Donde aún manda la naturaleza: escapadas para ver osos, lobos, linces y quebrantahuesos

Escapadas por Somiedo, la Sierra de la Culebra, Ordesa, Doñana o Andújar para disfrutar de la naturaleza en estado puro. Rutas, paisajes y consejos para observar fauna salvaje respetando su entorno

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En España todavía hay rincones donde la naturaleza impone sus normas. Lugares donde, si uno va con calma y sabe por dónde moverse, puede llegar a ver un oso entre los robles, seguir el rastro de un lobo al amanecer, ser sobrevolado por un quebrantahuesos o cruzarse con la silueta escurridiza de un lince entre encinas y matorrales. No es fácil, claro. No se trata de un zoo al aire libre ni de un espectáculo garantizado. Pero ahí está la gracia: en formar parte del paisaje sin romperlo, en mirar sin molestar y en dejarse sorprender por la fauna ibérica salvaje.

Repartidos por diferentes puntos de la geografía española encontrarás áreas especialmente propicias para admirar estas especies, por lo que quizá pueda ser un buen plan para sumergirte en la naturaleza. No ya solo por la emoción de ver animales salvajes, sino también porque estos territorios guardan mucho más: rutas preciosas, pueblos tranquilos y una sensación constante de estar en un lugar que sigue siendo auténtico. 

Verás que, para salir en la búsqueda de estas cuatro especies, en cada uno de sus entornos encontrarás empresas autorizadas que organizan rutas y visitas que, además de facilitarte una experiencia más completa y guiada, te ayudarán a hacer las cosas bien. Por lo que si te estás planteando este tipo de escapada, aquí tienes algunos de los mejores destinos para ver fauna salvaje en libertad en la península. Hay más, pero estos son los mejores puntos de partida.

Somiedo: tras las huellas del oso pardo

Si hay un lugar en España donde hablar del oso no suena a leyenda, ese es Somiedo. Este parque natural asturiano, que también es Reserva de la Biosfera, lleva años siendo un ejemplo de cómo la conservación puede ir de la mano del turismo respetuoso. No es casualidad que cada vez haya más avistamientos: los osos están ahí, se mueven a sus anchas y, con algo de suerte y paciencia, se dejan ver desde algunos miradores señalizados.


Un oso pardo en Somiedo.

Las mejores épocas suelen ser la primavera, cuando las hembras salen con sus crías, y el otoño, cuando se afanan en comer para prepararse para el invierno. Las rutas hacia los Lagos de Saliencia o el Valle del Lago son ideales, no solo por el entorno, que es espectacular, sino porque pasan por zonas donde es más probable toparse con huellas, excrementos o incluso el animal en movimiento. Conviene madrugar, llevar prismáticos y tomarse las cosas con calma. Y si no hay suerte, al menos el paseo habrá merecido la pena.

Además del oso, Somiedo tiene mucho que ofrecer: brañas tradicionales, bosques espesos y pueblos como Pola de Somiedo o Villarín, que ya merecerían una visita por sí solos. Y además se come bien, que también cuenta. Ir a Somiedo no es solo intentar ver un oso. Es pasar unos días en un sitio que parece moverse a otro ritmo.

Sierra de la Culebra: el territorio del lobo

El lobo ibérico no es fácil de ver. Es esquivo, inteligente y desconfiado. Pero si hay un sitio en España donde las posibilidades aumentan notablemente, ese es la Sierra de la Culebra, al noroeste de Zamora. Este territorio salvaje, con grandes extensiones de matorral y una densidad de población humana muy baja, se ha convertido en un referente para los amantes del lobo.


Lobos ibéricos en Zamora.

Aquí no se trata solo de buscar al animal. La experiencia completa suele incluir madrugar para apostarse en una ladera con vistas despejadas, repasar con el telescopio cada rincón del paisaje y, con suerte, ver cómo cruza un claro algún ejemplar solitario o en grupo. Si no, uno puede entretenerse con ciervos, jabalíes y corzos, que también abundan. Los atardeceres, en silencio y con los prismáticos en mano, te hacen ser parte del entorno.

Desde pueblos como Villardeciervos o Robledo, donde está el Centro del Lobo Ibérico, se pueden hacer rutas y esperas en puntos habituales de observación. Es importante no improvisar, hay normas que respetar y espacios que hay que conocer para no interferir en la vida del animal. Pero cuando todo encaja, ver un lobo en libertad es una experiencia que se queda grabada para siempre.

