Como en el resto de la sociedad, en los cuidados también hay una creciente incorporación de máquinas y de automatización del trabajo
En la última Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) celebrada en Ginebra en 2024, se adoptó una resolución relativa al trabajo decente y la economía del cuidado. La economía del cuidado es el trabajo que se realiza para mantener la casa y cuidar a otras personas, ya sea remunerado o no. En particular, cuidar de nuestros hijos y mayores.
Es muy fácil percibir la creciente importancia de esta parcela de la economía, no solo por aquello a lo que atiende, cuidar a personas, sino por su peso económico. En todo caso, hablamos de un sector muy feminizado y precario, como pone de manifiesto la OIT en su resolución: “Si bien algunos trabajadores del cuidado están altamente cualificados y bien remunerados, otros muchos, sobre todo los trabajadores migrantes y los trabajadores domésticos, permanecen en la economía informal, perciben bajas remuneraciones y quedan excluidos, en la legislación o en la práctica, de las medidas de protección, incluida la protección social y laboral”.
Como en el resto de la sociedad y la economía, también aquí hay una creciente incorporación de máquinas y de automatización del trabajo. Es muy probable que hayan visto alguna imagen de Paro, un robot terapéutico con forma de bebé foca, o algún exoesqueleto para facilitar que los cuidadores realicen las tareas físicas más exigentes – Toyota y Panasonic, de hecho, han desarrollado robots de asistencia física para mover pacientes-. Pepper, un robot humanoide de la empresa francesa Aldebaran, es muy utilizado en labores de compañía y cuidado de personas mayores. También están a la orden del día todo tipo de dispositivos para detectar caídas, sensores que permiten monitorizar como si fuesen cubículos de una UVI la vida en el hogar o en las residencias de mayores, administradores de medicamentos, detectores de patrones anómalos en la salud…
Japón está a la vanguardia en el uso de las tecnologías inteligentes para el cuidado de los mayores. En el país nipón se dan al menos tres circunstancias para ello, que además se refuerzan entre sí: tiene una de las poblaciones más envejecidas del mundo (casi una de cada tres personas tiene más de 65 años); es un país líder en automatización y robótica, algo que tiene una buena aceptación entre la población; y tiene una gran crisis demográfica, acentuada por la reducida inmigración, lo que da lugar a una escasez ya crónica de cuidadores humanos. Esto convierte al país en un inmenso laboratorio de pruebas, como un Living Lab gigante, lo que favorece una pujante economía en un sector llamado “care-tech”, o tecnologías del cuidado, una parcela cada vez más relevante de la economía del cuidado.
Dentro de este mundo de dispositivos y aplicaciones, cada vez más poblado, ha aparecido inTouch. Se trata de una aplicación que se anuncia en la web de la compañía que la comercializa como la forma de mantener el contacto con nuestros seres queridos cuando no tenemos tiempo para hacerlo nosotros mismos. Uno de sus reclamos reza así: “Llamamos a tus padres con regularidad, tan a menudo como ellos quieran. A su teléfono fijo o móvil, siempre empezando con: «Hola, soy María de inTouch»”. Pero no se trata de que alguien los llame por ti, sino “algo”. Ese algo es un agente conversacional desarrollado con inteligencia artificial que habla con ellos sobre cómo les ha ido el día, si se sienten mal, si están aburridos o cansados, sobre lo que les gusta y lo que no y, en particular, de aquellos temas que haya especificado quien ha contratado el servicio. Al finalizar cada conversación esta persona recibe un informe de cómo ha ido la llamada, y supongo que con él descargará el peso de su conciencia. Quizá tengamos que incorporar la “economía del descuido” como nuevo concepto referido al abandono creciente de ciertas personas y colectivos, atendidos en el mejor de los casos por máquinas con las que intentamos suplir nuestras ausencias.
La web de inTouch insiste en que puede “mejorar la vida diaria de tus padres con conversaciones naturales”. Pero ¿qué es lo natural en una conversación entre padres e hijos? Sí, es cierto que puede hablar de cualquier cosa, pero de nada que sean recuerdos de una vida, ni de las caricias dadas y sentidas. Tampoco de cuando nacieron nuestros hijos, ni de la primera vez que les tuvimos en brazos y lloramos de emoción. La IA nos hablará de lo que queramos, pero no de lo que hemos querido y queremos, porque no ha vivido nada de nuestras vidas.
No, no les estoy contando un capítulo de la última entrega de Black Mirror. Ustedes mismos pueden comprobarlo contratando el servicio de inTouch por unos 30 dólares al mes.