Una de las claves de la serie británica es el desconocimiento de los entornos de los jóvenes sobre la llamada manosfera, el conjunto de comunidades de Internet antifeministas que dan consejos sobre «cómo ser hombres» y que no ha dejado de crecer en los últimos años
No, José Luis, no eres Marco Aurelio: cómo la manosfera retuerce figuras históricas para venderlas como ideales
Adolescencia se ha convertido en un fenómeno del que todo el mundo habla. 96,7 millones de personas han visto la serie en Netflix, cuya premisa inicial –a sus 13 años, Jamie es acusado de asesinar a su compañera Katie– se convierte en un recurso para adentrarse en las nuevas generaciones. La producción británica ahonda en la radicalización masculina en redes sociales y en cómo la llamada manosfera capta a los chavales jóvenes, pero es, sobre todo, un espejo del mundo adulto que les rodea. La serie retrata el clima que hace posible que estos discursos machistas y ultraliberales que reciben online calen y deja una idea clave sobre la mesa: en general, los adultos desconocen los códigos propios de, al menos, una parte de la juventud.
En la serie es, de hecho, el hijo de uno de los policías que investiga el asesinato el que le explica a su padre algunas de las teorías que circulan por la manosfera. Entre ellas, la filosofía de la píldora roja o red pill, basada en la película Matrix, que hace referencia a un supuesto despertar de los hombres frente al feminismo. También la regla 80/20, según la cual el 80% de las mujeres solo se siente atraída por el 20% de los hombres, por lo que todos deberán “competir” por ser parte de este último grupo, una idea que suele conducir a culpar a las mujeres de la frustración sexual o relacional masculina.
La brecha entre los adultos y los jóvenes que retrata la serie no es exclusiva de la ficción. “Hay una distancia enorme del espacio educativo y familiar con la juventud”, esgrime Iván Gombel, doctor en estudios de género que imparte talleres a familias y alumnado. En las recientes sesiones con adultos ha corroborado esta impresión: “En general no saben lo que es la manosfera. Están muy sensibilizados con el miedo a las redes sociales y el uso de pantallas, pero además de saber que sus hijos están muy enganchados no tienen tanta información sobre qué ven, qué sienten ante ello o qué les mueve a verlo”.
Hombres “de alto valor”
La realidad es que hay chicos jóvenes que han encontrado en la llamada manosfera (procedente del inglés man –hombre– y sphere) un discurso que les atrae. Este término en auge en los últimos años se refiere al conjunto de comunidades de hombres en Internet asociadas políticamente a la extrema derecha que propagan mensajes sobre cómo ser hombres y cómo “ligar” con mujeres. Se mueven en diferentes plataformas como YouTube y TikTok y en diversos formatos (directos, vídeos, podcast) y son “más heterogéneos de lo que pueda parecer”, apunta la socióloga Elisa García-Mingo.
Y es que lo habitual es que sus mensajes se adapten a los contextos. García-Mingo, experta en este tipo de contenidos, explica que en España “no son tan comunes” las subculturas incel que menciona Adolescencia y que engloban a hombres que se autoidentifican como incapaces de mantener relaciones sexuales con mujeres, a las que dirigen constantes mensajes de odio. “Hay ideas que surgen entre los incel que sí han calado, pero aquí el modelo más extendido es el de la construcción del ‘hombre-proyecto’ basado en la concepción del éxito social y económico”.
Es lo que estos influencers de la masculinidad llaman ser “un hombre de alto valor”, un concepto que se propaga una y otra vez en los vídeos que suben a las redes, en los que dan consejos sobre cómo alcanzar ese supuesto ideal. El discurso parte de ideas ultraliberales y de estereotipos de género tradicionales: un “hombre de gran valor” –o “del 1%”, como también se denominan– debe ser fuerte, mostrarse invulnerable y siempre seguro, no dejarse llevar por las emociones, tener éxito y dinero, perfeccionar su aspecto físico, ser deseable para las mujeres –para otros hombres ni se nombra– y recuperar el rol de proveedor.
Uno de los capítulos de Adolescencia nombra a Andrew Tate como uno de los referentes de la manosfera, un hombre que ha sido acusado de tráfico de personas y agresión sexual. En España, Amadeo Llados fue un pionero de este discurso, pero un paseo virtual sirve para constatar que no son pocos los perfiles que a día de hoy difunden estos mensajes.
“Si hay algo por lo que la energía masculina se caracteriza es por la seguridad, la estabilidad y el liderazgo”, dice en uno de sus vídeos Joel Acevedo, que tiene casi 100.000 seguidores en Instagram. “Todo hombre que se vuelve emocional e inestable está en su polaridad femenina”, prosigue para después censurar a los que “hoy en día están sensibles, llorando por todo”. “¿Tú te crees que ese es un hombre capaz de ser el líder en la relación? […] Lo que desean las mujeres es un hombre dominante, líder, con iniciativa y que sea protector”. “La depresión no existe, es la excusa que te utiliza un hombre hoy en día para no trabajar su vida”, dice Jan Jiménez en un vídeo de TikTok, donde tiene 450.000 seguidores, en el que anima a los hombres a “tener confianza” con imágenes de billetes, coches lujosos, gimnasios y mujeres.
