Las grandes hazañas de Encarnación Cabré, la primera arqueóloga de España que todavía espera su reconocimiento

La pionera siguió los pasos de su padres, Juan Cabré, y llegó a convertirse en una eminencia internacional que todavía no ha obtenido su merecido reconocimiento a nivel social

La España vaciada rescata del olvido el nombre de Encarnación Cabré, la primera arqueóloga de España

Nació en 1911 en Madrid y murió hace apenas dos décadas. Fue la primera arqueóloga de España, referencia a nivel internacional y, sin embargo, todavía desconocida. Encarnación Cabré siempre siguió los pasos de su padre Juan, quien se convirtió en el primer director del Museo Cerralbo. Una placa en ese museo recuerda a padre e hija desde hace unas semanas. Porque aunque Encarnación, especializada en la segunda Edad el Hierro en la meseta, llegó a ser considerada toda una eminencia a nivel mundial, el reconocimiento social todavía se le resiste.

Sin explicación, el Museo Arqueológico Nacional no ha respetado el dictamen aprobado por unanimidad en 2019 en el Congreso de los Diputados mediante el que le instaban a llamar con su nombre al jardín histórico del Museo.

Isabel Baquedano es considerada la biógrafa oficial de Encarnación Cabré y así relata sus inicios: “Ella siempre lo decía, que su pasión por la arqueología venía de su padre, así que continuó con esa vocación familiar”. Desde su infancia había estado ligada a la investigación de campo, ya que tanto ella como su hermano, diez años menor, se pasaban los veranos acompañando las excavaciones en cualquier pueblo perdido de Teruel, Soria o Ávila, ejemplifica la también jefa del Área de Protección del Patrimonio de la Comunidad de Madrid.

La precocidad de Encarnación le hizo llegar a ser ayudante de su padre incluso antes de terminar el instituto. “No solo llegó a ser una de las mayores expertas en arqueología, sino que fue pionera en el uso de la fotografía para documentar los trabajos, y era una especialista también en el dibujo y en restauración de materiales arqueológicos”, abunda Baquedano.

Su educación antes de la Guerra

Su currículo no pudo esperar a la titulación universitaria. En 1927 y con apenas 17 años, un año antes de empezar a estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Central, actual Universidad Complutense de Madrid (UCM), Encarnación ya colaboraba con su padre en el castro de Las Cogotas, en Ávila. En 1929 asistió al IV Congreso Internacional de Arqueología Clásica celebrado en Barcelona, coincidiendo con la Exposición Internacional. Al año siguiente participó en el XV Congreso Internacional de Arqueología y Antropología Prehistórica, celebrado en Portugal. “Llamaba mucho la atención la forma en la que Encarnación, una mujer joven, se desenvolvía en un mundo todavía restringido a los hombres”, añade Baquedano.

Empezó su doctorado en 1932 y la internacionalización llegó en 1934, cuando obtuvo una beca de la Junta Superior de Ampliación de Estudios para realizar cursos de Prehistoria y Etnografía en las Universidades de Berlín y Hamburgo. “Y llegó a formar parte del Crucero Universitario por el Mediterráneo que organizó la UCM en 1933”, apunta la biógrafa. La docencia universitaria comenzó en 1932 como profesora de Historia del Arte y de Arte Griego y Romano, dice Baquedano, y en los años posteriores una vorágine de conferencias, artículos e investigaciones protagonizaron el devenir de Encarnación.

Salvadora del patrimonio

A partir de julio de 1936 con el estallido de la Guerra Civil, Encarnación y su familia tomaron partido en la salvación de los tesoros del actual Museo Cerralbo. La misma empresa repitieron en el Museo de Antropología y del Museo Arqueológico Nacional (MAN). “Cuando el marqués de Cerralbo muere en 1922, lega a su padre la casa-museo. Hay que imaginar a Encarnación con unos 11 años correteando entre las colecciones arqueológicas del marqués”, comenta la biógrafa. Al finalizar la guerra en 1939, su padre fue destituido como director del Museo.

