Si la universidad más antigua de EEUU dobla la rodilla, se abre la puerta al autoritarismo y la democracia se desvanece, advierten los expertos
La ofensiva de Trump contra jueces, migrantes, universidades y la libertad de expresión amenaza el Estado de derecho en EEUU
Con birretes y togas de color carmesí, miles de estudiantes se reunieron con sus sonrientes familias para celebrar el centenario ritual de la graduación. Pero este año fue diferente.
Alan Garber, rector de la Universidad de Harvard, recibió una gran ovación y dio la bienvenida a los graduados “de toda la calle, de todo el país y de todo el mundo”, arrancando aplausos por las últimas palabras: “De todo el mundo, como debe ser”.
Fue un guiño, sutil pero firme, a los estudiantes internacionales que forman parte de la base de Harvard, pero que ahora son objetivo de Donald Trump: su Administración pretende revocar la capacidad de Harvard para matricular a estudiantes del extranjero. Es solo un frente en una escalada de la batalla entre un presidente estadounidense con ambiciones autoritarias y la universidad más antigua, rica y prestigiosa del país.
Desde que asumió el cargo hace más de cuatro meses, Trump ha utilizado el poder ejecutivo para apuntar al Congreso, los bufetes de abogados, las organizaciones de medios de comunicación, las instituciones culturales y las principales universidades. Algunas han resistido, pero muchas han capitulado. En Harvard, el hombre que instó a sus partidarios a “luchar, luchar y luchar” se enfrenta a un enemigo resistente como ninguno al que se haya enfrentado antes.
Su emergencia como baluarte de la oposición a Trump fue resumida por la antigua estrella del baloncesto Kareem Abdul-Jabbar, uno de los oradores de la graduación: “Después de ver a tantos multimillonarios acobardados, magnates de los medios de comunicación, bufetes de abogados, políticos y otras universidades doblar la rodilla ante una administración que está despojando sistemáticamente a la Constitución de Estados Unidos, es inspirador para mí ver a la Universidad de Harvard tomar una posición a favor de la libertad.”
Harvard se fundó en Cambridge, Massachusetts, en 1636, siglo y medio antes que la propia nación. Entre sus antiguos alumnos figuran los expresidentes John F. Kennedy y Barack Obama, las juezas del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsburg y Elena Kagan, los empresarios tecnológicos Bill Gates y Mark Zuckerberg, los actores Matt Damon y Natalie Portman y la escritora Margaret Atwood.
Ahora está en el punto de mira de Trump. La Administración afirma que sus medidas pretenden abordar problemas como el antisemitismo en los campus, la discriminación —especialmente contra personas blancas, asiáticas, hombres y heterosexuales—, la influencia extranjera de China y la ideología percibida como “woke” o “izquierdista” en el mundo académico.
La administración lanzó su ofensiva en abril, enviando una carta a Harvard en la que le exigía que introdujera cambios de gran calado en su funcionamiento. La lista incluía auditorías externas de los puntos de vista del campus, la consecución de la “diversidad de puntos de vista” determinada por el gobierno y la posibilidad de poner fin a determinados programas.
Garber rechazó públicamente las demandas, afirmando que equivalían a ceder el control de la universidad al Gobierno y que eran un ataque inconstitucional a la libertad académica.
En cuestión de horas, la administración Trump anunció que iba a congelar más de 2.000 millones de dólares en contratos y subvenciones federales con Harvard, que en su mayoría financian la investigación científica y médica. Desde entonces, la cifra ha aumentado hasta un total de 3.000 millones de dólares. Harvard está luchando contra los recortes de financiación en los tribunales.
En mayo, Trump apretó aún más las tuercas. Afirmó que estaba considerando la posibilidad de retirar las subvenciones concedidas anteriormente para la investigación científica y de ingeniería y destinarlas a las escuelas de comercio. La Casa Blanca instó a las agencias federales a cancelar los contratos pendientes con Harvard, por un valor estimado de 100 millones de dólares.
