Hay dos grandes potencias económicas y militares en el mundo, Estados Unidos y China. Ambas están enfrentadas. Resulta que Rusia es ahora aliada de las dos. Putin inventó un futuro a su medida
Vladimir Putin no creó la oligarquía rusa. Los señores neofeudales surgieron ya con Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin, gracias a la desintegración de la Unión Soviética y a la concentración de la antigua industria pública en unas pocas manos privadas. Lo que hizo Putin fue construir un sistema político basado en los oligarcas, el primero de los cuales (y sin duda el hombre más rico del mundo) es él mismo. Curiosamente, Estados Unidos está imitando el modelo. Putin puede presumir de haber inventado el futuro.
Empecemos por definir en qué consiste un “oligarca” al estilo ruso. No se trata de un capitalista a la usanza clásica, porque no necesita invertir ingentes cantidades de dinero para desarrollar nuevas tecnologías, abaratar sus productos y hacer frente a la competencia. Nada de eso. El oligarca (recurrimos a ese término porque es de uso corriente) se limita a poseer y vender grandes cantidades de recursos naturales como el gas, el petróleo, el aluminio o el níquel.
Nadie, salvo quienes no tienen más remedio, compra manufacturas rusas o tecnología rusa. Lo que el mundo compra (porque no hay más remedio) son minerales y combustibles fósiles, que por definición son limitados como la tierra o el agua. En ese sentido, la oligarquía rusa constituye algo muy parecido a la casta feudal de terratenientes que, antes de la revolución capitalista, vivía de las rentas y de la explotación de los siervos bajo el control de un monarca por designio divino. El monarca es ahora Putin.
El concepto de “renta” es distinto al de “beneficio”. Y la diferencia resulta importante.
De forma casi simultánea a la irrupción de Putin, como primer ministro de Yeltsin en 1999 y como presidente desde 2000, se produjo en Estados Unidos, “grosso modo” en lo que llamamos Occidente, un fenómeno trascendental: la vertiginosa difusión de Internet y su no menos vertiginosa privatización y colonización. Amazon (creada en 1994), Google (1998), Apple (nacida en 1976 como empresa informática pero relanzada hacia la estratosfera en 2007 gracias al iPhone) y Facebook (2004, ahora llamada Meta) tardaron muy poco tiempo en monopolizar las redes.
Los oligarcas occidentales tuvieron que invertir en tecnología mucho más que sus equivalentes rusos. Pero, una vez se adueñaron de los territorios digitales recién aparecidos, empezaron, como sus equivalentes rusos, a vivir de las rentas. Eso es algo que subraya Yanis Varoufakis en su libro “Tecnofeudalismo”. Amazon no gana dinero vendiendo productos, sino alquilando su plataforma a quienes los venden. Apple no gana tanto dinero con el iPhone como con las aplicaciones que innovadores y empresas tradicionales necesitan colocar en Apple Store. Google hace sus enormes beneficios gracias a que sus plataformas, empezando por el famoso buscador, absorben la publicidad planetaria. Y todos se aprovechan del nuevo siervo-consumidor, que por un lado aporta los contenidos que difunden los señores tecnofeudales y por otro, paga por acceder a ellos.
Ningún señor tecnofeudal estadounidense faltó a la ceremonia inaugural de su nuevo rey, Donald Trump. Elon Musk incluso se incorporó al gobierno de Trump. Musk constituye un caso peculiar: surgió como tecnofeudal clásico (Pay Pal), elevó su fortuna hasta niveles inimaginables gracias a las subvenciones públicas (Space X) y ahora aspira a convertir X (antes Twitter) en una plataforma total de venta, consumo y entretenimiento al estilo de Amazon.
Incluso el capitalismo más clásico, el bursátil, se ha sumado al tecnofeudalismo. Tres empresas financieras poco conocidas por el gran público, BlackRock, Vanguard y State Street, son las mayores accionistas de casi todas (nueve de cada diez) las compañías que cotizan en Wall Street. BlackRock, la principal de las tres dueñas de la Bolsa, maneja un patrimonio superior a los 10 billones de dólares.
Donald Trump se parece cada día más a Putin. Bajo su mandato, Estados Unidos se parece cada vez más a Rusia: sus regímenes políticos se basan en, y premian a, los oligarcas y los millonarios que dependen de ellos. China es caso aparte, porque sigue siendo un régimen comunista, aunque cuente con sus propios oligarcas y con compañías como TikTok y Alibaba.
Y lo último: hay dos grandes potencias económicas y militares en el mundo, Estados Unidos y China. Ambas están enfrentadas. Resulta que Rusia es ahora aliada de las dos. Vladimir Putin inventó un futuro a su medida.