Ángela García cree que hay futuro en el campo pero también que falta pedagogía: “En su día se decía que el futuro estaba en la ciudad, pero ahora está en el pueblo. Aquí hay futuro para crear vivienda, en la ciudad no hay más de donde sacar”
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Es madrileña y no tiene pueblo. Y aun así Ángela García Castro decidió un día irse a vivir a la España ‘vaciada’, se reinventó y pasó de vivir en plaza de Castilla e ir en metro a un trabajo de oficina, a criar vacas en plena Sierra Norte de la provincia de Guadalajara.
Sus padres, alpinistas, dejaron la montaña cuando nació Ángela y lo cambiaron por una caravana en un camping para no perder la relación con la naturaleza y, quizá, de esa relación con el medio natural le viene haberse aclimatado tan bien a su nueva vida en un pequeño pueblo al norte de Castilla-La Mancha.
Ángela García estudiaba y trabajaba en Madrid hasta que hace 15 años conoció a su marido, natural de un pueblo de Guadalajara. “Es de Galve de Sorbe y con familia ganadera. Al principio logré que viniese a Madrid porque era de las que decía ‘yo de mi barrio no me muevo’, pero al mes de estar en Madrid, tuvo un brote de soriasis, del estrés. Vivíamos en plaza de Castilla y entonces nos fuimos a vivir a Marchamalo, en Guadalajara para ver cómo lo asimilaba yo”.
Foto de Ángela García con sus animales cedida por ella misma
Entre idas y venidas al trabajo en Madrid donde ejercía como técnico administrativo, llegó la pandemia. “Iba y venía a diario y durante la COVID nos dio por pensar. La semana cada vez se nos hacía más larga y el fin de semana más corto. Nos veníamos todos los fines de semana a cuidar de nuestros caballos, a disfrutar de nuestros perros en Galve de Sorbe, en libertad”, recuerda. Su vida dio un giro de 180 grados. Se planteó dejar la ciudad e irse a vivir a un pueblo de la Sierra Norte de Guadalajara que no llega a 100 habitantes.
Con esta decisión tomada, “empezamos a movernos un poco, primero pensamos en la hostelería pero a mi marido no le atraía, y nos dijimos: ¿por qué no probamos la ganadería? A los dos nos encantan los animales y no nos importa vivir en el pueblo”, explica al recordar aquel momento.
Relevo generacional
Empezó entonces un proceso que le llevó a contactar con un ganadero en la cercana localidad de Gascueña de Bornova. Se jubilaba y no tenía relevo, así que nos cuenta, “cerramos los ojos y nos lanzamos, porque además él no quería que se moviera de allí el ganado”.
Actualmente crían ganado bovino en extensivo dedicado a carne y sus animales pastan en libertad por el campo serrano. “Las vacas estas sueltas, no tienen vallas”, cuenta, en una de las zonas con el aire más puro y los mejores cielos de Europa.
Son 160 cabezas de vacuno en Gascueña y recientemente han apostado por ampliar el negocio con otras 120 más en Galve de Sorbe, la localidad donde residen.
La burocracia, el mayor problema
Para Ángela García el mayor problema no ha sido cambiar de aires, ni dejar la ciudad, ni lidiar con los animales. Lo peor ha sido la burocracia. “Hemos tenido mucha ayuda por parte de la administración, con puntos por titularidad compartidas para las ayudas, para iniciarse tiene muchas ventajas, pero al final el problema es la burocracia”, reconoce.
“Tardamos mucho en poder comenzar. Todo un año. Son 365 días de incertidumbre, desde que cerramos el trato con el ganadero, que fue en abril, y no pudimos hacerlo efectivo hasta mayo del año siguiente”.
Dice que las ayudas no han faltado para su incorporación al sector, pero lamenta que el problema está en los tiempos. “Al final tenemos mucha ayuda para la incorporación, pero el permiso tarda un año y el dinero tarda aún más”.
Pide más pedagogía
Ángela García cree que hay futuro en el campo, pero pide más pedagogía sobre esta cuestión. “Creo que en su día se decía que el futuro estaba en la ciudad, pero ahora el futuro está en el pueblo, aquí hay futuro para crear vivienda, en la ciudad no hay más de donde sacar”, opina.
Foto de Ángela García cedida por ella misma
“Aquí es donde tenemos el futuro los jóvenes. La tecnología nos ayuda mucho. Ya no llevamos la ganadería como se llevaba hace 50 años. Nosotros usamos drones, usamos avisadores de parto, cámaras de vigilancia… mucha tecnología que nos facilita la vida”.
También pide que se mejoren las telecomunicaciones porque eso animará a otras personas como ellos a irse a vivir a los pueblos. “Si mejorasen que podría venirse a trabajar, a crear tiendas online, microempresas…”.
Una ganadería piloto “en convivencia con el lobo”
La llegada de nuevos pobladores, ofrece relevo generacional en los pueblos, pero también infunde nuevos bríos e ideas. Ella ya piensa en crear un cebadero comunitario para los ganaderos de la zona. La idea se le ocurrió porque ahora ha de llevar a sus animales cada seis meses a otro cebadero cercano. No hay ninguno en la zona.
También piensa en impulsar una Indicación Geográfica Protegida (IGP) de la Sierra Norte de la provincia de Guadalajara; hace unos días participaba en una jornada sobre ‘Mujer y emprendimiento en el medio rural’ en la localidad de Humanes ; y además la suya se ha convertido en una ganadería piloto. “Estamos trabajando por la convivencia con el lobo”.
Esta madrileña es feliz con sus animales y ya no volvería a la ciudad. “Me he reencontrado con mis raíces, porque yo no tenía pueblo, pero esto se parece mucho a mi camping, sin médico, sin tienda, en invierno no había casi gente, estábamos solos”, resume.