La administración también anunció que revocaría la capacidad de Harvard para matricular a estudiantes internacionales y obligaría a los actuales estudiantes extranjeros a trasladarse a otras escuelas o perder su condición de inmigrantes legales. En una escalofriante declaración, Kristi Noem, Secretaria de Seguridad Nacional, dijo: “Que esto sirva de advertencia a todas las universidades e instituciones académicas del país”.
Más de una cuarta parte de los estudiantes de Harvard proceden de fuera de Estados Unidos y constituyen una fuente de ingresos vital en la universidad de la Ivy League. Los críticos advirtieron que las acciones de Trump representarían un espectacular gol en propia meta, alejando a los mejores talentos del mundo de EEUU y llevándolos a los brazos de sus competidores.
Michael McFaul, exembajador estadounidense en Rusia, escribió en Substack: “Si las políticas de Trump contra los estudiantes extranjeros hubieran estado en vigor hace décadas, el graduado de Oxford Elon Musk habría construido Tesla en el Reino Unido, el exalumno de la Universidad de Tsinghua Jensen Huang habría construido Nvidia en la República Popular China o Taiwán, y el graduado de la Universidad Estatal de Moscú Sergei Brin habría construido Google en Rusia.”
Harvard demandó a la administración y obtuvo un bloqueo de emergencia de la medida. Esta semana, una juez dijo que prorrogaría la orden mientras las dos partes siguen discutiendo en los tribunales.
Trump también está utilizando el sistema fiscal como garrote. La mayoría de las universidades, incluida Harvard, están exentas del impuesto federal sobre la renta porque se consideran organizaciones benéficas gestionadas exclusivamente con fines educativos públicos. La Administración amenaza ahora el estatus de exención fiscal de Harvard, que según los expertos ahorra a la universidad cientos de millones de dólares cada año.
El enorme proyecto de ley de gastos de Trump presentado al Congreso aumentaría drásticamente los impuestos que Harvard y otras escuelas de élite pagan por los beneficios que generan sus enormes inversiones en dotaciones. Los críticos dicen que eso debilitaría la capacidad de Harvard y otras escuelas ricas para ofrecer generosos paquetes de ayuda financiera a los estudiantes más pobres.
Los motivos y la lucha de clases
¿Cuáles son los motivos de la Casa Blanca? Algunos observadores detectan la mano de JD Vance y del jefe de gabinete adjunto, Stephen Miller. En 2022, Vance declaró a la revista Vanity Fair: “Tiendo a pensar que debemos apoderarnos de las instituciones de la izquierda y volverlas contra la izquierda. Necesitamos algo así como un programa de desbaazificación, un programa de deswokeficación”.
El pasado jueves, Miller dijo a Fox News: “Harvard ha participado durante décadas en una discriminación odiosa, ilegal y basada en la raza contra los ciudadanos estadounidenses … La filosofía del Partido Demócrata ahora mismo es para los extranjeros, todo; para los estadounidenses, nada”.
Jason Johnson, politólogo de la Universidad Estatal Morgan de Baltimore (Maryland), afirmó: “Su objetivo es intimidar y acabar con las instituciones de enseñanza superior en Estados Unidos, porque es de ahí de donde va a venir la mayor parte de la resistencia a sus tendencias autoritarias”.
“Piensan que si podemos llevar a Harvard a la bancarrota, si podemos avergonzar a Harvard, si podemos poner a Harvard en una posición de debilidad o al menos hacer que doble la rodilla, entonces todas las demás instituciones de Estados Unidos les seguirán. Por eso están haciendo esto”.
Johnson advirtió: “Trump no se va a encontrar con su rival porque tiene todos los recursos del Gobierno federal a su disposición. Independientemente de lo que haga Harvard, habrá otras universidades que simplemente vean el ataque y cumplan de antemano y eso en última instancia seguiría siendo una victoria para la administración Trump”.
Otros comentaristas detectan un elemento de guerra de clases. Trump ganó las elecciones el pasado noviembre con una base formada en gran parte por hombres blancos sin estudios universitarios. Ahora está avivando la hostilidad hacia las torres de marfil de la universidad más elitista de Estados Unidos.
