Los medios de derechas la están gozando porque hacen ver que la boutade del voto a los 16 años es cosa del malvado gobierno de Sánchez cuando es evidente que es cosa de una pequeña parte que está necesitada de la mayor visibilidad en este momento de zozobra y desunión
A los diecisiete años el futuro es algo estrictamente teórico.
La chistera de Sumar volvió a funcionar el martes. No se conoce el motivo de que fuera precisamente el martes Santo cuando lo hizo pero de ella se sacó la bonita liebre del voto a los 16 años. Tal vez ello explique la elección del martes, conocido litúrgicamente como Martes de Controversia, porque controversia ha provocado incluso en el seno del gobierno tan sorpresivo anuncio que, según todas las fuentes, no cuenta para nada con el respaldo de la parte mayoritaria y socialista. El martes de controversia Cristo discutió con las autoridades y los ancianos del templo, que cuestionaban su papel como predicador, y acabó acuñando la famosa frase de “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Dejo a su libre interpretación quien es quién y a quién le entrega lo suyo Sira Rego con esta propuesta.
El tema de rebajar la edad de voto a los 16 años es tan controvertido, tan poco claro, que sólo podría llevarse a cabo con una amplísima mayoría transversal en la cámara. En primer lugar, porque para cambiar las reglas del juego a mitad del partido hace falta que todos o casi todos los jugadores estén de acuerdo. Ahora mismo sabemos quién apoyaría la medida además de los partidos a la izquierda del PSOE, sí, lo saben, Vox, que daría palmas con las orejas si se aceptara la moción. Otro motivo más para la inoportunidad de la propuesta de Sira Rego, aunque insisto que para mí no es la única ni más importante. Es una cuestión de principios democráticos la que lastra cualquier reforma electoral que se lleve a cabo a estas alturas y es que, tras tantos años de demoscopia, es perfectamente posible saber a quién beneficiaría y a quién no. Por eso cambiar la edad de voto, las circunscripciones o la ley D’Hondt se convierte en una aventura perfectamente abortable por los sectores perjudicados en cada caso. Y en este caso, el del voto a los 16, y en este momento, es evidente que la izquierda saldría perjudicada. ¿A qué juega Sumar? Que ellos lo expliquen.
Respecto al hecho en sí, a pesar de las grandes ventajas que le ve la ministra Rego y su partido, personalmente no solo no me convence sino que, en todo caso, la elevaría a los 21. No sé si me equivoco al percibir que nunca la adolescencia había durado tanto ni se había dilatado tanto el momento en el que asumir responsabilidad. Nunca la universidad había parecido tanto un kindergarden. Ya digo, a lo mejor me equivoco, ustedes que lidian con adolescentes lo dirán. O mejor, no lo digan, porque otra de las cosas que uno puede temerse en que sean los padres los que a esa edad decidan qué se mete en esa papeleta filial. No sería la primera vez que se hace o se intenta incluso con dieciocho.
Dicen los de Sumar que a esa edad ya trabajan, ya pueden decidir que se operan y que ya es momento de que puedan también votar. Lo que no dicen es todo lo que no pueden hacer: no pueden pedir préstamos ni vender propiedades, no pueden trabajar de noche ni hacer horas extras, no pueden conducir vehículos, no pueden casarse si no es con permiso paterno, no pueden tener licencia de armas, no pueden comprar alcohol y, desde luego, aunque tienen responsabilidad penal no es la misma que la de los adultos. Entiendo que si quieren conceder carta de ciudadanía a los adolescentes de dieciséis estarán pensando en levantar todas estas prohibiciones porque no se entiende cómo puede haber ciudadanos a medias que decidan sobre la conducción, el divorcio, las condiciones laborales o bancarias o el Código Penal sin que este les afecte como al resto. Eso por no hablar de la elegibilidad. El que vota puede ser votado, es decir, puede ser candidato y resultar electo. ¿Están pensando en que tengamos diputados de dieciséis años? ¿Están proyectando una especie de votante de segunda que puede apoyar opciones pero no ser mismo parte de ellas?
Ya no les voy a hablar de lo que opinan muchos catedráticos de Neurociencia o Antropología de universidades como la Complutense o la Pompeu Fabra: el no rotundo que expresan tiene que ver con las condiciones de evolución cerebral que se dan a estas edades. “Es un cerebro muy inmaduro para tomar decisiones que tengan una repercusión importante”, añaden. Los literatos lo resumen diciendo que para un adolescente el futuro se dibuja a dos horas vista y no mucho más allá. No parece que con esa perspectiva, sin pasado y sin pensamiento de futuro, habitando el presente de su sentida eternidad, estén en un momento propicio para influir en la balanza del futuro de todos. No dejamos votar a los extranjeros y queremos que voten los alienígenas de nuestros adolescentes, ¿o ustedes vivían con los pies en la tierra a esa edad? Si contestan que sí déjenme que les dé mi más sentido pésame. No hay era más gloriosa que aquella en la que la realidad apenas es un estorbo y la mortalidad, algo que no te afecta.
Hay muy pocos, poquísimos países que hayan tomado esta senda, y, opinen como yo o no, reconocerán que es bastante controversial, es decir, muy propia del martes Santo en realidad. Los medios de derechas la están gozando porque hacen ver que la boutade es cosa del malvado gobierno de Sánchez cuando es evidente que es cosa de una pequeña parte que está necesitada de la mayor visibilidad en este momento de zozobra y desunión. No sé yo si ayuda o pone palitos en la rueda. Ustedes mismos.
Lo cierto es que es una medida que no puede llevarse adelante en una Ley de Juventud ni a propuesta de un partido minoritario. Insisto en que el cambio de normas de juego debe ser consensuado por todos los jugadores y no creo que ni una mayoría pueda imponérselo a otra que, a su vez, al llegar al gobierno podría alterarlo y así hasta la eternidad. Mejor nos dejamos de ideotas, que el patio está para pocas bromas. ¿O es que piensan levar a los de dieciséis llegado el caso?