Entre las grandes obras que Encarnación legó para la posteridad, ocho hijos mediante, está la publicación de las excavaciones realizadas en la Necrópolis de La Osera (Chamartín de la Sierra, Ávila). “Se trata de una obra referente en la arqueología no solo celta sino ibérica. La investigación fue citada infinitamente después”, describe Baquedano.

Sin embargo, esa no fue la única especialización que experimentó la arqueóloga. “Estudió a fondo las fíbulas, unas piezas que se utilizaban antiguamente para unir las prendas de un vestido. Serió todos los tipos que existían, y también se centró en el armamento celta. Estos trabajos todavía no han sido superados a día de hoy”, recalca la jefa del Área de Protección del Patrimonio de la Comunidad de Madrid.


Excavando uno de los túmulos de la necrópolis de la Osera (1932).

Un afán por el conocimiento

La figura de Encarnación Cabré ha llegado hasta nuestros días por el empeño de la familia, siempre concienciada sobre la importancia de compartir y socializar el conocimiento. Han donado la colección de placas fotográficas de ella y su padre, más de 8.000, al Instituto de Patrimonio Histórico, y al Museo de Zaragoza los materiales documentales y algunas piezas de las excavaciones de Azaila. A ello se suma la donación de más de 5.000 libros de arqueología y arte al Museo Juan Cabré. “Es evidente que no solo tenían una postura intelectual, sino que se han ocupado mucho y bien de que los demás podamos seguirles estudiando”, comenta Baquedano.

La biógrafa de Encarnación no ceja en su empeño de “sacar a la luz que estas mujeres existieron, pero la historia ha opacado”, tal y como ella describe su labor. Ahora que se aproxima el centenario de la Generación del 27, espera que nombres como el de la pionera arqueóloga ocupen el lugar que merecen.

La arqueóloga Alicia Torija también considera que Encarnación no ha recibido la suficiente atención: “No estamos hablando de una pionera en España, sino una pionera a nivel mundial”. La también diputada de Más Madrid en la asamblea regional recalca los orígenes humildes de Encarnación. “Ella no era de clase media. Sus padres procedían de la clase obrera, pero una serie de circunstancias le permitieron formarse como si fuera de clase media. Logró llegar a la universidad en uno de esos logros que se dieron los años previos a la República y que tanto tiempo después habría que esperar para volver a producirse”, desarrolla.


Dibujo cuaderno de campo de La Osera (año 1933).

A la espera de que el MAN respete el acuerdo

Torija menciona la placa recién descubierta por el Museo Cerralbo este 26 de mayo, en la que se homenajea a Encarnación y a su padre como primer director del Museo. Sin embargo, todavía nada se sabe del acuerdo unánime del Congreso de los Diputados de 2019 mediante el que instaban al MAN a llamar a su patio histórico con el nombre de Encarnación Cabré. “Yo estaba allí y he hecho un seguimiento de lo ocurrido después. Me he encontrado respuesta de lo más variopintas, desde que estaban trabajando en ello hasta que eso de que Encarnación fue la primera arqueóloga de España habría que investigarlo”, se queja Torija.

Le sigue Baquedano, quien tampoco se explica por qué el MAN hace caso omiso de un “dictamen que sale de la soberanía popular, que es el Congreso de los Diputados”. elDiario.es no ha conseguido respuesta por parte del MAN sobre este asunto.

Torija critica lo que este Museo realizó el pasado 8 de marzo, cuando nombró “Jardín de las Arqueólogas” lo que debería haber sido “Jardín Encarnación Cabré”, y también descubrieron un monolito dedicado a estas profesionales. “A mí esto me parece incomprensible. Es un acto de justicia para ella misma, para su trabajo, y una referencia para que la gente sepa quién fue Encarnación Cabré”, finaliza Baquedano.