Francisco González rescata del olvido decenas de testimonios que novela en su último libro. Es nieto de uno de los ‘fusilados de San Lorenzo’. Su tío fue asesinado cuando era un bebé y su abuelo por parte de madre también fue detenido y perseguido. Su familia vivió el estigma de ser víctima del franquismo
Se cumplen 88 años del fusilamiento de los ‘cinco de San Lorenzo’, símbolo de la resistencia antifascista en Gran Canaria
“Imaginar lo que sintió Diego durante la Navidad del 36 en Tamaraceite, cuando la Brigada del Amanecer accedió en tromba a la humilde casita con una sola habitación de la carretera general, para, en un registro, destrozarle la cabeza contra la pared a su hermano pequeño, Braulio González, de tan solo cuatro meses, se me hace casi imposible”. Así empieza uno de los relatos recogidos en el libro Los barrancos del silencio, donde Francisco González, nieto de represaliados del franquismo, narra la brutalidad de la represión en Gran Canaria, donde meses antes del golpe de Estado se elaboraron listas negras para acabar con toda aquella persona que no pensara igual.
González, que lleva más de 30 años recopilando testimonios de víctimas, explica que el título de este libro evoca el camino que realizaban los hombres que, después de ser torturados en centros de represión, como la comisaría del terror en Luis Antúnez, en la capital de la isla, subían el barranco con las manos atadas en la espalda hasta la Sima de Jinámar, el tubo volcánico donde eran arrojadas estas personas. Los barrancos simbolizan esos lugares de tortura y el silencio hace referencia al “olvido intensificado durante ya más de ochenta años y que parece que no ha pasado nada”, explica el autor. De hecho, aunque en Canarias no hubo conflicto armado se desató “una represión de una crueldad desmesurada, que superaba con creces la lógica de la violencia política”.
Canarias tiene numerosos puntos que son símbolo de esa brutal represión, como los pozos de Arucas y Tenoya o la Fosa Común de Vegueta, donde eran arrojadas las víctimas del franquismo después de ser torturadas. También los campos de concentración de La Isleta y de Gando. Francisco González hace un recorrido por ellos, contando cómo las personas que estaban en esas listas negras eran sacadas de sus casas en plena noche y la violencia a la que eran sometidos sus familiares. Las mujeres ocupan gran parte del protagonismo de esta obra donde se describe el miedo que pasaban, lo difícil que era salir adelante cuando quedaban viudas o la violencia sexual a la que eran sometidas.
Infografía de ‘Los barrancos del silencio’ con los puntos de represión en la isla.
“La condena a mi abuela materna, Frasquita, última funcionaria del ayuntamiento comunista de San Lorenzo de Tamaraceite y esposa de un represaliado por la dictadura, fue su nuevo destino en 1937 como limpiadora de la sede de Falange en lo que es actualmente la casa del cura de la Parroquia de San Antonio Abad”, cuenta en el libro, donde también subraya que su otra abuela, Lola, sufrió por el fusilamiento de su marido y cómo se enteró de su muerte cuando llegaba de lavar la ropa. Los falangistas, además de haber matado a su hijo pequeño, llevaron a un orfanato a sus otros dos pequeños, Diego y Francisco.
Su marido, Francisco González, era uno de los cinco de San Lorenzo, encerrados en el campo de concentración de La Isleta y después fusilados tras un juicio sumarísimo. Este sindicalista fue arrojado a la fosa común de Vegueta, y el padre del autor, Diego, falleció sin poder recuperar sus restos mortales. En sus últimos días de vida, pese a que estaba afectado por una demencia, recordaba la tragedia que sacudió a su familia y en especial a su hermano Braulio, asesinado cuando era un bebé en el registro que se hizo en su casa para buscar a padre. Fue ese asesinato lo que hizo que Francisco, que estaba escondido, se entregara.
Pero no solo son historias de su familia las que relata. También aparece Manuel Santana Trujillo, que “se había adaptado, tras casi dos años de encierro en un espacio reducido, a tener que arrastrarse por el habitáculo de dos por cuatro metros y a poder ponerse en cuclillas para hacer sus necesidades en una palangana de metal en un agujero del fondo” o Ramiro el ovejero, que fue asesinado y trasladado en el llamado “camión de la carne”, que iba “dejando un reguero de sangre que atravesaba toda la ciudad, desde el lugar de exterminio hasta las fosas comunes del cementerio de Las Palmas”. También menciona que “la ceguera de Carlos no fue excusa para que la Brigada del Amanecer lo detuviera en la casa familiar, en La Mayordomía de Tamaraceite, y que dos falangistas lo subieran al camión ”a golpes“. ”Aunque no viera nada, sentía el aire de los puñetazos y patadas antes de impactar sobre su frágil cuerpo“.
Guagua con esvástica en el parque del Hotel Taoro en Puerto de la Cruz. 1937.Imagen incorporada en el libro ‘Los barrancos del silencio’.
