Desde el principio se veía venir que este magistrado que llegó a la judicatura con 40 años y al que le quedan menos de dos para jubilarse forzosamente comprendió que esta iba a ser su gran y última actuación
La instrucción del juez Juan Carlos Peinado García contra Begoña Gómez, en la que se investiga a la mujer del presidente del gobierno por cuatro delitos, cumplió un año el pasado 16 de abril y el juez decidió celebrarlo por todo lo alto: subiéndose a una tarima para tomar declaración al ministro Félix Bolaños en el Palacio de la Moncloa.
El ministro no había previsto la exigencia de la tarima, así que la declaración, ya demorada porque al juez no le gustó que Moncloa le mandara un policía como escolta, se retrasó la casi media hora que tardó el personal en construir unas alzas al gusto del magistrado. La performance aún se prolongó un poco más, porque el fiscal y los letrados de las acusaciones también pidieron elevarse por encima del testigo. Si han estado en un juzgado, recordarán que estos también se encuentran subidos a estrados, aunque en la Audiencia Nacional, por ejemplo, todos, desde el juez hasta los testigos se sientan en sillas a la misma altura. El juez Peinado, una vez conseguida su tarima, se la negó a los demás y Bolaños pudo empezar a declarar. Pero ni estando varios centímetros por encima de la concurrencia, Peinado se desprendió de su amor por el teatro experimental, e hizo salir a Bolaños de la sala para buscar el segundo apellido del superior jerárquico de la asistente de Begoña Gómez, aunque ese segundo apellido ya figuraba en la investigación. Dos horas en Moncloa para esto, dirán ustedes, y acertarán porque lo importante era estar dos horas en Moncloa, con tarima incluida.
Se pueden hacer todo tipo de especulaciones freudianas sobre la necesidad de Peinado de situarse físicamente por encima de todo el que participe en esta causa, que a este paso puede ser cualquiera que se haya cruzado con Begoña Gómez por la calle. Ya lo resumió Charles Chaplin en aquella escena de las sillas de El gran dictador, en la que el tragicómico trasunto de Hitler, Hynkel, recibe al también dictador Benzino Napaloni, y los dos se enzarzan en un duelo de logros sentados en sillas de barbero que van subiendo cada vez más con la intención de humillar al contrario y superar los complejos propios.
Chesterton escribió que en la búsqueda de la verdad uno tiene que agacharse, bajar al suelo, siguiendo el ejemplo de Santo Tomás, porque solo desde la humildad se llega a las verdades más elevadas. Sospecho que Peinado ni ha leído a Chesterton ni está buscando la verdad, o al menos no solo está buscando la verdad. Su instrucción, al contrario que la revolución, está diseñada para ser televisada y solo desde ese doble papel de soberbio instructor prospectivo y productor en jefe del supuesto espectáculo de la corrupción del gobierno se entienden algunas de sus decisiones.
Desde el principio se veía venir que este magistrado que llegó a la judicatura con 40 años y al que le quedan menos de dos para jubilarse forzosamente comprendió que esta iba a ser su gran y última actuación. Admitió a trámite una querella de Manos Limpias basada en recortes de prensa y noticias falsas y ha conseguido saltar de un asunto a otro (tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo profesional) a ver si pesca algo durante un año de una instrucción que ya acumula 15 tomos y que él parece percibir como su legado. Como los mejores espectáculos de Broadway, acaba de prorrogar por seis meses: les recomiendo que no se lo pierdan, actuaciones diarias, nuevas sorpresas, compren ya sus localidades.