Jóvenes, autónomos, en familia y de la misma región: un perfil del migrante chino en España

Los sociólogos Amelia Sáiz y Joaquín Beltrán publican ‘Allá donde llegan las olas’, un estudio sobre esta comunidad asiática que ha evolucionado desde los últimos años y que ahora se encuentra inmersa en una guerra arancelaria

China confía su victoria comercial a la debacle bursátil y al rechazo universal a los aranceles ‘trumpistas’

En China aseguran que el país está inmerso en la “guerra del jersey”. Así se refieren en redes sociales a la guerra arancelaria entre China y Estados Unidos debido a la similitud fonética entre ambos términos: 毛衣战 (máoyī zhàn) y “贸易战 (màoyì zhàn). De esta manera es como le quitan hierro a un asunto que acapara las portadas de todos los medios del mundo. También los de España. 

La tensa relación entre ambos gigantes está tensando también la economía de otras zonas, que intentan suavizar la situación para evitar un colapso de la estabilidad global. En esa clave fue la visita del presidente Pedro Sánchez a la capital china el pasado 10 de abril, que marcó un primer acercamiento europeo hacia el gigante asiático, a quien el mismo Sánchez describió como un socio de la UE.

Esta aproximación no es de extrañar, puesto que España es el segundo país de la Unión Europea con más ciudadanos chinos, según datos de Eurostat de 2024, solo superado por Italia. El Instituto Nacional de Estadística (INE) cifra la población china en España en 223.999 personas, siendo la sexta nacionalidad extranjera más común en el país. Por ello, incluso el mismo Xi Jinping afirmó durante el encuentro con Sánchez que cuanto más turbulenta la situación internacional, más importantes van a ser las relaciones sino-españolas.

Los vínculos entre ambos países son estrechos, no solo por el puente establecido con la migración, sino que también hay lazos económicos. Por poner sólo un ejemplo, China es el principal importador de carne de cerdo española, siendo el negocio porcino el responsable del 1,4% del PIB. 

Dentro de esto, China se ha convertido también en uno de los principales receptores del jamón ibérico. Tanto ha crecido su consumo que el gigante excluyó los embutidos de la guerra arancelaria que ya se dio el pasado año, cuando el país asiático respondió con subidas de aranceles al gravamen del 21% que la UE impuso a los coches chinos. 

Lo más curioso es que el 80% de ese jamón se lleva a la provincia de Qingtian que es, a su vez, la región de la que procede la gran mayoría de personas que migran desde China hacia España. Ahora bien, a pesar de venir prácticamente en su totalidad de la misma región, se trata de una comunidad que “no solo es numerosa, sino también muy heterogénea, ya que las razones de la migración van cambiando con el tiempo”, tal como asegura la socióloga Amelia Sáiz, coautora del libro Allá donde llegan las olas. La población china en España (Catarata, 2025), junto a Joaquín Beltrán.

Antes la inserción laboral mayoritariamente era a través de la restauración y negocios familiares, pero después se diversificó y comenzó a venir gente cualificada, profesionales y estudiantes internacionales

Amelia Sáiz
Socióloga

Los autores cuentan que, durante el siglo XX, los principales migrantes provenían de la región de Qingtian y estaban especialmente vinculados a los buhoneros, vendedores ambulantes que iban de pueblo en pueblo y que abandonaban su país en busca de una mayor calidad de vida. En cambio, con el nuevo milenio y tras las políticas de reforma en China de los años 80, empezó a cambiar el perfil de las personas que migraban.  

“Si antes la inserción laboral de las personas que venían de Qingtian mayoritariamente era a través de la restauración y negocios familiares, después se diversificó y comenzó a venir gente cualificada, profesionales y estudiantes internacionales”, cuenta Sáiz, en entrevista con elDiario.es. 

Ahora bien, estos cambios de perfil aún no son notables: en 2021 el 94,7% de la población china en España todavía seguía trabajando en el ámbito de los servicios, según datos de la Seguridad Social. Pero a diferencia de otros colectivos extranjeros, la mitad son es autónomos y tienen su propio negocio. 

“Su proyecto migratorio es montar una pequeña empresa familiar, a través de la cual emigra toda la familia”, recalca Sáiz. “Entienden que esa es la vía para conseguir mantener a su familia de una manera adecuada y experimentar, ya sea ellos o su descendencia, un ascenso social”.


Amelia Saiz, autora del libro ‘Olas’, sobre la comunidad china en España

Negocios, prejuicios y Confucio

“¿Cómo es posible que tengan tanto dinero para alquilar o comprar un local tan grande y donde casi nunca hay nadie?”. Esa es una de las preguntas basadas en estereotipos que, según los autores de Allá donde llegan las olas, más se repiten entre españoles cuando se habla de los negocios de la comunidad china.

Ambos siguen y apuntan que las respuestas más comunes son que “seguro blanquean dinero”, “no pagan impuestos”, “abren los negocios más horas de las permitidas” o “son competencia desleal”. Todas ellas se basan en prejuicios que tanto Sáiz como Beltrán quieren desafiar a través de su riguroso estudio, fruto de años de trabajo con la comunidad.

Sáiz explica que la mayoría de migrantes, sobre todo los de las primeras oleadas, ya disponían de capital económico antes de emigrar y pudieron establecerse y rápidamente emprender. Pero luego, muchos prefirieron ahorrar una vez en España y empezaron como asalariadas en negocios de otros compatriotas para juntar dinero hasta conseguir abrir su propio negocio. 

