Muere el papa Francisco a los 88 años

El pontífice fue ingresado el 14 de febrero por una grave afección respiratoria, pero había reaparecido en los actos de esta Semana Santa; fue la máxima autoridad de la Iglesia católica durante más de una década, tiempo en el que llevó a cabo reformas que encontraron resistencias entre los sectores más conservadores

Perfil – Francisco, el Papa “llegado del fin del mundo” que abogó por una reforma integral de la Iglesia

Claves – El Vaticano entra en ‘sede vacante’: dos semanas de velatorio, funeral y entierro hasta el cónclave

Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa jesuita, el primer pontífice latinoamericano, falleció en Roma este lunes. El arzobispo de Roma se recuperaba de la neumonía bilateral que los médicos le detectaron después de que ingresara al Policlinico A. Gemelli el viernes 14 de febrero, aquejado de una bronquitis persistente. A sus 88 años, Francisco cumplió 12 años como pontífice el pasado 13 de marzo.

La infección respiratoria por la que fue hospitalizado, que repetía un cuadro similar sufrido dos años antes, fue complicándose con los días hasta desembocar en una neumonía que afectaba a los dos pulmones y que se vio agravada por los problemas de salud que llevaba tiempo arrastrando. A esto se sumaba que una grave infección ocurrida en su juventud había obligado a extirparle en 1969 parte del pulmón derecho, lo que podía afectar a su capacidad respiratoria. Parecía haberse recuperado, aunque con dificultad, e insistió en aparecer en algunos de los actos previstos para la Semana Santa. Una de sus últimas imágenes públicas fue este mismo domingo durante la bendición Urbi et Orbi, poco después de reunirse con el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance.

El Papa fallece en mitad del Año Jubilar de la Esperanza, y en un momento de gran exposición pública en el que había decidido posicionarse como líder global frente al discurso antiderechos de la segunda Administración Trump en Estados Unidos. De hecho, una de sus últimas decisiones fue enviar una carta a los obispos estadounidenses para que encabezaran la resistencia a las deportaciones masivas de migrantes que comenzaron a producirse en ese país por orden de la Casa Blanca.

La muerte de Francisco abre una crisis de difícil resolución en la Iglesia católica, sin candidatos claros a continuar su operación de reforma de la institución, y con un fuerte movimiento restauracionista, es decir, de retroceso. Las reformas emprendidas por Bergoglio en el Vaticano, como la búsqueda de transparencia y lucha contra la corrupción, la revisión del papel de las mujeres en la Iglesia o la acogida a las personas LGTBIQ y a los divorciados le valieron una fortísima oposición de los sectores ultraconservadores en el mundo y en el propio Vaticano.

A diferencia de lo sucedido con la muerte de Juan Pablo II –cuya agonía se vivió durante semanas, y fue sucedido por su relevo natural, Joseph Ratzinger– y del propio Benedicto XVI, quien renunció al cargo en una decisión histórica, pero que permitió algo de tiempo para que los cardenales pudieran ponerse de acuerdo antes de entrar en cónclave, Francisco muere dejando abiertas muchas incógnitas, y sin que haya consenso sobre su sucesor.