Un Estado que considera que su sistema universitario es su peor enemigo, es algo que no se había visto nunca en el pasado. Pero la verdad es que tampoco se había visto nunca una presidencia como la de Donald Trump
No es una idea de Donald Trump, sino de Richard Nixon. Viene de lejos. “Los profesores son el enemigo”, dijo el presidente Nixon en 1972 en una reunión en la Casa Blanca, con la protesta universitaria contra la guerra de Vietnam como telón de fondo.
No se atrevió a decirlo en público. Si sabemos que lo dijo, es porque quedó registrada dicha frase en una de las cintas del sistema de grabación que el presidente impuso en la totalidad de la Casa Blanca durante sus años en la presidencia.
Tampoco supimos entonces que propuso reducir fondos federales al Massachusetts Institute of Technology (MIT) o iniciar investigaciones tributarias a personas que figuraban en la lista de enemigos del presidente, porque fue suficiente la amenaza de dimisión de personas designadas por el propio Richard Nixon en el Office Management Budget en el primer caso y en el Treasury Department y en el Internal Revenue Service en el segundo, para que las propuestas se abandonaran.
En la primera mitad de los setenta del siglo pasado el presidente de los Estados Unidos no podía decir y hacer lo que ahora sí puede. Más todavía: nadie hubiera podido competir por la presidencia de los Estados Unidos con la trayectoria de Donald Trump. Y nadie hubiera podido mantenerse en la presidencia con su ejecutoria durante su primer mandato y con su conducta tras perder las elecciones en 2020.
Donald Trump como presidente es el resultado de la degeneración del sistema democrático de los Estados Unidos. Del Partido Republicano en primer lugar y de la debilidad del Partido Demócrata a continuación.
Aquí es donde está la raíz del problema. Mientras que en 1972 bastó la amenaza de dimisión de unos funcionarios para evitar que Richard Nixon pudiera hacer uso del derecho de manera vengativa o tuvo que dimitir cuando se inició el impeachment por el caso Watergate, Donald Trump ha conseguido ser presidente, a pesar del impeachment en su primer mandato por un caso de mucha mayor gravedad que el Watergate y de haber sido condenado penalmente en una ocasión, que habrían podido ser varias con un poder judicial como el de entonces.
Donald Trump ha sido presidente sin haber disimulado en ningún momento quién era y qué se proponía hacer si llegaba a ser presidente. Así fue en 2016 y así lo ha sido mucho más en 2024. Los ciudadanos y ciudadanas que lo han votado sabían perfectamente a quien estaban votando. Nadie puede alegar que han ido engañados a las urnas.
De ahí la agresividad con que ha empezado a actuar desde el momento en que tomó posesión el 20 de enero de 2025. Donald Trump ha interpretado los resultados electorales como un “mandato” para imponer íntegramente su programa. Y para ello ha considerado necesario identificar a “sus” enemigos y hacer uso de todo el poder de la presidencia para someterlos.
Y ha empezado por donde Nixon le enseñó que había que empezar: por las Universidades y por las Universidades de máximo prestigio. Primero por la Universidad de Columbia y después por la de Harvard. Con la sumisión de estas, se tendría la sumisión de todas las demás.
La identificación de estas Universidades pone de manifiesto que, cuando dijo el 3 de noviembre de 2024, dos días antes de ser elegido, que el “enemigo interior” era más peligroso que el “enemigo exterior”, decía lo que pensaba. Imitar lo que hizo Hitler tras asumir el poder. Aniquilar cualquier resistencia interna tiene que ser el primer objetivo. Después ya se verá.
Donald Trump no puede no saber que su política universitaria está en contradicción radical con su estrategia de reducir el déficit comercial a la que obedece la imposición de la subida arancelaria.
Con los datos de 2024 el sistema educativo es una pieza esencial para la balanza comercial de los Estados Unidos. 56.000 millones fueron los ingresos por este motivo, frente a los 34.000 por gas natural, 26.000 por la soja, 21.000 por el carbón y 15.000 por el maíz.
Por el momento, la Universidad de Harvard ha decidido enfrentarse al presidente y no aceptar la propuesta que había recibido, que suponía en la práctica su fin como institución académica autónoma. En las próximas semanas veremos como cada parte mueve sus bazas, pero está claro que se trata de un enfrentamiento de cuyo desenlace va a depender no solo la suerte de la enseñanza universitaria en Estados Unidos, sino lo que Donald Trump pueda hacer antes de las elecciones de mitad de mandato en 2026.
Un Estado que considera que su sistema universitario es su peor enemigo, es algo que no se había visto nunca en el pasado. Pero la verdad es que tampoco se había visto nunca una presidencia como la de Donald Trump.
Hemos entrado en terra incognita.