Santi Morales y Marta Martínez, sociólogos especializados en infancia y adolescencia, han hecho una investigación sobre adultocentrismo en la que niños, niñas y adolescentes son protagonistas. Ellos hablan y explican cómo se ven respecto a los adultos
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“A las chicas, chicos y chiques que, desde muy dispares latitudes geográficas, nos convidaron sus saberes y experiencias”. Así empieza la dedicatoria que Santi Morales y Marta Martínez han elegido para abrir su libro Adultocentrismo. ¿Qué piensan chicos y chicas? (Octaedro, 2025). A partir de ahí, esta obra ofrece un ejercicio práctico “antiadultista” en el que el autor y la autora ceden el altavoz a infancias y adolescencias para que expliquen en primera persona cómo perciben la diferencia estructural determinada por la edad, y para que se dirijan directamente a las personas adultas con consejos para relacionarnos mejor.
“Los adultos ven desde su punto de vista y no desde el de los niños y niñas”, explica una chica de 12 años nacida en Huelva. “Para mí el adultocentrismo es que lxs adultxs crean que son superiores o que tienen la razón en todo solo por ser mayores”, asegura otra de origen argentino.
Esta definición tan completa la aporta una chica de 18 años de Bogotá, Colombia: “La dominación del mundo adulto hacia el mundo infantil y juvenil es una práctica social arraigada en distintas épocas, sociedades y culturas, que ha ido transmutando y tomando distintas versiones, pero el razonamiento de fondo es el mismo. El adulto es el modelo referencial, el que posee la verdad absoluta, el que nunca se equivoca, el proveedor y dueño del espacio doméstico y el que posee el control de los cuerpos de los niños, niñas y adolescentes”, argumenta.
Si lo tienen tan claro y son los protagonistas de esta discriminación, ¿por qué nunca les escuchamos? “Eso es lo que se preguntan ellas y ellos, y eso es lo que nos demandan”, explica uno de los autores de la investigación, Santi Morales. Y continúa: “Cuando les preguntamos qué consejos nos darían a las personas adultas para mejorar las relaciones intergeneracionales, nos piden que escuchemos más y juzguemos menos, que escuchemos con atención y paciencia, abiertos a nuevos aprendizajes. Como dijo una chica que respondió al cuestionario, ‘la edad no siempre define tu sabiduría”, explica.
Cuando les preguntamos qué consejos nos darían a las personas adultas para mejorar las relaciones intergeneracionales, nos piden que escuchemos más y juzguemos menos
La ‘perspectiva niña’
El libro parte de la realización de 170 entrevistas online a niños, niñas, adolescentes y jóvenes en España y América Latina. Marta Martínez es coautora y resume así el enfoque metodológico: “Partimos de la base de que además de ser sujetos de derecho también pueden ser sujetos de investigación. En los estudios sobre las vidas de las niñeces que apuestan por un enfoque de derechos humanos, aunque lo pareciera, no hay un único posicionamiento. En los últimos años está entrando con fuerza lo que se conoce como estudios críticos donde no sólo las chicas y chicos son escuchados y participan en una investigación. Además de una dimensión diagnóstica, se necesita un componente emancipador, una apuesta política, y reconocer la interseccionalidad”, asegura Martínez, que aparte de investigadora es profesora y consultora en España y América Latina.
A la hora de definir el concepto “adultocentrismo” o “adultismo”, los autores prefieren de nuevo ceder la palabra a quienes protagonizan la investigación. “Para mí se refiere al carácter estructural de la dominación política, social, económica, cultural y moral que ejercemos las personas adultas sobre las niñas, niños, niñes y jóvenes. Pero la definición intergeneracional que publicamos en este libro es con creces superadora”, asegura Santi Morales. Marta Martínez ahonda en esa idea: “Queríamos visibilizar un sistema de opresión basado en la edad que, pese a su omnipresencia, sigue siendo bastante invisible. Y queríamos hacerlo desde una perspectiva antiadultista, incorporando las subjetividades de niñas, niños, niñes y adolescentes para enriquecer los conocimientos existentes acerca del adultocentrismo y sus formas de expresión”, cuenta Martínez.
El libro dedica también un apartado amplio a recoger algunas de las recomendaciones o consejos que lanzan los protagonistas a las personas adultas que lo lean. “Charlarlo todo, no dar por sentado lo que sabemos o lo que no sabemos”, propone una niña argentina de seis años. Un adolescente mexicano pone el acento en el entendimiento intergeneracional: “Que comprendan la situación que tenemos los adolescentes”, reclama. Una joven veinteañera de Madrid añade: “Que no crean que saben todo lo que pensamos solo porque ellos fueron jóvenes, porque cada uno tiene una manera de pensar y unas vivencias propias que les hacen actuar de una manera o de otra”, recomienda.
Que no crean que saben todo lo que pensamos solo porque ellos fueron jóvenes, porque cada uno tiene una manera de pensar y unas vivencias propias que les hacen actuar de una manera o de otra
En un apéndice final, se enumeran algunas de las propuestas para embarcarse en lo que ellos denominan la “aventura antiadultista”: descolonizar la mirada, establecer diálogos intergeneracionales, poner en valor la ternura, ceder el protagonismo a los más jóvenes y aplicar la “perspectiva niña”, “reinventando el modo en que nuestras sociedades definen lo infantil”.
De ahí la importancia de resignificar el concepto “infantil” en su acepción peyorativa: “Se suele utilizar como un desprecio, como insulto o como argumento de irracionalidad. Pero la realidad nos demuestra que la inmadurez no es patrimonio de las niñas y niños”, explica Marta Martínez. Tomando estas medidas –y algunas más–, se podría empezar a superar un modelo desigual. “No podemos seguir teniendo sociedades que excluyen a una buena parte de su población de la mayoría de las decisiones que afectan a sus vidas”, concluyen los autores.