle en ese momento. Según fuentes oficiales de Salvamento Marítimo, “una parte de las personas que viajaban en el cayuco se ha concentrado en una de las bandas, lo que ha provocado el escoramiento y volcado de la misma”.
Cuando Iglesias llegó al muelle, ya había decenas de vecinos, sanitarios y buzos del pueblo movilizados para ayudar, más allá de los equipos oficiales. “Primero había que sacar a los migrantes del cayuco volteado. La barcaza estaba dada la vuelta. Entre gritos y muchos dificultades, se fue sacando a la gente”, dice el asturiano, quien ayudó a cambiarse de ropa a varios supervivientes, entretuvo a algunos niños rescatados en buen estado y colaboró en el traslado de las camillas de algunos de los heridos de gravedad. “Cuando el cayuco volvió a su posición inicial, aparecieron unas 15 personas con vida. Se habían quedado debajo, en una capa de aire en el interior del cayuco, muchos eran niños”, relata el vecino, que sitúa en ese momento el hallazgo del primero cuerpo sin vida, el de una de las cuatro mujeres adultas fallecidas.
Uno de los niños rescatados, en brazos de Javier Iglesias, uno de los vecinos que ayudó en el muelle de La Restinga de forma voluntaria.
Otras tres mujeres, posiblemente atrapadas en el zona más baja de la barcaza, también habían fallecido. “Salté cuando se le dio la vuelta al barco para buscar más cuerpos. Allí había tanto gente que estaba en la burbuja de aire, como quienes se habían quedado debajo. Había muchos cuerpos. Algunos estaban en parada, otros muertos. De los nervios no llegaba a distinguir si estaban vivos o muertos. Había bastantes niños y mujeres, y los íbamos sacando como podíamos”, recuerda Manuel (nombre ficticio), que también participó en las labores de rescate de manera voluntaria.
El regreso de la barcaza a su posición original descubrió a una decena de personas, la mayoría mujeres y niños, hasta entonces atrapadas bajo las maderas del viejo cayuco. Al ver a sus compañeros en riesgo, varios migrantes recién rescatados que sabían nadar volvieron a saltar al agua a la carrera y colaboraron con los miembros de Salvamento Marítimo intentando salvar a las mismas personas con las que habían compartido días de travesía.
A las 9:55 horas, el doctor Luis González, recibió el aviso. Un compañero estaba en el muelle y lo llamó agobiado: “Ha volcado una patera. No sé cuantos muertos vamos a tener”, le dijo. Como director médico del Hospital Insular de El Hierro y parte del grupo médico creado en la isla para atender emergencias sanitarias tras la llegada de cayucos, movilizó al resto de su equipo y se desplazó a La Restinga. “Ninguno se quejó, cuando los llamé la respuesta fue inmediata. La gente que estaba descansando en sus casas fue corriendo al puerto para reforzar el dispositivo”, dice el doctor.
Identificación de cuerpos
Llegó al puerto pasadas las 10 y no se fue hasta la una de la tarde. “Ha sido muy duro. Hemos pateras jodidas, pero cada vez cada vez te duele más. Esta fue… que han muerto tres niños y cuatro mujeres, dios mío”, reconoce el médico, forzado a interrumpir su relato por la emoción. Su equipo ha atendido de urgencia a decenas de personas en el mismo muelle y ha realizado el triaje para ordenar los traslados necesarios al hospital de la isla, así como dos evacuaciones en helicóptero a Tenerife. Entre las víctimas atendidas recuerda a una adolescente de unos 15 años. “La intubamos y mientras la llevaban al hospital, se paró. Estuvieron casi 40 minutos con las maniobras de reanimación, pero no salió. Sufrió un ahogamiento incompleto que se convirtió en parada. Aspiramos todo lo que se pudo para ver si tiraba palante pero nada”, lamenta González. Es una de las tras menores fallecidas.
En el puerto, una de las mujeres rescatadas preguntaba angustiada por una de sus hijas. Además de un niño que estaba con ella en el muelle, había subido al cayuco con su otra hija, de cuatro años. “La buscamos en todos los sitios y no la vimos. Hasta que vimos un cuerpo de una niña. Era pequeña. Tenía el pelito cortito, peinado con rastas. Pensé que podía ser ella”, recuerda el doctor. “Junto al equipo humanitario de Cruz Roja, buscamos a la mujer. Le enseñamos el cuerpo y se derrumbó. Era su hija”, recuerda el médico, con la voz entrecortada, desde el pequeño hospital de El Hierro. “Le pregunté si quería que le diésemos un calmante. Dijo que no porque tenía que cuidar a su otro hijo, de siete años”.