“Quienes deben acumular capital siempre lo hacen dentro del nicho étnico, que funciona como una especie de enclave económico que no está fijado necesariamente en un territorio concreto, pero sí en un tipo de actividad. En este caso la restauración y el comercio”, añade la socióloga.

Pero, ¿por qué se decantaron por los restaurantes? Según Saíz esta decisión se basa en la idea de “no competir” con la economía local. La socióloga asegura que dentro de los valores de la cultura confuciana de la que proceden, es muy importante no molestar al anfitrión, es decir, actuar como invitados en el país donde migran. 

Los primeros migrantes tenían muy presente que eran diferentes y pensaban que no debían molestar demasiado a la sociedad española

Amelia Sáiz
Socióloga

Aunque estas actitudes se han ido diluyendo en las generaciones más jóvenes, la inicial afinidad por la restauración y en especial por los restaurantes de comida china viene de esa premisa, ya que ofrecían un servicio nuevo, pero no competían con la gastronomía local.

Los primeros migrantes, en ser pioneros en llegar a España, no contaban con referentes de su comunidad ni oportunidad de crear redes entre ellos, así que “tenían muy presente que eran diferentes y pensaban que no debían molestar demasiado a la sociedad española”, asevera Sáiz. Ahora bien, “los hijos y las hijas que han crecido aquí y se han socializado aquí ya no lo ven así”, añade.

Identidades transnacionales

Los autores de Allá donde llegan las olas insisten en que cada persona es diferente y ha tenido una experiencia migratoria distinta. Sobre todo cuando se trata de las generaciones más jóvenes o de aquellas que ya han nacido aquí. Es muy diferente, sostienen, la vivencia de quienes hablan desde pequeñas tanto el dialecto regional como el pǔtōnghuà (chino mandarín estándar), de la de quienes han crecido con el castellano y catalán y han querido ya de adultos aprender mandarín. 

“Es cuando son más mayores que empiezan a buscar y reflexionar sobre la identidad y consideran alimentar su parte china a través de la lengua”, explica Sáiz. Ahora bien, advierte que hay mucha gente que “no siente la necesidad de hablar chino o aprenderlo para sentir su identidad completa”.

Con esto, Sáiz llama a cambiar la forma de pensar respecto a cómo deben ser las personas de origen chino. “No debemos categorizar ni establecer quién es más chino o menos. Hay que ser abiertos para que cada uno pueda hacer su camino, reducir la presión y el sufrimiento que suponen los estigmas y los estereotipos. Y eso es un reto, no solo para ellos, sino para la sociedad: debemos evitar clasificar, categorizar o crear modelos ideales”.

Hace años que pesan muchos prejuicios sobre la comunidad china, pero el fenómeno del Covid los incrementó a niveles nunca antes vistos. Ese repunte del racismo despertó a las generaciones más jóvenes, que adoptaron la misión de denunciar las discriminaciones a través del activismo cultural. 

Ese fue el caso, por ejemplo, del artista Chenta Tsai, más conocido por su pseudónimo “putochinomaricon”, quien desfiló en la Fashion Week de febrero de 2020 con la reivindicación de “no soy un virus” escrita en el pecho. También destacan otras iniciativas como la de la Compañía de Performance Cangrejo Pro, formada únicamente por mujeres jóvenes de origen chino; la fotógrafa Lucia Sun con proyectos como Techo de Bambú, o el colectivo barcelonés de personas de procedencia asiática Catàrsia que usa el artivismo para educar en la transformación social.

Las acciones de estos jóvenes no solo han hecho mella en la sociedad española, sino también en la misma comunidad china. “Cuando la gente más joven denuncia públicamente el racismo, a los mayores les influye tanto que han comenzado a ver de otro modo su trayectoria. Empiezan a entender que han sufrido discriminación y racismo”, sostiene Sáiz.

Se trata de un descubrimiento doloroso, ya que la experiencia migratoria supone que la identidad de alguien está dividida entre el país de origen y el de acogida. Este binomio beneficia a las personas, pero también a los lugares, tal y como asegura la socióloga. 

Un ejemplo está en Qingtian, la región a la que va el jamón y de la que vienen la mayoría de migrantes. Era inicialmente una zona rural no muy rica, pero se acabó beneficiando del éxodo de sus habitantes. Gracias a él, según explica Sáiz, ha llegado la modernización a Qingtian, cuyas ciudades se han transformado de la mano de “la presencia europea, que es constante. Igual que aquí, en nuestro paisaje urbano, donde también hay referencias y muestras de la cultura china. Es una interacción cotidiana de los dos mundos”.

“El espacio aquí y allí es simultáneo”, explica la profesora. “Están contribuyendo y participando en estos dos lugares con los que también tienen un vínculo emocional”. Es por eso que todos los migrantes tienen la vista puesta en la economía de ambos lugares y en la situación a nivel global. 

Y en el caso de la población china esta preocupación se incrementa en el marco de la actual guerra arancelaria con Estados Unidos y la bajada del yuan a mínimos que no se apreciaban desde 2023. Tal como advierte Sáiz, todavía es pronto para saber las consecuencias que esta situación traerá a la población china migrada en España, cuyos negocios sufrirán igual que los de los locales. Pero falta saber si este nuevo escenario global acabará cambiando sus hábitos de consumo o, incluso, el flujo y las tendencias migratorias.