Ni los ‘fontaneros’ son ya como los de antes

No se le ve a Leire Díez tanto futuro profesional como a los ‘fontaneros’ de Suárez. Pero quizás tampoco tanto camino procesal como a los ‘fontaneros’ de Nixon

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Han vuelto los fontaneros. Bueno, nunca se fueron. Han vuelto a la actualidad y de manera burda, chusca, en una versión tan pobre de tan complicado oficio que parece una exageración interesada eso de llamarle a Leire Díez “fontanera jefe del PSOE y de Moncloa”, como han hecho estos días algunos colegas de derechas. Si ese es el nivel de la fontanera jefe, ¡cómo sería el de sus subordinados, si los hubiera! Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, dejan muy atrás en competencia y habilidad fontaneril real a Leire Díez en fontanería figurada, si es a eso a lo que ésta se dedica.

Para los poco iniciados: en política, se les llama fontaneros a esas personas que se ocupan en la sombra, dentro de los partidos o de los gobiernos, de tareas delicadas, unas veces por el lado de dentro de la vasija de la ley y otras veces por el lado de fuera. En ocasiones, a los fontaneros les toca visitar las cloacas del Estado, donde abundan otro tipo de perfiles profesionales ya claramente alejados de la ley.

En este sentido del que estamos hablando, encontraréis el término fontanero en algunos diccionarios en línea. En el Diccionario del Español de Todos (DiccET), por ejemplo, se dice que es una “persona vinculada a un partido político que se encarga de sus trapos sucios”. En el Diccionario de las academias no lo hallaréis, por ahora.

El término nos viene de traducirlo del inglés. Nació con el Watergate, el escándalo político que a primeros de los años setenta del siglo pasado acabó con la dimisión del republicano Richard Nixon como presidente de los Estados Unidos. Sabemos incluso quién y cuándo lo creó.

El escándalo surgió a raíz de un robo de documentos en la sede del Partido Demócrata en el edificio de oficinas Watergate de Washington. Investigaciones periodísticas —recordaréis Todos los hombres del presidente, con Robert Redford y Dustin Hoffman interpretando a los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein, de The Washington Post— descubrieron que la administración Nixon encubría a los responsables del robo y tiraron de sus hilos.

Nixon, alarmado, creó en la Casa Blanca un grupo de personas de su máxima confianza para intentar tapar cualquier filtración a la prensa. Se llamaban David Young, E. Howard Hunt y G. Gordon Liddy, y en mayor o menor grado estaban directamente implicados en las ilegalidades del Watergate.

El 24 de noviembre de 1971, en la fiesta familiar del Día de Acción de Gracias, a uno de ellos, Young, le preguntó su abuela a qué se dedicaba en la Casa Blanca. “I am helping the president stop some leaks” (“Estoy ayudando al presidente a detener algunas filtraciones”), respondió. “Oh, you’re a plumber!”, (“¡Oh, eres fontanero!”), replicó la abuela. A Young le hizo tanta gracia la anécdota que colocó en el despacho que compartía con Hunt y con Liddy un cartel con el título The Plumbers. Sus jefes les recordaron que la operación era un alto secreto y les ordenaron que lo retiraran, pera quedaron los tres para los eternos como los fontaneros de Nixon. Young acabó siendo investigado en el Senado y consiguió una inmunidad limitada a cambio de colaborar con la justicia. Los otros dos fueron juzgados y condenados. Hunt pasó 33 meses en prisión; Liddy, cuatro años y medio.

Entre nosotros, se le atribuye a Adolfo Suárez, presidente del Gobierno desde el 5 de julio de 1976 hasta el 26 de febrero de 1981, la primera descripción pública del oficio de fontanero político. Dijo Suárez que los fontaneros se ocupaban de que las cañerías siguieran funcionando mientras se reconstruía la casa.

Para la delicada tarea de reconstruir el Estado, de la transición de una dictadura a una democracia, Suárez se rodeó de un equipo de fontaneros de primer nivel: Alberto Aza, diplomático de carrera; Aurelio Delgado, Lito, amigo y cuñado del presidente; Eugenio Bregolat, también diplomático; y Alberto Recarte, técnico comercial y economista del Estado, eran los principales.

Se desempeñaron con éxito. Aza acabó años después de jefe de la Casa del Rey; Lito, de empresario en diversos sectores en su Ávila natal; Bregolat, de embajador en China y de experto en el gigante asiático, con varias obras publicadas; Recarte, de consejero en empresas del Ibex.

No se le ve a Leire Díez tanto futuro profesional como a los fontaneros de Suárez, ciertamente. Pero quizás tampoco —por ahora— tanto camino procesal como a los fontaneros de Nixon.