Brendan Boyle, un representante demócrata que se graduó en Harvard en 2005, dijo: “Parte de la habilidad política de Trump es descubrir cómo retratarse a sí mismo como el héroe populista de este trabajador aunque sea un multimillonario que mea en retretes de oro”.
“Golpear a Harvard probablemente le ayudará entre algunos de sus seguidores, pero creo que la mayoría de los estadounidenses reconocen esto como lo que es: un intento de absorción de la educación superior por parte del Gobierno. Eso es algo que debería preocuparnos a todos”.
La arremetida contra Harvard es típica de una administración que, en sus primeras semanas, trató de abrumar a sus oponentes con golpes de efecto. La Universidad de Columbia hizo amplias concesiones, con la esperanza de recuperar 400 millones de dólares de subvenciones federales retiradas.
Pero la importante dotación de 53.000 millones de dólares de Harvard proporciona a la universidad una mayor capacidad para soportar presiones y participar en batallas legales en comparación con instituciones menos dotadas. Se ha negado a plegarse a las exigencias de Trump. En su lugar, ha desafiado las acciones de la administración en los tribunales y ha logrado algunas victorias temporales.
Boyle, que habló con Garber de Harvard recientemente, dijo: “Le expresé personalmente lo orgulloso que estoy de ver que Harvard da la cara y no se echa atrás en esta lucha de la forma en que, desgraciadamente, algunas otras universidades se habían echado atrás. Al plantar cara a esta administración, Harvard está librando una batalla no sólo por el futuro de Harvard, sino por el futuro de la enseñanza superior estadounidense”.
A la pregunta de si confiaba en que Harvard ganaría, Boyle respondió: “Harvard ha existido durante cientos de años antes de Donald Trump y seguirá existiendo durante cientos de años después de Donald Trump”.
Trump lleva mucho tiempo considerándose un luchador. Durante su carrera empresarial libró batallas legales. Se ha peleado con famosos como Rosie O’Donnell, Taylor Swift y Bruce Springsteen. Ha arremetido contra medios de comunicación como la CNN y el New York Times. En el terreno político, se enfrentó a toda la clase dirigente del Partido Republicano y ganó. También ha librado agrias campañas contra demócratas como Hillary Clinton, Joe Biden y Kamala Harris.
Pero tanto el primer como el segundo mandato presidencial de Trump han chocado con un poder judicial robusto que considera inconstitucionales muchas de sus medidas. Esta semana, un tribunal federal le impidió imponer aranceles generalizados a las importaciones en virtud de una ley de poderes de emergencia. Un día después, un tribunal de apelación le concedió una prórroga temporal, pero su política económica sigue en entredicho.
Los académicos de Harvard confían en que el imperio de la ley prevalezca en su propio caso. Laurence Tribe, profesor emérito de Derecho Constitucional, dijo: “Creo que vamos a ganar la batalla en los tribunales. Se trata de casos sencillos”.
“De hecho, en los tribunales federales en el mes de mayo hubo un montón de batallas que involucraron a Trump contra varias personas e instituciones, ¿y sabes cuál fue su balance? Perdió el 96%. El porcentaje que perdió no no varió en función de qué presidente nombró al juez, porque se trata de cuestiones legales fáciles”.
Mantenerse firme es crucial, cree Tribe, porque Trump está intentando acabar con las universidades una a una, igual que hizo con los bufetes de abogados. Está en juego una postura contra el autoritarismo y la esperanza de que el coraje sea contagioso.
“Si no pueden controlar la universidad, quieren disolverla porque el primer pensamiento de un tirano es suprimir el poder de la razón y la ciudadela de la libertad”, dijo Tribe. “Eso es la universidad. Ha sido así desde la Edad Media. Harvard tiene un significado emblemático que hace que se le pegue a Donald Trump. Su lema ‘veritas’ debe irritarle sobremanera porque la verdad es su enemiga”.