Es viernes y en Madrid llueve a cántaros. Ramón Tamames aguarda en su despacho rodeado de montañas de papel que el profesor y economista, de 92 años, califica como “un caos ordenado”. En todas las mesas que se ven alrededor hay libros apilados, documentos, recortes de periódicos, entre ellos la esquela de su hijo, Moncho, fallecido hace justo un año, a los 55, víctima de un cáncer fulminante.