Dioni García, con casi medio millón de seguidores, asegura que “el secreto” para ligar “de forma pasiva” y “no ir detrás de las mujeres” es “volverse una persona responsable, potenciar la imagen y hacerse más atractivo”. En otro de sus vídeos, aparecen imágenes de un chico pintándose las uñas y usando un bolso. “No eres un hombre, eres un niño. Suerte en la vida”, zanja. El influencer da consejos en abierto, pero también anuncia la posibilidad de unirse a su “comunidad privada de hombres” en la que promete “transformar vidas” en 90 días. También un curso intensivo individual de cuatro semanas por 697 euros o “mentorías” de una hora por 197.
Guardianas y guerreros
Los mensajes también dibujan un supuesto ideal de cómo deberían ser las mujeres que apuntala los mandatos de género, fundamentalmente respecto a su vida sexual. La premisa es que si una mujer ha tenido “muchas” parejas sexuales, no es deseable. En los hombres, es al contrario. “Las mujeres promiscuas pierden valor en el mercado sexual” es el título de uno de los vídeos en los que Jota Vallenilla, de Red Pill Podcast –que alcanza los 400.000 seguidores en YouTube–, debate con otros invitados al podcast.
A lo largo de la conversación asegura ante tres mujeres que le dan la razón y una más que no está de acuerdo que ellas son “las guardianas del sexo” y los hombres “los guerreros” y “conquistadores”: “Una guardiana que se deja asaltar el castillo por 50 soldados es una mierda de guardiana, un conquistador que asalta 50 castillos es una leyenda”, compara convencido. También ofrece a sus seguidores un “club red pill 3.0” por 15 euros al mes.
El influencer presenta como ideal una sociedad estereotipada y basada en la división sexual. “Generalmente, cuando una mujer trae más dinero al hogar le suele perder el respeto al hombre”, dice. “Cuando sois vosotros los que fregáis los platitos, preparáis la comidita y cambiáis los pañales al nene mientras la mujer trae dinero a casa, va a llegar otro hombre más jabalí que tú y te va a quitar a tu mujer”, desarrolla. Otra de sus hipótesis es que “las mujeres tradicionales tienen muchísimo más valor” porque a día de hoy la mayoría de mujeres “no han respetado su sexualidad”, por lo tanto, las primeras “son más difíciles de encontrar”.
Capitalizar el malestar
Uno de los rasgos principales de la manosfera es su posición marcadamente antifeminista. Sus mensajes suelen presentar a los hombres como perjudicados por el avance de los derechos de las mujeres, a las que dibujan como supuestas “privilegiadas” mientras que ellos, sin embargo, se perciben como víctimas. Una idea que ha acabado calando en parte de la población y piensan un 60% de los hombres, según una reciente encuesta de Ipsos. El negacionismo de la violencia machista o la criminalización de las personas migrantes vertebran este tipo de espacios con discursos que replican los que enarbolan los grupos y partidos de extrema derecha.
Iván Gombel observa en sus talleres con jóvenes cómo estos sectores “buscan capitalizar los malestares masculinos” y “juegan con la autoestima” de los chavales, a los que “les engancha que se les da un objetivo claro y sin fisuras al que culpar”. Una investigación reciente del European Policy Center estima que no es solo el antifeminismo lo que les radicaliza, sino también la precariedad económica. “Sin embargo, hay estudios que apuntan a cómo estos malestares no se resuelven dentro de la manosfera, es más, se amplifican”, señala el experto. García-Mingo apunta en la misma dirección: “Son mensajes muy individualistas y muchas veces construyen promesas falsas que en un principio dan sensación de cierto alivio, pero pueden ser fuente de mucha frustración”.
En este sentido, el cocreador de Adolescencia, Jack Thorne, ha explicado que él mismo cuando era joven podría haberse visto atraído por estas ideas. “Dan sentido al aislamiento, a esa sensación interior de no soy atractivo, no puedo participar en conversaciones o ser la persona que quiero ser y voy a estar solo para siempre”, ha asegurado. La serie perfila parte de ese universo interior de Jaime y pone el foco en el entorno que le rodea. “La pregunta relevante que debemos hacernos es por qué estos discursos tienen éxito y cuáles son las fallas en las estructuras de socialización (familia, centro educativo…) que hacen que estas ideas germinen?”, cuestiona Gombel.
García-Mingo, por su parte, lamenta “lo ajenos que hemos estado” los adultos ante lo que está ocurriendo en las redes sociales. “En general, en las charlas sobre la manosfera que doy a profesionales de servicios sociales, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado e incluso profesorado me doy cuenta de que muchos acaban diciendo que no sabían nada. Hemos tenido la sensación de que los hijos están seguros en casa y luego nos hemos dejado llevar por el tecnopánico y el discurso del peligro del porno obviando otros focos, pero las respuestas son integrales”. Gombel da una primera idea a progenitores preocupados: “Dialogar con los adolescentes, interesarnos por qué es lo que consumen, preguntarles, hablar, acerarnos a ellos”.