Hasta el centro sanitario desde el que habla González fue trasladado también un bebé de tres meses con dificultad respiratoria como consecuencia de un ahogamiento de carácter grave. Los sanitarios también derivaron al complejo hospitalario a una mujer embarazada, a otro bebé de tres meses y a tres menores, todos ellos con signos de ahogamiento de carácter moderado. Un helicóptero medicalizado transportó hasta el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, en Tenerife, a dos menores en estado grave.
Los centros de submarinismo, movilizados
Varios submarinistas de los centros de buzo de La Restinga también se lanzaron al agua desde los primeros momentos de la tragedia. Entre ellas, una mujer, que aún no había empezado su turno, saltó al mar al ver a una niña a punto de desaparecer junto al muelle. “Aún se estaba preparando para meterse al agua, estaba en ropa de calle y, en cuanto la vio, se lanzó y la rescató”, cuenta Antonio Castrillo, instructor en el club de submarinismo Tagoro, ubicado en La Restinga, un punto habitual entre los aficionados a este deporte. Mientras su compañera auxiliaba a las víctimas, él se encontraba regresaba junto a varios clientes de la primera inmersión de las dos que realizan cada mañana.
“Cuando vimos que había una patera volcada, salimos corriendo. Aquí estamos muy habituados a la llegada de cayucos, pero la patera estaba volcada entera”, explica el dueño de este centro de buzo. En ese momento, cuenta, los equipos de Salvamento estaban sacando a los últimos migrantes. Castrillo y sus otros compañeros dejaron a los clientes en el pantalán y se acercaron a apoyar las labores de búsqueda en la zona. “No es normal que vuelquen justo en el muelle por lo que no estaban preparados los buceadores de la policía. Hemos entrado al agua a rastrear el fondo”.
Un bebé estaba desaparecido y aún se temía la existencia de más cuerpos sin vida en el mar. “Hemos peinado toda la zona y no hemos encontrado nada. Solo hemos hallado objetos personales, algún teléfono, una mochila, hasta el timón del cayuco”, detalla el submarinista. “Estamos acostumbrados a que lleguen, incluso a celebrarlo. Porque el hecho de que lleguen es un motivo de alegría, pero nunca había pasado que lleguen y que suceda eso, que suceda aquí, habiendo llegado. Tenemos mucha rabia, frustración e impotencia”, cuenta Castrillo, que ha cancelado el resto de actividades del día del centro de buzo. “Tanto los clientes como los tranajadores nos hemos quedado muy afectados”.
Origen: Guinea Conakry, según Caminando Fronteras
Caminando Fronteras ha confirmado a elDiario.es que la embarcación salió el 18 de mayo de Guinea Conakry, a más de 2.000 kilómetros de La Restinga. La fundadora de este colectivo, Helena Maleno, afirma que ya había reportado a las autoridades sobre esta barcaza en la que viajaban 150 personas. Entre las nacionalidades presentes en el cayuco que salió hace diez días de Guinea destacan los guineanos y senegaleses, y en ella viajaban al menos 20 niños y adolescentes. El colectivo asegura que está trabajando con las familias de los ocupantes de la embarcación. La ONG pide a Salvamento Marítimo que, como se hace con cualquier accidente naútico, se debería investigar lo ocurrido en el operativo. “Es la segunda vez que se produce una tragedia durante un rescate en El Hierro. Si no se realiza un análisis para estudiar las causas de manera seria. Cuando ocurre con un pesquero, se investiga. ¿Por qué con los cayucos, no?”, se pregunta Maleno.
Las reacciones a la tragedia han llegado hasta la presidencia del Gobierno. Pedro Sánchez ha expresado su solidaridad a las familias de las víctimas y a los servicios de emergencia que han trabajado con los supervivientes. »El drama vivido en El Hierro debería conmovernos a todos. Vidas perdidas en un intento desesperado de encontrar un futuro mejor. Debemos estar a la altura. Es una cuestión de humanidad», ha añadido.
Horas después del vuelco, un oso de peluche flotaba en el muelle de La Restinga. En el agua también quedaba una pequeña mochila blanca y una chaqueta de bebé violeta y rosa. Alguien mostró esa estampa a Luis González, director médico del Hospital Insular de El Hierro y parte del equipo de atención de emergencias en las llegadas de pateras. “No, por favor, no me enseñes eso ahora”, dijo el doctor, después de pasar la jornada atendiendo a las víctimas que requerían asistencia sanitaria, tanto a pie de puerto como en el hospital. “Tenía que seguir trabajando y no quería romperme. Ha sido muy duro. También venido la psicóloga a preguntarme qué tal. Pero le he dicho que prefería no responder en profundidad. Hoy me siento flojo, pero hoy no era el día de preguntarme como estoy, hoy era el día de aguantar”.
Un oso de peluche flota en el muelle de La Restinga