Doñana y Andújar: en busca del lince ibérico

El lince ibérico ha pasado de estar al borde de la desaparición a protagonizar una de las historias de conservación más esperanzadoras de Europa. Hoy, ver uno en libertad sigue siendo difícil, pero no imposible. Y hay dos lugares donde esa posibilidad se convierte en algo más que una utopía: el Parque Nacional de Doñana y el Parque Natural de la Sierra de Andújar.


Un lince en Doñana.

En Doñana, los mejores puntos están cerca del Centro de Visitantes El Acebuche. El sendero “Huerto y Pajas” es un clásico. Hay que reservar con antelación y tener claro que se trata de una zona de observación, no de paseo. A cambio, te metes de lleno en uno de los ecosistemas más valiosos de Europa, donde se mezclan pinares, marismas y matorral mediterráneo. El lince se mueve al amanecer y al anochecer, y todo el entorno invita a tomarse el día con calma.

Andújar es otra historia. Aquí se sube un poco más el nivel de aventura. Hay varios puntos recomendados, como la carretera del Jándula, el Encinarejo o el sendero del Jabalí por ejemplo, donde se puede esperar en silencio, prismáticos en mano, a que aparezca esa silueta moteada. No hay que hacerse ilusiones, pero sí confiar en que la paciencia, la experiencia acumulada de quienes ya han ido y el respeto por el entorno den sus frutos. A veces, el premio es una visión fugaz. Otras, simplemente la experiencia de saber que estamos en uno de los principales refugios del gran gato ibérico.

Ordesa: quebrantahuesos sobre las cumbres

En el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido es fácil sentirse pequeño. Solo con mirar alrededor ya es suficiente: valles encajados entre paredes de piedra, bosques húmedos, cascadas y rutas que atraviesan paisajes que parecen sacados de una postal. Pero si además levantas la vista y te fijas bien, es posible que veas planear a uno de los señores del aire: el quebrantahuesos.


Un quebrantahuesos en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

Este buitre enorme, con alas que pueden alcanzar los tres metros, vuelve a surcar los cielos del Pirineo aragonés tras haber estado al borde de la extinción. Y Ordesa es uno de los lugares donde hay más opciones de verlo. Rutas como la que va desde la Pradera de Ordesa hasta la Cola de Caballo, o los caminos que recorren Añisclo y Escuaín, ofrecen puntos ideales para pararse, sacar los prismáticos y mirar el cielo.

No hace falta ser experto, pero sí es necesario llevar estudiada su silueta o una guía de identificación. Eso, y estar atento, buscar un buen sitio y tener un poco de paciencia. El quebrantahuesos es un ave majestuosa y verla deslizarse por el aire con esa calma impone. Si no aparece, tampoco pasa nada. Solo por recorrer esos senderos ya habrá valido la pena. Y si quieres saber más sobre él, siempre tienes el Eco Museo y Centro de Visitantes de la Fauna Pirenaica, en Aínsa, donde a través de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos podrás conocerlo al detalle, además de hacer una visita a un comedero de aves necrófagas por donde de vez en cuando se deja ver.

Buenas prácticas: ver sin molestar

Ver animales salvajes en libertad es un privilegio. Y como tal, exige responsabilidad. El Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente ha publicado una serie de buenas prácticas para la observación del ojo, el lobo y el lince en España que conviene tener muy en cuenta si vas a hacer este tipo de viajes. No solo para no perjudicar a las especies, sino para evitar situaciones peligrosas o molestas para el entorno. 


Observación de fauna respetando la distancia mínima.

Lo básico: mantener siempre la distancia, no hacer ruidos, no intentar atraer a los animales ni mucho menos perseguirlos. Jamás alimentarlos. Tampoco se debe invadir fincas privadas ni salirse de los caminos señalizados. Los puntos de observación deben ser discretos y, si es posible, estar habilitados por la administración. Y algo clave: moverse en grupos pequeños y contar con profesionales del lugar siempre que se pueda. Ellos conocen el terreno, saben cómo comportarse y, además, suelen aportar mucho más valor a la experiencia.

También es importante no compartir en redes sociales el lugar exacto donde se ha visto un animal. Aunque parezca una tontería, esa información puede acabar siendo perjudicial para la especie. Al final, todo se resume en esto: si vas al campo a ver animales, sé parte del entorno, no un problema para él. Porque lo bonito no es solo ver un oso o un lince. Lo bonito es saber que están ahí y que seguirán estándolo si hacemos las cosas bien.