Mientras Ucrania solicita un alto el fuego inmediato —idea inicial de Trump—, Rusia propone un nuevo encuentro con Ucrania al mismo tiempo que elabora su documento con las condiciones para el marco del proceso de paz
Con una mano, ataques récord, y con otra, promesas de paz a Trump: por qué Putin no se detiene en Ucrania
Dependiendo de a qué actor se tome como referencia para calibrar en qué punto se encuentra actualmente el conflicto de Ucrania se pueden extraer conclusiones muy variadas. En todo caso, sea quien sea el elegido, todos los análisis terminan en el mismo punto: la paz está lejos.
Zelenski
Así, si se opta por Volodímir Zelenski, una primera lectura podría derivar en un precipitado juicio positivo, en la medida en que sus principales aliados occidentales, con Alemania en cabeza, acaban de anunciar que eliminan cualquier límite en el empleo de las armas que han suministrado a Ucrania en su defensa contra Rusia.
Hasta ahora se le habían negado a Kiev algunos sistemas de armas muy sofisticados o bien se le había obligado a no emplearlos más allá de un determinado alcance, con la intención de evitar una escalada rusa que pudiera volverse incluso contra dichos suministradores. Esta semana, Alemania y Ucrania han anunciado incluso la producción conjunta de misiles de largo alcance.
Liberado de esas cortapisas, cabe suponer que las fuerzas armadas ucranianas estarán en mejor disposición de batir objetivos hasta ahora inalcanzables, complicando aún más los planes militares rusos y, por tanto, mejorando su posición ante un hipotético proceso de negociación. Eso no quiere decir que Ucrania vaya a recibir todo el material que demanda (por ejemplo, continúa a la espera de los ansiados misiles de crucero Taurus, de fabricación alemana, con un alcance de hasta 500 km), ni que eso haga posible la victoria ante un enemigo muy superior tanto demográfica, como industrial, económica y militarmente.
Ucrania, que en un principio se mostraba reticente a aceptar la propuesta estadounidense de alto el fuego sin garantías de seguridad, apoya el cese de las hostilidades para una posterior negociación. Mientras tanto, Putin se resiste a la idea y alega que quiere eliminar las “causas fundamentales del conflicto”.
Trump
Si se atiende a las últimas declaraciones de Donald Trump —“Putin se ha vuelto completamente loco”— parecería que EEUU está a punto de dar un giro, abandonando su actitud condescendiente con el inquilino del Kremlin. Por supuesto, resulta increíble la posición de Trump (como la del capitán Renault en la mítica película Casablanca, cuando se mostraba falsamente escandalizado y exclamaba “he descubierto que aquí se juega”), haciéndose el sorprendido al descubrir que Putin “está matando a civiles y quiere quedarse con toda Ucrania”.
Sin embargo, este miércoles Trump descartó una vez más la imposición de nuevas sanciones. “Creo que estoy cerca de lograr un acuerdo. No quiero estropearlo haciendo eso”, dijo. “Vamos a averiguar si nos está engañando y si lo está haciendo, responderemos de otra manera”.
El mundo entero ha visto las acciones de Putin en el campo de batalla y no por ello Trump ha dejado de alinearse con él, imponiendo a Zelenski unas condiciones de partida inasumibles para Kiev, sin exigirle a Rusia que renuncie a ninguno de sus objetivos para llegar a un acuerdo. Ese error de cálculo es lo que ha llevado a Trump a una posición tan incómoda, en la medida en que no logra doblegar la resistencia de Zelenski para que acepte un acuerdo injusto, ni tampoco forzar a Putin a que se ajuste plenamente a sus planes.
Putin
Los gestos y decisiones del líder ruso transmiten claramente la imagen de quien siente que el tiempo aún corre a su favor. Por un lado, dice mostrarse a favor de la paz y de las propuestas emanadas de Washington respecto a un posible cese de hostilidades y a la apertura de un proceso negociador, pero sin dar ningún paso efectivo en esa dirección. Más bien al contrario, añadiendo nuevas condiciones que solo buscan obstaculizar cualquier acercamiento con Kiev, mientras sus fuerzas armadas siguen adelante con la ofensiva en todo el frente, con especial énfasis ahora mismo en la región de Sumy.
Este miércoles, Rusia propuso a Ucrania una nueva reunión en Estambul el próximo lunes dos de junio, a lo que Ucrania ha respondido que primero Putin debe comunicar sus condiciones para un alto el fuego. Putin ha afirmado que está trabajando en su versión de memorándum para establecer el marco de un acuerdo de paz. Fuentes cercanas al proceso han señalado a Reuters que Putin quiere una promesa escrita de que la OTAN no se ampliará hacia el este, que Ucrania permanecerá neutral y un levantamiento de las sanciones, entre otras demandas.
Putin también procura, no obstante, no romper la cuerda con Trump, lo que podría desembocar en un indeseado regreso a la casilla de inicio, perdiendo lo que de momento cree tener garantizado de antemano: en primer lugar, el levantamiento de las sanciones que pesan sobre la economía rusa y la garantía de que Zelenski no tendrá más remedio que aceptar lo que Rusia no parece en condiciones de lograr por la vía militar (los cuatro oblasts que se ha anexionado sin haberlos controlado nunca en su totalidad y la renuncia a entrar en la OTAN).
Qué se juega cada uno
Lo que está en juego es también distinto para cada uno de los actores principales implicados en el conflicto. A fin de cuentas, Trump solo se juega su imagen de supuesto pacificador universal y, en todo caso, el premio Nobel de la Paz. Sus prioridades están centradas en contener a China y en revertir los graves desequilibrios de su propia economía, mientras que Ucrania no es en modo alguno un interés vital para Estados Unidos.
Para Putin, Ucrania es un interés vital, por lo que cabe imaginar que seguirá haciendo todo lo que sea necesario para colocarla en su órbita, tal y como viene demostrando estos últimos días con la intensificación de sus bombardeos sobre la práctica totalidad del territorio ucraniano mientras arranca su ofensiva terrestre de primavera.
Por su parte, Zelenski persevera en su intento por no quedar marginado en la agenda política internacional y no quedar abandonado por sus aliados europeos ante la presión rusa (y estadounidense). Es, con diferencia, el que lo tiene más difícil.