“Se dirigió hacia la puerta de la choza y, cuando todavía no había salido, los dos hombres comenzaron a violarla de forma salvaje. Fuera, a menos de cien metros, las mujeres recogían los tomates y los metían en cestas de palma; miraban de reojo porque se escuchaban los alaridos de dolor de Lucía”. Es el relato sobre otra de las protagonistas de este libro en el que se narra la violencia sexual que sufrían las viudas de represaliados y que trabajaban en empleos precarios como en las tomateras.
El estigma en una familia de represaliados
“¿Cómo pudieron resistir estos seres queridos, encontrar el amor y la felicidad en medio de tanta sangre derramada por Franco y sus secuaces?”, es una de las preguntas que se hace el autor en el libro, ya que asegura que en su familia recibió mucho amor pese al trauma que arrastran de generación en generación. Francisco González remarca que no puede perdonar en un país donde además no ha habido reparación real para las víctimas. Explica que en muchas familias ha imperado el miedo, pero también ha echado en falta canales para que la gente se pueda expresar. Además, “los herederos de los genocidas”, afirma, están ocupando cargos en la política. “No ha habido un proceso de justicia y reparación, ni a nivel psicológico ni a nivel político todavía”, insiste el autor, que añade que el Estado es quien debería liderar la reparación y las exhumaciones de víctimas, y no ser estas las que estén todo el tiempo luchando por ello.
La abuela Frasquita, José, Javier y Lola, la madre de Francisco González Tejera. Imagen del libro ‘Los barrancos del silencio’.
Francisco González nació en los años 60 y pese a que la dictadura ya estaba en sus últimos años, aún recuerda cuando un día fue ilusionado de camino al cine con su abuelo paterno, Juan Tejera Pérez, que había sido condenado a pena de muerte por ser comunista, pero su pena fue conmutada por doce años de prisión. Aquel día “dos hombres con sombrero y gabardina se nos acercaron con malas caras y gesto de odio, pidiéndole la identificación. En el preciso instante que metía la mano en el bolsillo del pantalón con intención de sacarla, uno de los sicarios me agarró por la muñeca con violencia y el otro golpeó a mi abuelo en la cara con la culata de un revólver”.
“La represión no fue solo asesinato, fue tortura ritualizada, un sadismo institucionalizado, una maquinaria de sufrimiento que convirtió a Gran Canaria en uno de los escenarios más oscuros de la barbarie fascista en España. La saña con que se aplicó responde también al deseo de enviar un mensaje claro: nadie que pensara diferente estaba a salvo; no solo buscaban destruir los cuerpos, pretendían destruir conciencias, borrar memorias y sembrar el miedo como herencia generacional”, describe Francisco González en este libro.
Para el autor es clave sacar a la luz estos testimonios en un momento de avance de la ultraderecha en el mundo y de discursos que niegan la atrocidad del franquismo. En ello coincide Ana García D’Atri, editora en El Mono Libre, que está especializada en memoria histórica. “Yo creo que es urgente que pongamos el nombre de Franco en su lugar, los franquistas en su lugar y la iglesia en su lugar”. De hecho, el libro finaliza con la fotografía de una monja besando a Franco, lo que da una idea del papel de la iglesia.
Diego y Lola, padres del autor, junto a la fosa común del Cementerio de Vegueta, Las Palmas de Gran Canaria.
Ana García D’Atri destaca que en la Península hay poco conocimiento de lo que ocurrió durante el franquismo en Canarias. “Nosotros habíamos detectado a Francisco González Tejera hace unos tres años y llevábamos siguiendo todo lo que había publicado. Y nos parece que en la Península no se conoce cómo fue la barbarie franquista”, resume. La editora destaca que el autor además de ser familiar de represaliados había accedido a testimonios de víctimas del franquismo. “La editorial busca testimonios de primera mano, es decir, gente que haya podido hablar con supervivientes de la guerra y del franquismo, de las represalias del franquismo. Gente que haya podido hablar con las víctimas y que lo sepa trasladar”, apunta.
A la derecha, Lola Tejera, madre del autor junto a sus hermanos durante el encarcelamiento de su padre. Y a la izquierda, el Campo de concentración de Gando. Imágenes del libro ‘Los barrancos del silencio’.
El libro Los barrancos del silencio lleva un prólogo de Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. “La recuperación de la memoria es fundamentalmente una conversación en la que toman la palabra quienes nunca subieron a una tribuna o accedieron a un juzgado para testificar contra los perpetradores de todo su sufrimiento. Tenemos que conocer sus vidas para saber que hay otros caminos, otras rutas con las que entretejer el destino de una sociedad más justa, más libre, como la que ellos estaban construyendo y defendieron, en la que sus voces, en la que estas voces nunca habrían corrido el riesgo de caer en el olvido”, destaca.
Francisco González empezará pronto a presentar su libro tanto en la Península como en Canarias. El miércoles 11 de junio en Sin Tarima Libros, en Madrid, a las 19.00 horas. En Las Palmas de Gran Canaria será el jueves 19 en el Museo Castillo de Mata a la misma hora y el viernes 20 en La Laguna, en la librería El Refugio, a las 19.00 horas.
Sima de Jinámar, el tubo volcánico al que eran arrojados represaliados del franquismo.
Francisco González Tejera, autor del libro ‘Los barrancos del silencio’.