Un proyecto pionero, ‘No mares’, aglutina a mujeres que han elegido no ser madres a pesar de los estigmas sociales y de las recelosas miradas de quienes consideran la maternidad como único horizonte vital. «Siempre hay un punto de cuestionamiento en torno a por qué tú has optado por esta opción»
Las mujeres que rompieron moldes en el siglo XIX: sin patrón, alfabetizadas y dueñas de su fecundidad
“Mucha gente continúa diciéndote que ser madre es tu gran don y tu gran obligación para la sociedad. Tu gran momento de realización personal. Si no tienes hijos, te dicen que eres egoísta, que no eres suficientemente mujer o inmadura porque eres incapaz de asumir ciertas responsabilidades”, cuenta Mar, de 47 años, quien desde joven decidió que la maternidad no entraba en sus planes. No fue una elección fácil. Durante siglos, la figura de la mujer ha estado estrechamente vinculada a la maternidad. La imagen de la madre abnegada ha sido exaltada en la religión, la literatura, la política y la cultura popular. En cambio, aquellas que deciden no tener hijos se enfrentan con frecuencia a un abanico de prejuicios que va desde la compasión condescendiente hasta la abierta hostilidad.
Sobre ello reflexionan las integrantes de un proyecto pionero en Balears, No mares (No madres), que pretende aglutinar a mujeres que han elegido no ser madres a pesar de los estigmas sociales y de las recelosas miradas de quienes consideran la maternidad como único horizonte vital. La autora de la iniciativa, Llucia Bauzà, explica que durante cuatro años su pareja y ella intentaron ser padres y, tras una “inmersión total” en ello durante la cual sufrió varios abortos, dijo “hasta aquí”. “No fue una renuncia, sino una liberación”, relata.
A partir de ese momento, Bauzá comenzó a buscar referentes entre mujeres que, a partir de distintas circunstancias, habían elegido el camino de la no maternidad. Y surgió la iniciativa de No mares, para la cual entrevistó a un total de diez mujeres de entre 26 y 87 años que no han tenido hijos con el objetivo de visibilizar sus historias: “Son toda una serie de vivencias, experiencias y procesos que de otra forma no habríamos podido contar porque no te atreves, y porque muchas veces detectas que quien te está escuchando no quiere saber”, explica. Junto a Bauzà, dos de ellas se dan cita con elDiario.es para contar sus experiencias.
“Hay muchas ganas de compartir y escuchar”
Desde que Llucia puso en marcha la iniciativa, asegura que muchas mujeres han comenzado a ponerse en contacto con ella. Otras le escriben para decirle que la emoción que sintieron el día en que, el pasado 12 de mayo, se presentó la exposición que dio inicio al proyecto. “Hubo algo, mucha emoción y muchas ganas de compartir y escuchar”.
Y pasa a relatar su historia y cómo, la última vez que en la clínica de fertilidad a la que acudió le dijeron que no estaba embarazada, decidió no regresar. “Decidí que se había acabado. A partir de ahí, comencé a hacerme muchas preguntas. Me preguntaba si realmente el deseo de la maternidad me había llevado a estar cuatro años gastándome un montón de dinero, si realmente yo quería ser madre, claro, y me es muy difícil responder. Yo tenía 35 años y pensaba: ‘Solo tenemos una vida, tendré que probarlo’ [ser madre]. Casi desde un punto muy infantil. Supongo que no fui capaz de plantearme seriamente si realmente quería o no tener hijos, pero cuando entras en ese proceso, no quieres deshacer el camino y se convierte en una obsesión, porque en ese momento crees que el leitmotiv de tu vida es el de ser madre”.
Me preguntaba si realmente el deseo de la maternidad me había llevado a estar cuatro años gastándome un montón de dinero [en la clínica de fertilidad], si realmente yo quería ser madre. Yo tenía 35 años y pensaba: ‘Solo tenemos una vida, tendré que probarlo’ [ser madre]
Llucia Bauzà, autora del proyecto ‘No mares’
La autora del proyecto reflexiona: “¿Cuántos casos conocemos de gente que ha querido tener hijos y no ha podido? Muy pocos. Y las clínicas no te hablan de esto. No te comentan: ‘Oye, en cada transferencia de 7.000 euros tienes un 15% de posibilidades de que te quedes embarazada. Pero sí te dicen que si te haces uno de sus tratamientos las posibilidades aumentan al 60%. Y todo esto pagando a fondo perdido”.
Por su parte, Cati Servera comenta que nunca se ha planteado seriamente la maternidad. “Sí he tenido la oportunidad, pero elegí abortar y ha sido como un proceso natural. Nunca ha nacido en mí ese deseo, quizás porque otros temas han ocupado tanto espacio que prefieres dedicarles a ellos tu energía. No ha sido tampoco consciente. Es una decisión que se ha ido dando y estoy conciliada con eso. Y llevo así 42 años, así que no parece que la cosa vaya a cambiar”, comenta.
Cati Servera: «Nunca ha nacido en mí el deseo de ser madre, quizás porque otros temas han ocupado tanto espacio que prefieres dedicarles a ellos tu energía»
Mar Rayó tiene 48 años y asegura que nunca ha pasado por ningún embarazo ni ha tenido ningún aborto: “La vida me ha ido llevando por circunstancias diversas”, cuenta. En su caso, señala que su no maternidad se debe a que en el momento en que quizás se lo hubiera podido plantear, “vivía unas circunstancias económicas y laborales” que la llevaron a no plantearse ser madre. Mar valora, además, la valentía de Llucia “en el camino que ha hecho, porque muchas veces se habla de lo valientes que son las personas al tener hijos hoy en día, pero no se habla de la valentía que es necesaria para gestionar la no maternidad, sobre todo cuando es una cosa que alguien desea mucho”.
