Una exposición rescata las “pequeñeces” que sirvieron de refugio doméstico para la mujer del siglo XIX

«Una muestra en el Museo del Romanticismo (que cuenta con la intervención de Las Hijas de Felipe) reivindica las labores textiles femeninas como prácticas de autonomía, afecto y memoria”

Las “pequeñeces” pueden ser muchas cosas: una casa de muñecas, un cuadro tejido con cabello humano… objetos diminutos o peculiaridades cotidianas que la historiografía ha pasado por alto por pertenecer al ámbito doméstico. Precisamente eso es lo que la nueva exposición del Museo del Romanticismo busca rescatar del olvido: dar voz a esos detalles íntimos, aparentemente insignificantes, que configuraron la vida diaria de una época.

La muestra Cosas tenidas por pequeñeces, que forma parte del proyecto Memoria, tejidos, museos. Los barrios bajos de la atención, y que está comisariada por Selina Blasco y Patricia Molins, abrirá sus puertas del 30 de mayo al 21 de septiembre en el Museo del Romanticismo. Pero este proyecto va más allá: se trata de una iniciativa colaborativa que involucra a cuatro instituciones clave —el Museo del Traje, el Arqueológico Nacional, el Museo de América y el Nacional de Artes Decorativas—, creando un diálogo entre colecciones estatales.

En el caso del Museo del Romanticismo, la propuesta curatorial ha contado con una colaboración especial: la intervención de Las Hijas de Felipe (Ana Garriga y Ana Urbita), doctoras en literatura barroca y creadoras del celebrado pódcast homónimo. Junto al equipo técnico del museo y las comisarias principales, han tejido un relato que desmonta jerarquías tradicionales, poniendo en valor lo que habitualmente queda en “los márgenes” de la museografía con una nueva mirada: lo textil como documento histórico, las prácticas domésticas y los saberes no canónicos.


Vista de la muestra ‘Cosas tenidas por pequeñeces’

El título de la muestra Cosas Tenidas por pequeñeces alude a la novela de Luis Coloma Pequeñeces de 1891 y nos da una pista de la vinculación de estas pequeñas piezas intimistas con la literatura de la época. “Nosotras nos sentimos más cómodas con el formato literario y textual, así que hemos intentado arropar las obras con el contexto literario del siglo XIX”, ha comentado Ana Urbita en la presentación de la exposición. Vinculando ambos mundos, han añadido a las obras seleccionadas fragmentos que ellas mismas han locutado de La de Bringas, de Benito Pérez Galdós o el Manual de señoritas de 1827, escrito por Élisabeth Celnart. 

La intimidad que se nos ha ocultado 

Frente a la organización tradicional de los museos nacionales españoles —nacidos entre finales del XIX y 1925 a partir del coleccionismo aristocrático—, el textil se alza como un medio lleno de complejidades, a menudo ignorado. La historiografía lo ha relegado sistemáticamente, pero esta exposición busca reivindicarlo. Y no sin razón: el textil es un lenguaje formal y conceptualmente rico que desafía nociones establecidas sobre creatividad, técnica, percepción, autoría, género e incluso la propia museografía.

La exposición se divide en dos partes. La primera se organiza en torno a las piezas expuestas que forman parte del recorrido habitual del Museo del Romanticismo y que Las hijas de Felipe han seleccionado y a las que han añadido cartelas. Como ocurre con un Tresillo de 1890, que ha sido elegido en toda la exposición por las huellas del uso, y por la comodidad que aparenta. “Nosotras queríamos ir más allá de lo diminuto y centrarnos más en el surgimiento del concepto de comodidad” cuentan Las hijas de Felipe. 

Precisamente la búsqueda de la comodidad, el confort del hogar y la intimidad mediante texturas textiles será uno de los ejes que guie esta selección de piezas y que culminará en la segunda parte de la exposición que se sitúa en la Sala del encuentro, donde se exponen obras de pequeño formato, como pequeñas joyas que se han dividido en varias secciones: Devoción, reliquias afectivas, procesos y lo lúdico. “Queríamos que se pudieran contemplar estas pequeñas obras, que normalmente no podemos observar con tanto detalle”, comenta Ana Garriga. 

Lo doméstico como refugio 

Estas secciones exploran cómo los objetos —ya sean textiles u objetos de devoción— se convierten en vehículos de memoria íntima. Lejos de encasillarse en categorías rígidas, las piezas dialogan entre sí, tejiendo un relato común: el trabajo manual como acto meditativo, político y cargado de emociones.


Detalle de los objetos de la exposición de ‘Cosas tenidas por pequeñeces’

 “Ver esta exposición es como ver el siglo XIX español”, explica la comisaria Patricia Molins que cree que este “es el siglo en el que todo quiere ser universal, el siglo de los nacionalismos y de la expansión colonial”. “La burguesía sobre todo en España en el que hay un retroceso económico —como cuenta el filósofo Walter Benjamin— encuentra su refugio en lo doméstico”“, añade 

En esa búsqueda de amparo en el hogar ante un mundo agresivo y violento se encuentran estos objetos. Y por eso, las piezas seleccionadas en esta segunda parte de la exposición destacan las producciones y labores femeninas dentro del contexto doméstico de la burguesía del siglo XIX. El espacio de lo íntimo se convierte aquí en protagonista, recreando esa atmósfera inmersiva que caracterizaba el universo cotidiano de la época. Entre las obras expuestas, encontramos trabajos deliberadamente inconclusos -como una Santa Filomena a medio bordar- que buscan transmitir “esa sensación de pérdida: del tiempo, del hilo, y de todo lo que encapsulaban esas horas dedicadas a las labores”, como explica Ana Garriga.

Como colofón, la exposición establece un diálogo entre pasado y presente. Junto a piezas históricas, como la mencionada Santa Filomena, se exhibe la Magdalena Penitente de la artista contemporánea Lucía Amor, acompañada además por el registro visual del proceso de bordado realizado por Helena Luzón. En una yuxtaposición que revela la evolución de los procesos textiles, y subraya su continuidad como forma de expresión artística.