Prejuicios y cuestionamientos
En su opinión, compartida por Llucia y Cati, supone “hacer un trabajo consciente sobre el duelo que supone aceptar la no maternidad y poder vivir con tranquilidad esa realidad diferente de la que a lo mejor una se había planteado cuando era más joven. Y eso nos conduce también a la cuestión de los prejuicios”. “Siempre hay un punto de cuestionamiento en torno a por qué tú has optado por esta opción, cuando en realidad a veces no tú lo has decidido, sino que la vida o las circunstancias concretas te han llevado a no tener hijos, algunas de ellas incluso muy dolorosas”, abunda, sin dejar de lado a las mujeres que también “son interpeladas sobre si tienen hijos, sobre por qué no tienen más y de qué forma los crían”.
Mar Rayó: «Siempre hay un punto de cuestionamiento en torno a por qué tú has optado por no ser madre»
“Es un tratamiento muy paternalista y muy patriarcal”, comentan las tres integrantes de No Mares. Y es que ser mujer sin ser madre aún genera sospechas. Se cuestionan sus prioridades, su feminidad, su sentido de la responsabilidad e incluso su capacidad de querer. En muchos casos, se da por hecho que cambiarán de opinión, que su rechazo a la maternidad es fruto de una etapa pasajera. La sociedad no contempla fácilmente que una mujer pueda tomar esta decisión de forma libre, reflexiva y definitiva.
La filósofa francesa Élisabeth Badinter ya lo señaló en su libro La mujer y la madre (1980), donde analiza cómo la idealización de la maternidad ha servido históricamente para someter a las mujeres. Badinter denuncia la presión que reciben para encontrar en la crianza su máxima expresión de identidad. Asimismo, autoras como la estadounidense Rebecca Solnit han abordado estas cuestiones desde el feminismo contemporáneo. En ensayos como Los hombres me explican cosas (2014), Solnit explora cómo las estructuras de poder siguen decidiendo por las mujeres qué es deseable, qué es valioso y qué es aceptable, como la maternidad.
La filósofa francesa Élisabeth Badinter señaló la problemática en su libro La mujer y la madre (1980), donde analiza cómo la idealización de la maternidad ha servido históricamente para someter a las mujeres
También Lena Dunham, en sus textos personales y entrevistas, ha dado visibilidad al dolor físico y emocional que puede acompañar la imposibilidad de ser madre, especialmente en un entorno que no ofrece narrativas alternativas de plenitud femenina. La escritora española Brigitte Vasallo ha reflexionado sobre los vínculos afectivos no reproductivos como formas válidas de construir comunidad y sentido. Y la estadounidense Orna Donath, socióloga y autora de Madres arrepentidas, profundizó en los años setenta en los tabúes que rodean a la no maternidad, mostrando que incluso algunas madres se han sentido atrapadas por una elección que no era libre.
El papel del entorno: “Muchos abuelos están esclavizados”
Además de que una mujer pueda decidir no tener hijos, las tres no mares lamentan que el sistema “no favorece” tenerlos y conciliar la vida laboral. “Por eso tenemos a muchos abuelos totalmente esclavizados que deben ocuparse de sus nietos. Pero también, y es muy duro decirlo, hay una parte de comodidad: ‘Yo tengo hijos porque ya me los cuidarán los abuelos’. En esto también hay que hacer una reflexión. Esos abuelos ya se han sacrificado lo que tenían que sacrificarse y muchos deberían plantearse que igual lo mejor sería no tener hijos por no disponer de las condiciones para ello”, añade Cati.
Tenemos a muchos abuelos totalmente esclavizados que deben ocuparse de sus nietos. Pero también, y es muy duro decirlo, hay una parte de comodidad: ‘Yo tengo hijos porque ya me los cuidarán los abuelos’. En esto también hay que hacer una reflexión. Esos abuelos ya se han sacrificado lo que tenían que sacrificarse y muchos deberían plantearse que igual lo mejor sería no tener hijos por no disponer de las condiciones para ello
Las protagonistas del proyecto inciden en que “el entorno no ayuda a vivir de una manera apacible o así, sino que muchas veces estamos luchando, sobreviviendo y haciendo mil esfuerzos y, al final, por desgracia, suele recaer todo en las mujeres, lo que suele implicar toda una serie de renuncias”. Cati considera que, en ocasiones, hay “cierta ingenuidad a la hora de decidir ser padres, porque cuando ya eres una mujer más madura hay cosas que ya te planteas y sale a brote la parte oscura de la maternidad: ¿cómo es y qué implica para mí, como persona o como profesional? ¿Y como pareja? Son cosas que quizás no te planteas cuando eres más joven”.
Critican, además, el relato que aún perdura, que vincula mujer y maternidad y que se refuerza, sobre todo, en las conversaciones cotidianas, y la presión que aún recae sobre quienes no quieren ser madres y las preguntas que se les hacen: “No sabes por qué esa persona no ha tenido hijos y no tiene por qué explicártelo. Porque igual hay una historia dura detrás, ¿no?”. Por ello, apelan a abrir espacio a otras historias. Historias de mujeres que no han sido madres y no lo lamentan. De mujeres que han querido serlo y no han podido, y han aprendido a vivir sin esa experiencia sin sentirse rotas. De mujeres que cultivan relaciones significativas, proyectos vitales, cuidados elegidos y formas de trascendencia que no pasan por la reproducción biológica. Las de historias de Llucia, Cati y Mar, como las de tantas otras mujeres, se enmarcan en un cambio de paradigma más amplio. Solo así, con relatos diversos y sin culpa, se puede construir una sociedad que respete todas las formas de ser mujer.